Por Gina Fierro/ Al pie del Bosque de Chapultepec y próximo a los museos más importantes del país, se localiza uno de los complejos artísticos más importantes de la ciudad, el Centro Cultural del Bosque. Diseñado a principios de la década de los sesenta por Pedro Ramírez Vázquez y Ramiro González Delsordo, el CCB cuenta hoy en día con más de medio siglo dedicado a la exhibición, promoción y desarrollo de las artes escénicas en nuestro país.

Conformado por seis recintos, la historia del CCB se ubica durante los juegos olímpicos de Londres de 1948, cuando el presidente de la República Miguel Alemán Valdés, movido por el entusiasmo de la primera medalla olímpica de oro para México en equitación, emprendió un ambicioso proyecto que incluía un complejo arquitectónico dedicado exclusivamente a la exhibición ecuestre, mismo que más tarde se convertiría en uno de los proyectos culturales más grandes del país.

El primero en fundarse fue el Teatro El Granero, Xavier Rojas, construido en lo que antes fue un antiguo granero donde se guardaba el alimento de los caballos, se inauguró el 4 de septiembre de 1956 con la obra Los desarraigados de Jorge Humberto Robles Arenas, bajo la dirección de Xavier Rojas. Éste fue el primer teatro de arena, cámara o círculo, estable de México, proyecto que fue experimentado por el mismo Rojas en la antigua Casa del Arquitecto.

La particularidad del recinto se halla en su escenario ubicado en el centro y sus butacas dispuestas en forma de gradería a los cuatro costados del teatro con dos pasillos de acceso. Además, carece de telón, siendo las luces las que marcan el inicio o final de las presentaciones.

El segundo, fue el Teatro del Bosque, conocido hoy como Teatro Julio Castillo, el cual comenzó a construirse en 1955. Su diseño, a cargo de los arquitectos Ramírez Vázquez y González Delsordo, fue pensado para la presentación de espectáculos de gran formato con un aforo de hasta 1206 espectadores.

El teatro a la italiana, cuyas instalaciones lo convierten en uno de los recintos con más recursos escenográficos y técnicos en el país, fue inaugurado el 3 de mayo de 1957 con la presencia de la reconocida actriz y directora española Margarita Xirgú -nombre que tomaría el recinto por algún tiempo-. La actriz invitada y su compañía llevaron al escenario del recinto obras como Bodas de Sangre y La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca.

El treatro, sede de la Compañía Nacional de Teatro en 2002, tomó su actual nombre a finales de la década de los ochentas, en homenaje al célebre actor y director Julio Castillo, fallecido en 1988.

El 21 de junio de 1962 fueron publicadas en el Diario Oficial de la Federación las disposiciones oficiales para el uso de las instalaciones. Y a pesar de que los recintos que integran el complejo cultural nacieron años antes, tal fecha es considerada el nacimiento del CCB.

El 23 de agosto de 1957 fue inaugurada la Sala Xavier Villaurrutia con la comedia La edad verde de Raúl Moncada Galán. La Sala ganó importancia por el aporte de su precursor, Xavier Villaurrutia, quien presentó en su escenario diversos proyectos encabezados por los alumnos de la Escuela de Arte Dramático, ubicada en la antigua Unidad Artística y Cultural del Bosque.

Considerado el espacio más íntimo del Centro Cultural del Bosque, este recinto resulta ideal para la presentación de obras en pequeño formato. Por su escenario han desfilado numerosos actores y directores que hoy son piezas clave de la historia del teatro nacional.

El Teatro Orientación fue inaugurado el 30 de mayo de 1958 con la obra El canto de los grillos de Juan García Ponce, bajo la dirección de Salvador Novo. En sus inicios, el recinto fue nombrado Recreo Infantil del Bosque, siendo un foro dedicado a los niños y su iniciación a las artes escénicas.

Contiguo a una guardería, que actualmente funciona como tal, las instalaciones del Teatro del Recreo fueron el lugar ideal para los pequeños ya que en un mismo espacio tenían el área de recreo, un parque infantil, una biblioteca, un zoológico, una fuente de sodas, un teatro y una sala de cine.

El Teatro Orientación, que en agosto del año en curso cumplió 60 años de albergar espectáculos de todos los géneros, adquirió su actual nombre por sugerencia de la Asociación de Críticos de Teatro, como homenaje al grupo experimental del mismo nombre que en los años treinta constituyó uno de los movimientos renovadores del teatro mexicano. De esta manera, se convirtió en el segundo teatro en portar dicho nombre, siendo el primero el fundado por Julio Bracho, en 1931, el cual funcionó por cerca de diez años.

El sentido lúdico que caracterizó el origen del recinto se puede ver plasmado en la fuente ubicada a un costado del teatro, habitada por 12 piezas de niños en bronce (obra titulada “Recreo infantil del bosque”), diseñadas por el escultor Augusto Escobedo.

El Teatro de la Danza, fundado el 19 de septiembre de 1969, surgió como un espacio dedicado a la presentación de esta disciplina en México. Su equipamiento y disposición escénica le dieron un lugar como uno de los consentidos de las compañías más importantes del país. El recinto abrió sus puertas con una programación de ballet clásico, para más tarde, por iniciativa de la maestra Clementina Otero, incluir en su cartelera danza experimental y contemporánea. Convirtiéndose así en un espacio significativo para el impulso, promoción y desarrollo de la danza mexicana.

