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TEBAS LAND: La delicada materia humana de la representación



Por Alegría Martínez/ Varios metros de alambre de púas coronan la parte alta de una malla metálica que rodea una cancha de baloncesto, espacio que ocupa todo el escenario y genera la ilusión de estar a cielo abierto. Al centro, un hombre joven observa, bota el balón, lanza tiros al aro, corre y se sienta a la espera, al parecer habituado a esa actividad silente que contiene al desasosiego.

Tebas Land es una obra que sobrecoge. La anécdota parte del propósito de un dramaturgo y director de teatro, que se adentra en una cárcel para entrevistar a un joven parricida y trasladar su historia a la escena. Lo enigmático de esta obra consiste en el descubrimiento del homicida cuando percibe que alguien lo mira como ser humano en lugar de vigilarlo, en lo que cambia dentro del dramaturgo al recibir la mirada del joven, y en el proceso de construir el milagro que solo puede producir la representación.

El reconocido autor franco-uruguayo, de Tebas Land, Sergio Blanco, desarrolla en su texto, el proceso de gestación del montaje desde que el personaje del dramaturgo-director, se propone que sea el parricida quien haga el papel de sí mismo en el teatro. Intención, que ante los obstáculos de las autoridades penitenciarias, requiere diversas modificaciones.

La presente adaptación mexicana, que hace alusión a la labor de teatro penitenciario que realiza desde hace años Itari Marta en el Foro Shakespeare, toma de inspiración el patio del penal de Santa Martha, espacio del que sólo se verá la cancha de baloncesto, diseño escenográfico de Ingrid SAC, que ubica eficazmente al espectador al ras del encierro y de la libertad, donde el metal pone el límite entre el hombre que vive en libertad y el joven recluso, espacio donde ficción y realidad conviven intensamente.

El dramaturgo y también autor de La ira de Narciso, afina los elementos de auto ficción que utiliza en sus obras para desarrollar una complejidad reveladora que entrelaza los pormenores de la creación artística y muestra paralelamente, los motivos que pudieron haber impulsado al joven a cometer el crimen, el mecanismo de defensa que ha generado para sobrevivir su encierro y la situación por la que pasan las personas en una sociedad como la nuestra, que anula toda posibilidad de emancipación.

El personaje del director-dramaturgo, que en escena es representado por Mauricio García Lozano, es un hombre culto que estudió en París y busca comunicarse con un joven que nunca tuvo oportunidad de desarrollar alguna habilidad socialmente aceptable, -fuera de jugar baloncesto desde que se convirtió en interno del penal-, actividad que en algo lo libera de la presión que soporta en su interior.

García Lozano se autodirige, en el papel del artista y dirige a Manuel Cruz Vivas en el rol del parricida y en el del actor que lo representa en escena, desafío que exige de Cruz Vivas crear ambos personajes y transformarse en uno y en otro de manera intermitente según lo exija la acción, labor que resuelve con solvencia.

Tebas Land adentra al espectador en el terreno del proceso de creación de una obra testimonial, de forma que hace partícipe al espectador de los retos que implica su escritura, la atmósfera de un casting, el azaroso camino para crear sensaciones, construir escenas y resolver retos artísticos, al tiempo en que descubre las interrogantes surgidas en el protagonista de la historia real, inserto en un universo que de entrada le resulta incomprensible.

Inspirado en el mito de Edipo, en Un parricida de Maupassant, en Dostoievski y el parricidio, de Freud, en Los hermanos Karamazov y en algunos rasgos de la vida del joven Mozart y su música, el autor franco-uruguayo, desarrolla más allá del crimen y las posibles causas de inducción, -los abusos de las autoridades, la relación con el padre, la espesa materia en que se transforma el tiempo y la espera en el encierro-, el encuentro entre dos seres humanos distintos, que en la ruta que exige un montaje teatral, se adentran en la delicada y compleja materia humana de la representación.

Escenas en las que el parricida, Martín Santos, pregunta cómo va a “hacer” alguien de él, sin ser él, e inquiere si ese actor lo arremedará y si el dramaturgo-director anotará todo lo que el joven le cuente, progresan en el planteamiento de Sergio Blanco desde la elocuencia, el poder y la necesidad de la mirada, de que ésta sea devuelta, de ser vistos y de ver desde fuera, como el espectador que observa las pantallas laterales, cual ojo escrutador al que no escapan movimientos en la cancha.

García Lozano crea a un personaje que tiene mucho que ver con su actividad como director y con su yo real, como si la encomienda fuera hacer el papel de sí, de modo que se conduce como un director paciente y a la caza, -que progresa rumbo a su objetivo-, a ratos comprensivo, por momentos a la defensiva, exasperado y contenido, tierno, distante y seductor, seducido a la vez por la persona y objeto de su estudio.

Manuel Cruz Vivas, arisco al principio como Martín Santos, abre la gama de emociones que invaden al joven confeso, desde su postura hostil, hasta su fragilidad, su trágica historia, sus dolencias y su espíritu inocente, con la agresión como autodefensa, en contraste con el azoro del joven actor que lo representa, curioso y ávido de cumplir tanto las expectativas del dramaturgo-director, como las propias en tanto actor teatro.

Ante un vaivén de acciones entre presente y pasado, el espectador es partícipe de un revelador y emotivo encuentro entre dos personas que se enteran de la flaqueza y la fortaleza del otro; el recluso mediante una información que obtiene a cuentagotas y el dramaturgo-director, mediante la confianza y la necesidad de atención, escucha y cercanía del joven que termina por expresarse a torrentes.

La obra y el montaje producido por María Inés Olmedo, cuenta con el director asociado Miguel Santa Rita, el diseño de escenografía, iluminación y vestuario de Ingrid SAC, la asistencia de dirección de Quetzalli Cortés, la asistencia de producción de Gabriela Catalán y la asistencia de escenografía, iluminación y vestuario de Constanza Etchechury.

Tebas Land (que como dice el personaje del dramaturgo-director, alude a “una zona ambigua y oscura, un territorio incomprensible que todos tenemos dentro”), abre la gozosa oportunidad de mirar, desde distintos ángulos a la especie humana en su continuo intento por recibir de vuelta una mejor mirada de sí misma.

La obra se presenta de viernes a domingo hasta el 26 de junio en el Foro Shakespeare, consulta horarios y precios, aquí.

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3 comentarios sobre “TEBAS LAND: La delicada materia humana de la representación

  1. Electrizante, pasó el tiempo rápidamente, sin sentirlo. Apegados y pegados a nuestras butacas debido a la emoción y la expectativa

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