En 1958 la segunda obra que escribió el poeta y dramaturgo inglés Harold Pinter, The Birthday Party, fue vapuleada por la crítica y la desmontaron a una semana de estrenada en el West End de Londres, la zona teatral más prestigiosa del Reino Unido. En 2005, al recibir el premio Nobel, al hablar de cómo nacían sus obras, pero también tal vez al recordar sus inicios inciertos, el escritor dijo “nuestros principios nunca saben de nuestros finales”.

Harold Pinter nació en Londres el 10 de octubre de 1930, en el popular barrio de Hackney, era parte de una familia judía hasta que la II Guerra Mundial lo separó de sus padres y lo llevó en su adolescencia a la campiña inglesa, donde se gesta su pasión por el teatro y las letras, pero también su pensamiento crítico político y su sentido humano. Aspectos que lo definen y que lo acompañaron durante toda su trayectoria, desde que ingresó en 1948 a la Royal Academy of Dramatic Art.

Un artista político y viceversa. Sus obras, dramas inteligentes y ácidos desde la cotidianeidad, muchas veces encerrados entre los muros de una habitación y situaciones sin sentido, colmados de silencios y personajes que no saben a donde se dirigen, son revolucionarios, forman parte del arte que siempre está en búsqueda de la verdad.

En ese camino, marcado por la amistad que sostuvo con Samuel Beckett y su teatro del absurdo, Pinter construyó su propio estilo, el “pinteresco”, adjetivo admitido por el Diccionario de Inglés de la Universidad de Oxford, de gran influencia en el teatro contemporáneo.

Aderezado con fantasías eróticas y obsesiones, celos y odios, ha sido calificado también como “teatro de la inseguridad” en el que conjugó el realismo y el misterio.

Sin embargo, su compromiso no se ciñó al arte, sino que fue un luchador comprometido con otra verdad, la de una realidad política del mundo que el veía injusta, corrupta y falsa y que retrató en sus últimas obras, entre ellas El lenguaje de la montaña, donde expone el tema de la represión turca y la supresión del idioma kurdo, que conoció de cerca durante un viaje que realizó junto con Arthur Miller a Turquía en 1985.

Fue un duro crítico del presidente estadounidense Ronald Reagan y de la primera ministra británica Margaret Thatcher; manifestó públicamente su rechazo al bloqueo estadounidense en Cuba; se opuso a los bombardeos en Kosovo autorizados por la OTAN y a las invasiones de Afganistán y de Iraq. Finalmente en marzo de 2005 anunció que solamente se dedicaría a la poesía y al activismo político.

Ese mismo año recibió el premio Nobel de Literatura, y aunque por recomendación médica no pudo asistir a la ceremonia de entrega, grabó un mensaje en el que más allá de hablar de sus letras, hizo un recuento de la invasiones estadounidenses a lo largo de su historia y por todo el mundo, criticó duramente la guerra contra Irak basada en mentiras y pidió el procesamiento del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el ex Primer Ministro británico Tony Blair por crímenes de guerra. Decepcionado, lamentó que “el lenguaje se usa hoy en día para mantener controlado al pensamiento”.

Harold Pinter murió el 24 de diciembre de 2008, a los 78 años acompañado de su segunda esposa, la también escritora Antonia Fraser.

Polifacético, tras publicar en 1957 su primera obra, La habitación, Pinter inició una carrera en la que escribió 29 piezas teatrales, más de 20 guiones de cine, infinidad de trabajos radiofónicos y televisivos, poesía, ensayos, una novela y relatos cortos de ficción.

Actualmente en nuestra ciudad de México tenemos la oportunidad de ver dos de sus obras Traición y El amante.

 

Por Alonso Flores

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