Por Mariana Mijares/ Los colibríes son las aves más pequeñas del mundo, pero también son de las que se mueven más; aleteando más de 50 veces por segundo. Como no pueden caminar, todo el tiempo están volando, desplazándose de un lado a otro.
Esas mismas ganas de quererse mover todo el tiempo siente Semiramis, la protagonista de Yo no soy de aquí, quien continuamente es molestada por otros niños por ser diferente, y quien tampoco es comprendida por sus papás. Ella anhelaría ser más alta, de la misma manera que otras quizá quieren tener el pelo lacio, o ser más delgadas.
En el fondo, Semiramis se siente colibrí, con ganas de moverse por todas partes, y sobre todo, de volar.
“Crecer significa hacer cosas que no te gustan”, reflexiona en algún momento.
“Crecer es calmarse”, le recuerdan sus papás, quienes intervienen por medio de voz en off.
A los 16, y luego de que sus padres le amarraron una alita para evitar que escape, Semiramis intenta distraerse un poco realizando ‘simulaciones’ de vuelo. Ella prueba brincando en su cama, en los columpios, el paracaídas y hasta el bungee, pero nada parece asemejarse realmente a la sensación de volar de verdad.
Fernanda Albarrán actúa, escribe y produce este monólogo, no solo compartiendo los sentimientos de la protagonista, sino también las sensaciones; sobrevolando el escenario en hermosos movimientos de danza área; a veces apoyada con un aro, otras veces en lienzos de tela.
Dirigida por Alan Uribe Villaruel y con coreografía área de Vala Meza, la actriz da vida a una joven curiosa, introvertida y sensible; pero también, a alguien que sabe lo que quiere y se moverá para conseguirlo a pesar de que, como en todo viaje, pueda haber caídas y tropiezos.
Además de la odisea de Semiramis, la dramaturgia de Albarrán incluye varios datos curiosos de los colibríes y una explicación del nombre, que se parece al de Semíramis, una reina que fue criada por aves, que gobernó Asiria durante 42 años y construyó la ciudad de Babilonia.
La propuesta de escenografía e iluminación de Aiem Castillo y Ana Luis Gama transforma el escenario del Centro Cultural El Hormiguero en los espacios de Semiramis: su cuarto, el colchón de su cama, la escuela o donde realiza una venta de garage, donde conoce a Luis, un joven que no se asusta por su hiperactividad, sino quien la entiende y la hace sentir lo que nunca había sentido.
Aunque Albarrán es la única actriz sobre el escenario, continuamente la obra emplea recursos ingeniosos para incorporar a más personajes, como cuando ella se coloca detrás de una sudadera para dar voz a su novio, o cuando su madre (interpretada por Mónica Bejarano) aparece hablándole a través de un televisor.
En esas breves interacciones con su mamá, Semiramis siempre está presente, reaccionando con los ojos, que se llenan de tristeza al saberse continuamente limitada.
“Me gusta volar, pero a nadie más le gusta que vuele”, reflexiona la protagonista sobre una situación específica pero que en realidad podría aplicarle a más de una persona. Si elegimos no hacer algo que deseábamos porque alguien más no lo aprueba, más adelante nuestros deseos y sueños pueden regresar a cobrarnos factura.
El monólogo tiene un diseño sonoro y música de David Almaga, quien construye y elige melodías que sirven para acompañar y elevar este viaje de una mujer que, como los colibríes, no se quiere quedar estática.
“Me voy de aquí porque aquí no puedo volar” dice hacia el final, determinada a trazar su propio camino.
“Hay que volar a pesar del miedo, a pesar de las razones para quedarse”, nos recuerda.
De este modo, Yo no soy de aquí resulta un hermoso trabajo sobre cómo alguien se descubre y redescubre continuamente, y que solo se sentirá verdaderamente libre cuando aprenda a volar por sí misma. Y es que, sin importar lo que hagamos en la vida, nadie nos puede hacer creer que aunque no seamos aves, no podemos volar…
La obra se presenta sábados y domingos, hasta el 26 de mayo, en el Centro Cultural El Hormiguero, consulta horarios y precios, aquí.
