Por Kerim Martínez/ En la época actual, hablar abierta y honestamente sobre la depresión se vuelve una necesidad urgente. A pesar de los avances en la comprensión y el tratamiento de la salud mental, el estigma que rodea a la depresión persiste, convirtiéndola en un tabú silencioso que muchas personas luchan por enfrentar. Gracias a los estragos de la pandemia del COVID-19, tanto en los medios masivos como en las redes sociales, temas relacionados con la salud mental se volvieron visibles y cobraron particular importancia. Afortunadamente, en la dramaturgia contemporánea también se abordan estos temas.
Actualmente, se encuentra en escena la obra Django con la soga al cuello, escrita y dirigida por Antonio Vega y producida por Teatro UNAM, SACPC y Por Piedad Teatro. Vega relata que esta obra surgió en completo aislamiento en la recámara de su departamento en 2020, cuando la actriz y productora Ana Graham y él recibieron una invitación de una compañía neoyorquina para hacer teatro. Poco después, obtuvieron una beca que les permitió crear una versión digital en inglés, a la que llamaron Django in Pain. Posteriormente, Teatro UNAM les propuso realizar una versión digital en español. Finalmente, se llevó a cabo la versión teatral que actualmente se representa en la cartelera mexicana.
Un dramaturgo se siente inclinado a contar una historia feliz, pero se enfrenta a un gran problema: Django, su personaje principal, atraviesa una etapa complicada y ha tomado una decisión drástica: suicidarse. El escritor comienza su labor y se enfrenta a la difícil tarea de tomar decisiones para avanzar en el desarrollo de su trama. Quiere abordar un tema delicado como la depresión, con la esperanza de encontrar una salida luminosa, mientras que Django difiere con su creador y busca a toda costa cumplir con su objetivo.
La obra se narra como si fuera un cuento; los espectadores siguen la trama con facilidad y resulta fascinante para ellos poder adentrarse en la mente de un escritor y descubrir junto a él los distintos personajes que va creando alrededor de su protagonista. Algunos funcionan como apoyo y otros como obstáculo, pero todos tienen misiones específicas. El texto de Vega pudo haberse convertido en algo optimista y forzado, pero afortunadamente, tanto él como su personaje eligen caminos coherentes que ayudan a que la dramaturgia sea atractiva y fluida.
Ahora, lo que hace que Django con la soga al cuello sea una obra sobresaliente y diferente a lo que el público está acostumbrado es la manera de contar la historia a partir de la creatividad artística de Vega y de todos los que ejecutan la ingeniosa maquinaria teatral. Desde el momento en que el público entra en la sala, se encuentra con mesas en el escenario que parecen estar equipadas con utilería y maquetas (o pequeños sets).
Al dar inicio a la obra, el autor aparece con una especie de prólogo que ayuda al público a entender lo que está a punto de presenciar. Una pantalla blanca se despliega en el centro del escenario, y Vega se sitúa en su escritorio frente a su computadora para empezar a escribir ante su audiencia.
En primer plano se encuentra un tripié con varios celulares que capturan en vivo lo que va sucediendo. Un grupo de actores comienza a manipular hábilmente las maquetas sobre un escritorio, que simboliza el espacio de creación del autor, transformándolas en los diversos escenarios de Django, quien resulta ser un títere, al igual que los otros personajes (un cizañoso buitre, un simpático perro y un perverso lobo). Todo se proyecta en la pantalla, gracias a un operador (switcher) que selecciona qué toma debe ver el público, así es como empieza la magia de este espectáculo multidisciplinario. La atractiva dirección de cámaras está a cargo de Ana Graham.
Otro acierto del montaje es la realización en vivo de los efectos sonoros (Foley), a cargo de María Kemp, quien está muy atenta de todo lo escénico para cumplir su rol. Al igual que en las antiguas radionovelas en vivo, Kemp va creando ruidos, golpes, estruendos, chirridos y toda clase de sonidos incidentales.
La música, compuesta por Cristóbal MarYán, es ágil, fresca, divertida y congruente con el montaje. Destaca el número musical “Las trece casas”, interpretado por María Kemp, Antonio Vega y Emmanuel Lapin, convirtiéndose en una de las escenas más divertidas de la obra. En esta parte, los tres actores realizan las voces de muchos personajes diminutos que se encuentran deambulando en una maqueta giratoria llena de detalles.
Además de Vega, Graham y Lapin, el elenco también incluye a Belén Aguilar, Mónica García y Alfredo Veldañez. Su labor es esencial para que esta obra cobre vida; la precisión es su principal cualidad, y todos están comprometidos con el hecho teatral, formando un gran equipo. El diseño de iluminación es de Víctor Zapatero y Sheila Piedras, mientras que el diseño de audio y la edición de video en vivo corresponden a Xicoténcatl Reyes. La idea espacial, el diseño de utilería y títeres están a cargo de Antonio Vega.
Django con la soga al cuello se revela como una agradable sorpresa para el espectador en todos los aspectos. Ofrece una experiencia teatral y cinematográfica simultáneamente, a partir de un universo artesanal creado por artistas que se preocupan por transmitir un mensaje de apoyo a través de un personaje que atraviesa momentos difíciles y que cree firmemente que su situación no tiene solución. Vale la pena explorar esta propuesta delicada, puntual y sumamente conmovedora.
La obra se presenta de jueves a domingo, hasta el 2 de marzo, en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, consulta horarios y precios, aquí.
