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ANA CONTRA LA MUERTE: La vorágine del desamparo



Por Alegría Martínez/ Salvar la vida de su hijo, que adora los caballos y disfruta correr, es el único objetivo de Ana, a quien no detiene la enfermedad, la falta de recursos, ni el contundente “No”, que se atraviesa en su incesante búsqueda de esperanza.

El texto del dramaturgo, actor y director uruguayo, Gabriel Calderón, introduce al espectador a la vorágine del desamparo en el que se encuentra su personaje central, una madre presa de emociones que la arrastran entre el pesar de un nuevo diagnóstico en torno a la enfermedad de su hijo, el costo del tratamiento, la tristeza silenciosa y la aceptación de su condición por parte del chico y la convicción de que ella seguirá adelante cada vez que se encuentre un obstáculo.

El también autor de Más vale solo, Mi muñequita, y Mi pequeño mundo porno, entre otras obras, construye diálogos certeros, afilados y honestos, que apuntalan el texto de Ana contra la muerte mediante parlamentos propios de un personaje inteligente, preso de una desesperación que lo lanza a luchar contra el tiempo y la enfermedad, cuando ya se han agotado la generosidad ajena, la comprensión y los recursos materiales.

En una sociedad que exige conservar claridad y cordura en momentos de enfermedad, angustia y fragilidad extrema, cuando no se vislumbra una luz, el personaje principal de esta obra es una mujer que no pretende ser heroína, sino una madre determinada a luchar por ese ser, que al exhalar su primer respiro se adueñó de su amor, de su afán por mantener su bienestar, del imperativo de nutrir su alegría y alentar su creciente asombro ante cada nuevo descubrimiento.

Ana dice lo que piensa y hace lo que cree necesario, aunque su actitud -fuera de lo que otras personas esperan de ella- provoque un resultado opuesto al que persigue. Es así como el dramaturgo, que vivió una situación familiar semejante,
crea un personaje consecuente con su situación y consigo. En su texto, Calderón reconoce influencia de El libro contra la muerte, del escritor búlgaro Elias Canetti.

Mariana Giménez, actriz, docente y directora de obras reveladoras como La paz perpetua de Juan Mayorga y Nada, de Janne Teller, le otorga a cada palabra pronunciada por Ana, -personaje que interpreta en esta ocasión- esa textura rugosa de sonido seco que arrastra un dolor interno, cuando en un principio hizo brotar un agradecimiento que pronto se tornó en dolor y reclamo.

La experimentada actriz, hace transitar a su personaje, de la felicidad y la gratitud, al asombro, a la negación, a la pena más honda y posteriormente a la determinación que transforma a una madre en un ser casi invencible, trastocado por una pena creciente que se extiende en rabia sorda, hasta la vida de personas ajenas, como si éstas fueran en parte responsables de lo que ella vive como una gran injusticia.

Cierta de que hay madres que viven convencidas de que su objetivo es mantener con vida a sus hijos frente a cualquier circunstancia, Ana, inserta en un ambiente donde la sobrevivencia implica una permanente amenaza y un brusco desafío, se plantea el objetivo de matar a la muerte, con lo que el dramaturgo asume desde la coherencia, el peligroso laberinto del desamparo en el que se ha internado su personaje.

Cristian Magaloni, -docente, dramaturgo y actor, a quien hemos visto en memorables montajes: como protagonista de La ira de Narciso, de Sergio Blanco y como director de los montajes: Indecente, de Paula Voguel y Mirando al sol, de su autoría- dirige Ana contra la muerte con una cabal comprensión de la diversidad de conflictos que exhala la línea divisoria entre vida y muerte, incluido el cruce de fronteras entre ética y moral.

Magaloni y Giménez, se comunican, se entienden artísticamente y crean una ficción estremecedora mediante imágenes asidas a las palabras, a frases que cimbran el cuerpo del personaje, su mirada, sus manos suplicantes que parecen tocar el vacío.

Personajes que inciden en la trama, como la doctora especialista en cáncer, la amiga de Ana y su hijo, la policía norteamericana de Aduanas, la jueza, las mujeres reclusas, entre otros, son interpretados por Nohemí Espinosa, Montse Ángeles Peralta y Mariana Gajá, actrices que al representar más de dos personajes cada una, conforme avanza la acción, delinean con mayor profundidad, en algunos casos, a unos personajes que a otros.

La oncóloga a cargo de Monste Ángeles Peralta, la amiga de Ana y una de las presidiarias interpretadas por Nohemí Espinosa, así como la policía embarazada que representa Mariana Gajá, toman la oportunidad que la dramaturgia les otorga para crear la clara presencia de dichos personajes.

Ana contra la muerte tiene lugar en un escenario oscuro, donde la escenografía consta de plataformas de distintos tamaños, con pequeñas ruedas para su desplazamiento y mecanismos para ascender y descender. Esta especie de gran mecano, muestra la acción en lo que podría ser la casa del personaje principal, un pasillo de hospital, un callejón, un reclusorio, un aeropuerto y una sala de juicios entre otros espacios, hasta donde a ratos se cuelan rastros de neblina.

Emilio Zurita, diseñador de escenografía y dispositivos LED, pone énfasis en líneas rectangulares que destacan la orilla de lo que podría ser el filo de un escalón, o un espejo sin luna, con finos bordes de luz blanca que enmarcan un largo y oscuro vacío hacia el fondo.

La eficacia de los diseños de escenografía e iluminación en cuanto a la impresión de vacío e inestabilidad sobre pisos que suben y bajan, literalmente bajo las plantas del pie de Ana, como si no hubiera terreno fijo sobre el que pudiera pararse, así como el contorno luminoso que destaca una oscuridad que parece engullir a la madre, podrían causar un efecto mayor si se utiliza un silenciador para los módulos durante los cambios de escena y se practican aún más los movimientos a manos de las actrices para acallar el ruido de las ruedas y el metal, de forma que se pueda escuchar, entre otros, uno de los parlamentos clave del personaje principal, previo a la escena en la sala del juicio.

El diseño de iluminación de María Vergara, que subraya el abismo; el diseño sonoro, arreglos y música original, que transportan al espectador a esos no lugares por los que deambula el personaje principal con notas de una dulzura que se escapa desde su interior; el vestuario de Gisele Sandiel, que remite a personas comunes enfundados un unos jeans o en un uniforme caqui, forman parte del precipicio que se abre ante de Ana contra la muerte. El texto de Gabriel Calderón cuenta con producción de Ana Kupfer y los productores asociados Sergio Mingramm y Enrique Orozco.

La obra de Calderón que dirige Magaloni, es un montaje contundente que expone la dolorosa transformación de una madre, enfrentada a una pérdida para la que jamás podrá estar preparada.

Ana contra la muerte se presenta de viernes a domingo, hasta el 28 de abril, en el Foro La Gruta del Helénico, consulta horarios y precios, aquí.

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