Por Itai Cruz/ Hoy en Cartelera recordamos al gran escritor argentino Julio Cortázar, una de la grandes figuras del “boom” de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Nació un día como hoy, pero de 1914, era hijo de un funcionario asignado a la embajada argentina en Bélgica y su nacimiento coincidió con el inicio de la Primera Guerra Mundial. Con tan sólo cuatro años de edad, sus padres regresaron a Argentina.
Al concluir sus primeros estudios viajó a París con una beca y al término de ésta, trabajó como traductor para la UNESCO. En ese entonces, ya había publicado en Buenos Aires el poemario Presencia (1938) con el seudónimo de “Julio Denis”; el poema dramático Los reyes (1949) y la primera de sus series de relatos breves, Bestiario (1951).
En los sesenta, Julio Cortázar se convirtió en una de las principales figuras del llamado “boom latinoamericano”, logrando el reconocimiento internacional y colocando su nombre al mismo nivel que otros grandes escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Jorge Luis Borges.
La literatura de Cortázar parte de un cuestionamiento vital que se caracteriza por buscar la autenticidad, el sentido profundo de la vida y del mundo. Esa temática se manifestó en algunas de sus obras con un marcado carácter experimental, convirtiéndolo en uno de los mayores innovadores de la lengua y la narrativa en lengua castellana. Pero, la huella revolucionaria e irrepetible que Cortázar dejó plasmada en la literatura fue, sin duda, su obra Rayuela (1963).
En cuanto al teatro, sólo escribió dos obras: Los reyes y Adiós Robinson y otras piezas breves (obra póstuma, 1955).
En esta entrada, nos centraremos en el primero, Los reyes, que es un breve poema dramático-mitológico, escrito en forma de teatro y compuesto por cinco escenas que se basan en el mito del Minotauro, reescribiendo los hechos de una manera innovadora y nunca antes pensada.
Para entender esta obra, hagamos un breve repaso al mito:
“El Minotauro nace de una relación entre Pasifae, esposa de Minos, y un toro que había sido regalado por el dios Poseidón. Fue tal la ira y vergüenza de Minos, que le pide a Dédalo que construya un laberinto donde nadie pueda ver al Minotauro. Cada año Atenas debe pagar un tributo a Creta que consta de 14 jóvenes, 7 hombres y 7 mujeres para alimentar al Minotauro. En el tercer viaje de víctimas, Teseo, -hijo de Egeo, rey de Atenas-, se ofrece para ir a Creta entre las víctimas y matar al monstruo. Cuando Teseo llega a Creta, Ariadna, hija de Minos y Pasifae se enamora perdidamente de él, entregándole un ovillo (para que amarre un extremo a la entrada del laberinto) y una daga para herir al Minotauro. Después de matar al Minotauro, Teseo sigue el ovillo para encontrar la salida del laberinto”.
En Los reyes, Cortázar juega con los personajes y crea diálogos inexistentes en el mito de origen. En la primera escena vemos cómo Minos mantiene conversaciones con Ariadna en las que ésta le pide piedad para su pobre hermano, el Minotauro y Minos maldice a Pasifae por la atrocidad que ha cometido. Pero el giro radical de esta obra sucede en la tercera escena, cuando Ariadna, preocupada por el futuro de su hermano, se acusa y culpa por haber ayudado a Teseo.
En palabras de Julio Cortázar: “Yo vi la historia totalmente al revés. Yo vi en el Minotauro al poeta, al hombre libre, al hombre diferente al que la sociedad, el sistema encierra inmediatamente. A veces los mete en clínicas psiquiátricas y, a veces, los mete en laberintos. En ese caso era un laberinto. Teseo, en cambio, es el perfecto defensor del orden. Entra en el laberinto para hacerle el juego a Minos, al rey, es un poco el gángster del rey que va allí a matar al poeta”.
A más de cien años de su nacimiento, el refinamiento de Julio Cortázar con sus lecturas casi inabarcables y su fervor por la causa social, lo convierten en una figura constituida por pasiones encontradas, pero siempre asumidas con el mismo ardor genuino. Falleció un 12 de febrero de 1984 a causa de una leucemia.
