Por Roberto Sosa/ En una oscura noche y bajo un tremendo aguacero salió a comprar un pastel y no sabe cómo volver a donde lo esperan, nadie le sabe dar información, se encuentra extraviado. De pronto siente la presencia de alguien, lo estremece. Buscando la dirección, llega a un lugar extraño, es una feria abandonada, por sorpresa aparecen tres payasos, oscuros como la noche. Su intención es hacerlo entrar, lo único que le piden es que diga sí, “sí” es la palabra clave.

Las luces se encienden y aparecen las atracciones propias para la diversión. Entrar en este sitio inicia una travesía hacia su infancia donde habitan los fantasmas del pasado. Cada clown toma el lugar de sus padres y de algún familiar cercano. Empieza divirtiéndose, se ve jugando, disfrutando su infancia, lo que no sabe es que el viaje incluye un recorrido por su memoria que lo hará revivir la pesadilla.

La autoría y dirección son de Gabriela Ochoa, el relato tiene como eje dramático el encuentro de un hombre con tres payasos que lo llevan de regreso a su niñez. Ochoa toma el absurdo, la farsa y el humor negro como elementos para narrar la historia. Su texto indaga lóbregos recuerdos que el protagonista esconde, para la autora la infancia es la etapa donde se forma al adulto y también donde se quedan grabadas las peores experiencias, así lo expresa su dramaturgia.

La dirección de escena es conforme con lo que escribe, cuida el tono y ritmo, es impecable. Aprovecha bien el espacio y conjunta apropiadamente los dispositivos escénicos y el talento de su equipo creativo. Bajo su conducción la tensión dramática logra su propósito, captar la atención del espectador. Su trabajo logra reflejar las sensaciones que un niño siente cuando ve un clown que no le agrada, que lo espanta. Payasos y protagonista compaginan emociones.

Las actuaciones son de Alejandro Morales, Romina Coccio, Carolina Garibay, Miguel Romero y Francisco Mena.

Existen tres tipos de payaso: Cara blanca, que es todo elegancia, serio, digno y autoritario; Augusto, impertinente, todo le sale mal y no desea salir nunca de la escena; y el Vagabundo, triste, deprimido, oscuro y siniestro. En esta última categoría están Romina, Carolina y Miguel, quienes además se desdoblan en otros personajes, geniales los tres. Francisco Mena bien y Alejandro Morales excelente como siempre.

Algodón de azúcar es con sabor amargo, el relato es como una pesadilla que vivimos despiertos. ¿Quién no ha soñado con payasos siniestros…? O los ve y le recuerdan malas experiencias durante su infancia. Los payasos en esta historia no divierten, detrás de su colorida apariencia esconden su tenebrosa personalidad. La obra entrelaza la alegría de una feria con tres chuscos personajes que la transforman en una siniestra realidad.

La obra se compone con elementos que la hacen atractiva y visual, conformada con un relato que transita entre la comedia y el humor negro. El espectador podrá disfrutarla o no, según su experiencia con estos personajes con nariz roja, que se visten de colores y se maquillan la cara. Una mascarada con claroscuros que no termina en sonrisas.

La puesta en escena cuenta con el diseño de escenografía de Félix Arroyo; iluminación, Ángel Ancona; video, Azael Sáenz; vestuario, Giselle Sandiel; escenofonía, Genaro Ochoa; máscaras, Felipe Lara. Actor y música en escena, Paco Castañeda.

Las funciones son en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural Universitario, hasta el 14 de mayo, consulta horarios y precios, aquí.