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UN CUENTO DE NAVIDAD, EL MUSICAL: Una historia relevante y conmovedora



Por Kerim Martínez/ Existen historias que perduran a lo largo del tiempo, sin importar el medio en el que se presenten. Éste es el caso de las novelas del autor británico del siglo XIX, Charles Dickens, de las cuales se han realizado numerosas adaptaciones tanto en el cine como en el teatro a nivel mundial. Dickens se dedicó a criticar la sociedad de su época, abogando por la reforma social y fomentando la empatía hacia los menos afortunados. Su estilo literario era accesible y desenfadado, con una notable destreza para mezclar el melodrama con la comedia. Entre sus obras más destacadas se encuentran Oliver Twist, Grandes Esperanzas, David Copperfield y Un Cuento de Navidad.

A Christmas Carol fue escrito en 1843, en un momento en que la sociedad británica experimentaba cambios vertiginosos que generaban desigualdades y una creciente brecha entre las clases sociales. A lo largo de los años, se han realizado diversas versiones musicales de la obra, incluida la conocida adaptación de los Muppets. Sin embargo, una de las más destacadas llegó a Broadway en 1994, con la música de Alan Menken (La Bella y la Bestia, La Sirenita y Aladdin), letras de Lynn Ahrens y un libreto creado por Mike Ockrent y Lynn Ahrens (Anastasia y Ragtime).

A principios de diciembre de este año, el espectáculo hizo su debut en el Teatro San Rafael, gracias al impulso de varias productoras teatrales, entre las que se incluyen La Gran Audiencia, Playhouse Entertainment, Late Producciones, El Artista Invisible, En Llamas Producciones, RM Producciones, BH5 Studios, Producciones Pujol y Escena Producciones. La obra también tiene planeadas funciones en Monterrey, Puebla y Guadalajara, extendiendo así su impacto a diferentes regiones.

La trama, conocida por todos, sigue siendo relevante entre los espectadores que, cada año, esperan con ansias la temporada navideña para disfrutarla nuevamente. En una noche mágica, tres fantasmas visitan al avaro Ebenezer Scrooge, desenterrando su pasado, iluminando su presente y vislumbrando un futuro incierto. A través de estas revelaciones, Scrooge emprende un viaje emocional que despierta la compasión en su endurecido corazón.

A pesar de que la historia en sí es garantía de calidad, es importante destacar que este musical, que cuenta con la participación de veintiocho actores en escena, resulta sorprendente. La dirección escénica está a cargo de Óscar Carapia, quien nos ofrece un montaje elegante, divertido, conmovedor y de muy buen gusto (elemento tan escaso en la escena contemporánea).

La virtud principal que logra Carapia es el ritmo: desde que el telón se levanta hasta que viene el intermedio, el espectador no tiene tiempo ni de pestañear una sola vez; no hay oscuros innecesarios ni transiciones eternas para los cambios de escenario, todo se resuelve de manera ágil, inteligente y creativa. De igual manera, sucede en el segundo acto hasta llegar al final, logrando que el público se ponga de pie ante los actores.

Carapia comprende a la perfección el musical y lo adopta como propio, viviéndolo intensamente y desempeñándose como un capitán confiable en el que toda la tripulación deposita su plena confianza para sumergirse en la escena y narrar la historia de manera sincera. Cada movimiento en el escenario es preciso y organizado, los actores se desplazan con gracia, justificando cada paso que dan. Las coreografías, también a cargo de Carapia, infunden vida y magia en la escena, destacando los bailes de la fiesta de los señores Fezziwig y el cuadro fantasmagórico donde Jacob Marley advierte a Scrooge sobre la visita de los tres espíritus.

La atinada dirección se ve respaldada por el diseño de escenografía e iluminación de Félix Arroyo, que nos sumerge en la gélida Londres victoriana. La escenografía está compuesta por telones pintados y paneles que se mueven ágilmente, creando la ilusión de un constante cambio espacial. No hay ningún elemento llamativo ni distractor, lo cual se agradece, ya que permite que el público se enfoque en el virtuosismo del elenco en lugar de los valores de producción.

El diseño, la coordinación y la realización de los vestuarios de los personajes principales están a cargo de Estela Fagoaga y Miriam Quijano. La coordinación y el diseño del vestuario del ensamble son responsabilidad de Cristina Castañeda. La confección es impecable y la paleta de colores realza visualmente la escena, contribuyendo al impacto del espectáculo. Los actores lucen resplandecientes, creando la ilusión de sumergirse en la época en la que Dickens sitúa su historia.

La dirección musical y vocal está a cargo de Analí Sánchez Neri, quien durante poco más de noventa minutos logra cohesionar las casi treinta majestuosas voces de los intérpretes con una orquesta compuesta por doce músicos. Este logro hace que los espectadores queden conmovidos y entusiasmados durante todo el espectáculo.

Cabe destacar las voces de Caro Vélez (como la mendiga y el espíritu de las navidades futuras), Odette Villarreal (la Sra. Fezziwig), Diego Meléndez (el sobrino Fred), Ana Rivero (la novia Emily), Axel Alcántara (Bob Cratchit), Mauricio Hernández (el espíritu de las navidades pasadas), Eduardo Ibarra (el espíritu de las navidades presentes), y uno de los más sorprendentes es el niño Job Almanza (interpretando a Tim, el hijo de Cratchit).

El papel de Marley es interpretado por Óscar Piñero. El actor posee una voz prodigiosa y una presencia imponente desde el momento en que pisa el escenario por primera vez. Su altura iguala a su talento, y junto a sus compañeros de escena, logra construir uno de los mejores números musicales de la obra.

El ensamble demuestra un nivel de excelencia, trabajando de manera coordinada como una maquinaria de relojería.

Este desempeño destaca a Adal Ramones como el protagonista indiscutible del montaje. A lo largo de su carrera, Ramones ha participado en diversos musicales, como Los productores y Shrek, donde ha demostrado sus habilidades histriónicas.

En esta ocasión, el intérprete se aparta de su vena cómica para construir un personaje mezquino y ruin que se resiste tenazmente a cambiar. El actor se entrega al melodrama y nunca se aparta de su personaje para agradar o para generar empatía con el público, algo que suele hacer cuando está en la pantalla chica.

Adal se deja afectar por las escenas en las que el señor Scrooge revisa los momentos cruciales de su vida que lo han transformado en la patética persona que es en la actualidad. Sus ojos expresivos contienen hábilmente la emoción, y a pesar de no contar con una voz prodigiosa como la de sus compañeros, Ramones logra convencer al público de que es digno de su personaje.

Un cuento de Navidad, el musical es una producción capaz de tocar fibras sensibles en el público mexicano, recordándole la importancia de la empatía y la generosidad, especialmente en tiempos difíciles. El mensaje trasciende las barreras temporales y culturales, convirtiéndose en un clásico que ha sido adaptado en diversas formas a lo largo de los años.

Es una historia relevante que ofrece la esperanza de un cambio o una posible redención, no para borrar los actos cometidos en el pasado, sino para transformar el presente y vislumbrar un futuro mejor. Es una de las mejores opciones actuales para disfrutar de una salida al teatro en familia y vivir un espectáculo de alta calidad.

La obra se presenta hasta el 1 de enero de 2024 en el Teatro San Rafael y ofrecerá funciones especiales por temporada navideña, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.

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