Por Luis Santillán/ La duquesa de Malfi es un texto escrito entre 1612 y 1613 por el inglés John Webster, al autor se basó libremente en la vida de Giovanna d’Aragona (1502-1575), quien perteneció a la Casa Aragonesa en Nápoles, se cuenta que fue famosa tanto por su belleza (representó la inspiración para poetas y artistas de la época), pero sobre todo por una lucha constante por reclamar sus derechos.
El texto pertenece, por su estructura y tratamiento, al denominado teatro jacobino, la combinación de tragedia y comedia es una característica, pero sobresale por su grado de violencia escénica. En La duquesa de Malfi una mujer toma decisiones sobre su vida, acción que será el detonante para una serie de crímenes que alcanzan a todos aquellos que estuvieron en la vida de la duquesa.
En el planteamiento la duquesa muestra su dominio al no considerar la opinión de sus hermanos para decidir sobre su vida amorosa, se casa en secreto; los planes de quienes se oponen se ejecutan en el desarrollo. El asesinato se vuelve el protagonista del cierre de la obra, como buen texto jacobino la sangre se derrama de las maneras más violentas.
Bajo la dirección de Ruby Tagle Willingham se estrena por vez primera en México, Tagle convoca a Jesús Hernández y a Carlo Demichelis para crear el universo del montaje.
Demichelis propone un vestuario que evoca de manera certera la época en que ocurren las acciones, logra un contraste entre la duquesa y el resto a partir de la volatilidad de las prendas, eso permite que sea fácil dimensionar ese eco de terquedad entre formas y costumbres versus la libertad que desea tener y defender la protagonista de la obra.
Hernández coloca las acciones en una superficie con ligera inclinación (como la duela de los teatros clásicos) que potencia las posibilidades de la composición escénica, en el fondo plantea dos armerías o espacio para colocar espadas (imposible no pensar en una famosa saga literaria donde también las mujeres deben confrontar posturas caballerescas de los varones).
La superficie tiene destellos de luz que acentúan de manera orgánica diversos momentos de la obra, pero las espadas se colocan como parte de una promesa que no se cumple, o quizás esa es la intención, para que el espectador reflexione que la verdadera violencia está en las acciones de los hermanos y no en los momentos de combate.
Siempre que se ve el nombre de Tagle se sabe que habrá un gran cuidado en el trabajo corporal. En La duquesa… los mejores momentos son aquellos donde el movimiento es el vehículo de construcción: como ejemplo la muerte por ahorcamiento, o aquella por envenenamiento, crea secuencias que son brutales, violentas, pero que juegan metafóricamente como si se tratase de una danza tanática.
Actoralmente destacan Coral Vega y Mariana Estrada, ambas logran un desarrollo de su personaje, ambas deben transitar por lo cotidiano, por la complicidad cuando el gozo está en los personajes que acompañan, y llegar a acompañar la tragedia; en ellas se puede ver, de cierta manera, la estructura jacobina.
Quizá la puesta en escena logre cuajar con el paso de las funciones, en ocasiones el tiempo ayuda a que todos los engranajes de un montaje adquieran el ritmo, la intensidad, los matices que se tienen proyectados.
La duquesa de Malfi es una oportunidad para entrar en contacto con un texto de esos que solo se tiene acceso si se estudia en una escuela de teatro.
La obra se presenta de jueves a domingo, hasta el 14 de abril, en el Teatro Helénico, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.