El Teatro El Galeón, actualmente caracterizado por su disposición modular que permite adaptarlo a las necesidades de cualquier montaje, fue último recinto en integrarse al Centro Cultural del Bosque, en 1972. El espacio fue acondicionado por un grupo de estudiantes de la Escuela de Arte Teatral -la actual ENAT- y de la Academia de Danza, quienes encontraron en las bodegas de la antigua Unidad Artística y Cultural del Bosque un espacio ideal para ensayar. El recinto tomó su forma con la colaboración de los jóvenes y el arquitecto Carlos Perdomo, para después convertirse en un nuevo foro al que bautizaron como Laboratorio Teatral Foro Independiente.

En el mismo año, el director Abraham Oceransky adaptó el lugar como un teatro, el cual abrió sus puertas con la obra El Simio, dirigida por él mismo.

La Sala CCB fue salón de ensayos y usos múltiples, así como café internet, sala de conferencias y bodega, hasta que en 2010 se le asignó el nombre que ahora lleva, y comenzó a articularse una programación de diversos eventos escénicos.

Su escenario es ideal para espectáculos alternativos y obras interdisciplinarias, asimismo ha funcionado como un espacio óptimo para la realización de conferencias, talleres y presentaciones literarias.

La Plaza Ángel Salas es un espacio al aire libre con gradería para alrededor de 200 personas. Su espacio, ubicado al exterior del Teatro de la danza, se ha adecuado principalmente para espectáculos de teatro al aire libre, danza aérea, clown y circo, además de acoger ciclos de cine, la feria del libro teatral y otros montajes que buscan la libertad y amplitud de una plaza para sus representaciones.

¿Qué se presenta en sus teatros?

La programación de dichos recintos corre a cargo del Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la Coordinación Nacional de Teatro, encabezada actualmente por Alberto Lomnitz. “Hay una dirección de área dedicada a teatro para niñas, niños y jóvenes, y una dirección de área dedicada a adultos. Trabajan siempre en conjunto, por supuesto, para la programación”, detalla Lomnitz en entrevista para Cartelera de Teatro.

“El CCB es un conjunto de teatros muy interesante, justamente porque cada uno tiene una particularidad que los hace atractivos para ciertas producciones”, agrega.

Dentro de la diversa oferta teatral, a la cual se suma el Teatro Jiménez Rueda, Lomnitz hace hincapié en el acento que ha puesto la Institución en la programación infantil. “De un buen tiempo para acá ha habido un movimiento muy importante que ha sido apoyado por esta institución, de reconocimiento del teatro para niños y jóvenes, como un espacio de creación con sus propias exigencias de los niños como un público con inquietudes propias que se deben ver reflejadas en el arte para ellos”.

“El teatro para niños y jóvenes es interesante, lo digo como alguien que ha dedicado buena parte de su vida a ello”, expresa Lomnitz, también actor y director de teatro, y agrega que este género merece un espacio y un apoyo. Sobre el tema, el entrevistado señala que el Teatro Orientación fue un paso fundamental para el impulso del género infantil, ”el hecho de que se haya creado originalmente fue un paso fundamental en ese camino”.

Como creador de teatro, Lomnitz habla sobre su experiencia en los diferentes recintos que conforman el CCB, en los cuales, asegura, ha trabajado en cada uno de ellos. “No hay un solo teatro aquí en el que yo no haya dirigido algo […] he montado obras tanto de teatro para adultos como de teatro para niños”. Entre otras vivencias, el fundador de la compañía Seña y Verbo: Teatro de Sordos, recuerda, “yo trabajé aquí en la Coordinación hace 20 años, salí hace 17, estuve tres años del 98-2000 como subcoordinador nacional”.

De esta manera, Lomnitz asegura que conoce muy bien la Coordinación Nacional de Teatro, tanto como creador escénico, como en materia administrativa y de programación. “Le tengo un especial cariño a esta institución, sin duda”, expresa.

Además de la cartelera habitual de los recintos, la programación del CCB incluye diversos festivales, tales como “Otras Latitudes, Festival de Cabaret, presentaciones de diferente tipo y eso me parece muy importante mantenerlo. También está el Festival de Jazz, cosas que son de la Coordinación Nacional de Música, pero que finalmente suceden aquí”, señala Lomnitz.

Sobre los modos de programación, el funcionario habla de un cambio importante en ésta, “hace varios años, cinco me parece, se comenzó a determinar la mayoría de la programación por medio de convocatoria pública. Antes de eso se recibían proyectos y había un consejo consultivo, pero finalmente era una selección que se tomaba directamente desde la coordinación, es decir, de parte de los funcionarios”.

Y señala “la convocatoria pública es de otra naturaleza, las compañías que quieren tener una temporada, tienen que presentar su proyecto en una convocatoria y la programación es seleccionada por un jurado independiente que cambia año con año”. El jurado, apunta Lomnitz, lo integran figuras de amplio criterio, “es la mejor manera que se ha encontrado para asegurar, tanto transparencia en la selección de los proyectos, como una apertura democrática”.

Este modo de programar, asegura, ha sido muy aplaudido y criticado a la vez, “lo que tiene la programación por medio de convocatoria, sobre todo, es que es un mecanismo muchísimo más transparente, en un medio en el que siempre ha habido reclamos de favoritismo, de que se programa a los amigos, siempre a los mismos”.

Finalmente, Alberto Lomnitz subraya que el CCB “es un espacio con una actividad que no se detiene nunca, desde luego, eso es la naturaleza del CCB y hay que mantenerla”.

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