En este drama con toques de humor negro, la destacada actriz Susana Alexander logra cautivar a la audiencia con su interpretación de Alejandra, una mujer de 79 años que enfrenta el envejecimiento con dignidad.

Acompañada en el escenario por Fernando Canek, ambos actores nos envuelven con esta historia sobre una madre y su hijo, explorando cómo deben enfrentarse y reconciliarse frente a las percepciones que tenemos sobre los adultos mayores.

La velocidad del otoño, es el último montaje de Alexander, con el cual cierra una destacada carrera en las tablas, nos invita a reflexionar sobre la importancia de la autonomía, el amor y la apreciación de la vida en todas sus etapas. Al mismo tiempo, ofrece una serie de lecciones que reivindican la vejez, eliminando su connotación peyorativa, pues ser mayor no significa ser inútil ni carecer de criterio, sino todo lo contrario:

1. La libertad en la senectud. La obra nos muestra cómo es crucial que las personas mayores mantengan su identidad y autonomía incluso en las etapas avanzadas de la vida. Alejandra, la protagonista, encuentra fuerza en afirmarse a sí misma y en tomar decisiones que reflejan sus deseos y necesidades, incluso cuando enfrenta la presión de sus hijos. Todos merecemos el derecho a vivir nuestras vidas según nuestros propios términos y a mantener nuestra autonomía tanto como sea posible.

2. El amor y la comprensión intergeneracional. A lo largo de la obra, somos testigos de la compleja dinámica que existe entre madres/padres e hijos, resaltando la necesidad de comprender y apoyar a nuestros seres queridos en todas las fases de nuestra existencia. Mediante estos personajes, Doña Susana y Fernando Canek, nos muestran que el amor y la comprensión mutua son fundamentales, así como cultivar relaciones intergeneracionales basadas en el respeto, la empatía y el apoyo mutuo.

3. La belleza de la experiencia. En la trama la protagonista evoca continuamente sus recuerdos, desde su juventud, hasta su vejez, mostrándonos que la vida, al igual que una obra teatral, es una amalgama de géneros, que van desde momentos felices, cómicos, absurdos o complicados. Esto nos enseña que aceptar los cambios y encontrar belleza en todas las etapas de la vida, al igual que en la vejez, es un acto de valentía y libertad que nos permite abrazar nuestra verdadera identidad.

Un gran obra para despedir a una leyenda viva de nuestros escenarios, que nos deja muchas reflexiones no sólo como hijos o adultos mayores, también como personas. No te quedes sin verla, los sábados y domingos en el Teatro Rafael Solana, hasta el 30 de junio, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.

Por Itaí Cruz, Fotos: Cartelera de Teatro

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