Por Roberto Sosa/ Leonardo Da Vinci (1452-1519) fue un polímata (que abarca conocimientos diversos de la ciencia, el arte y las humanidades) florentino del Renacimiento italiano. Desarrolló ideas adelantadas a su tiempo, ideó objetos como el helicóptero, carro de combate, el submarino y automóvil. Su trabajo como pintor se asocia a dos obras maestras: La última cena (pintada con los apóstoles y Jesús de frente, como en una puesta en escena, hasta en eso se adelantó), La Gioconda y su famoso dibujo El hombre de Vitruvio.
Parado sobre el escenario un actor interpreta al personaje, con una parte de su extensa biografía construye un monólogo que de pronto se ve interrumpido por una llamada a su celular, atiende el teléfono y continúa, se coloca nuevamente barba y peluca para seguir hablándole al público sobre el legado que este genio dejó a la humanidad. La representación es junto a un enorme cubo que se desdobla formado múltiples formas geométricas, el poliedro más que una escenografía se convierte en un personaje más, cómplice del actor.
La autoría, dirección y actuación son de Rodrigo Murray. El texto es el resultado de una intensa investigación que hace sobre la vida de Leonardo da Vinci, que incluye pasajes poco conocidos sobre su vida personal, quiénes fueron sus padres, su infancia en Florencia y sus inicios en el arte. En tono de comedia la obra va del Renacimiento al siglo XXI, Murray es un actor representado a Leonardo, el desdoblamiento lo hace de forma excelente.
La dirección por la peculiaridad del texto no es limpia, escribir y dirigir su propia obra tiene dificultad, sin embargo, Rodrigo logra un buen resultado con una magnífica actuación apoyada en el cubo que le diseñó ex profeso el escultor Sebastián. La figura geométrica acompaña el relato, cambia y toma formas distintas, la iluminación se adhiere al espectáculo, es así que Murray logra crear una interesante relación entre personajes y las dos épocas con constituyen su dramaturgia.
Su actuación es inmejorable, matiza, se desdobla, crea, juega y sobre todo, disfruta mucho lo que hace en las escenas. El personaje que interpreta es un actor desempleado, que debe seise meses de renta y no ha pagado la pensión de su hija, se para en el escenario a intentar dar vida a un genio que vivió siglos atrás, y ganar un poco de dinero. A través de su actuación conocemos más de la vida del artista del siglo XV y también vemos un actor de teatro sobreviviendo en un medio hostil. Interesante dicotomía.
¿Por qué ver Leonardo? Porque es una buena puesta en escena, bien realizada, bien montada. Con un histrión cuyo trabajo nos acerca con aquellos que se dedican al teatro y no tienen empleo. La obra es una comedia que cumple el propósito de hacer reír y también pensar en Leonardo da Vinci, en su vida y obra. Rodrigo Murray trabaja junto al cubo, su cómplice en el escenario cuya geometría despliega el talento de otro gran artista, el escultor mexicano Sebastián.
Leonardo es teatro a una sola voz y con un solo actor, un monólogo que tiene como protagonista al polímata del Renacimiento, y es también una mirada al teatro desde dentro con un actor que interpreta a otro actor. El poliedro es como un túnel que transita a Rodrigo entre el siglo XV y el XXI, un camino con múltiples formas y colores que sumergen al personaje y espectador en el mundo del teatro.
El equipo creativo está conformado, por el escultor Sebastián, en la música Luis Ernesto Martínez Novelo “LU”, bajista de La gusana ciega; Félix Arroyo en el diseño de iluminación y Marcela Valiente, en el diseño de vestuario.
Las funciones son los sábados y domingos, hasta el 27 de agosto, en el Teatro Helénico, consulta horarios y precios, aquí.
