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OTTO: Divertida y tierna búsqueda de la nariz perdida



Por Alegría Martínez/ El miedo se apodera de Otto antes de entrar a escena. Su nerviosismo ante el desafío de hacer reír al público y la pérdida de su esférica nariz, conducen a este personaje de circo y a sus cuatro colegas, a una incesante búsqueda sin palabras, sustentada en el humor, el juego y una hermosa música, que sumada a la iluminación y al espacio escénico, conforman un espectáculo entrañable y divertido.

Dos delgados maletines de madera se transforman en un banco y un espejo luminoso frente al que el clown completará su maquillaje sobre un blanco escenario enmarcado por luces que delimitan el ciclorama, como si su camerino fuera inmenso.

Acciones en cadena muestran la solidaridad de dos mujeres y dos hombres clown, que se apiadan de la pérdida nasal de Otto, quien se interna en una pesadilla bajo una tensa sábana, que se volverá un delgadísimo hombrecillo con nariz de pelota.

Una plataforma metálica rodante, desliza la festiva entrada en escena de los músicos: Diego Pérez en el contrabajo, Alberto Gallardo en el acordeón, y Omar Ranfla y Daniel Paz, que alternan en el clarinete, ataviados con prendas color blanco y gris con detalles de rombos, pliegues, tablones y olanes en amarillo, negro, verde, oro y beige, incluidos sombreros alusivos a su instrumento musical.

Con musicalización y arreglos de Bruno Medel, Daniel Paz y Alberto Gallardo, la fascinante interpretación sostenida de principio a fin por los músicos, apuntala las acciones de un elenco conformado por Horacio Arango, Paola Herrera, Anick Pérez, Santiago Manuel Fernández y Aldo Rodríguez, que proyecta una amplia gama de emociones, entre sombras, juegos de malabarismo, persecuciones y rutinas físicas que detonan exclamaciones de asombro en espectadores adultos e infantes.

La obsesión del personaje principal por encontrar su nariz de clown, sin la que se siente perdido, abre paso al juego escénico con una bola de estambre que se desmadeja en hilo, en soga que se asoma, huye y desaparece. Se torna en globos que caen del cielo, en una pelota gigante que viaja del escenario a las butacas, entre la algarabía de niñas y niños que gritan, responden, se emocionan, lanzan y se carcajean.

El paseo en monociclo de un pequeño títere-payaso, manipulado por Otto, antecede a la entrada de clowns sobre velocípedos de una rueda de distintas alturas y tamaños.

El breve viaje de los cinco personajes en una misma bicicleta, arranca expresiones de admiración entre los más pequeños y sonrisas en los mayores, que se tornan copartícipes de sencillas acciones ligadas a imágenes poéticas, como las cinco sombras que se proyectan desde el fondo del escenario en un continuo avance, cual si dejaran atrás su silueta para irrumpir hacia el horizonte investidos de color y forma.

Hombros de gran volumen, muslos abombados y torso amplio y frondoso como una crinolina, perfilan el cuerpo de personajes que portan pequeños gorros cónicos con flecos, golas de distintos colores y prendas combinadas en blanco con beige y verde, que ostentan borlas y círculos en tonos vivos, como parte del diseño de vestuario de Vladimir Maislin, también autor del diseño escenográfico, que unidos a la iluminación de Sergio López Vigueras y Roberto Paredes, convocan a la magia circense que nutre el elenco.

Otto, de Lucía Leonor Enríquez y Aziz Gual, con dirección e idea musical de Gual, abre paso a la admiración que produce ver actrices y actores sobre zancos, convertidos en monstruos que acechan a un clown temeroso y desnarigado; al deleite de observar a Paola Herrera caminar sobre una inmensa pelota roja, como si su personaje hubiera encontrado la nariz perdida, transformada en una inmensa esfera plástica sobre la que toda persona pudiera desplazase.

Con producción ejecutiva de Paola Herrera, asistencia de dirección de Janet Landin, asistencia de producción de Horacio Arango, y como responsables técnicos, Iván Loranca, e Iván González, La Bomba Teatro, invita a través de Otto, a espectadores de cuatro años en adelante, a ser partícipes de un viaje circense, actoral, visual y sonoro, que atraviesa el miedo con juegos, humor y música.

La obra se presenta sábados y domingos, hasta el 7 de julio, en el Teatro del Bosque Julio Castillo, consulta horarios y precios, aquí.

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