LAGUNILLA MI BARRIO: Una surreal y comprobada fórmula de entretenimiento

Por Ulises Sánchez/ Lagunilla mi barrio, de Ariel Miramontes y Daniel Chávez, llegó al Centro Cultural Teatro 2 para recordar que el folclor de los barrios populares en la ciudad es una fórmula comprobada para desconectarse de las frustraciones cotidianas y adentrarse en una premisa que no pretende nada más, que solo entretener y reír de manera sencilla, al compás de coreografías hilarantes y referencias a un estado de algarabía llevada a las últimas consecuencias.

Si lo que buscabas era la copia precisa de la película de 1980 protagonizada por Manolo Fábregas y Lucha Villa, bajo la dirección de Raúl Araiza, aquí no la encontrarás. Sin embargo, el elenco encabezado por Ariel Miramontes en su comprobado personaje de “Albertano”, junto a Maribel Guardia, Violeta Isfel, Freddy y German Ortega  “Los Mascabrothers”, Daniel Bisogno, Lisardo, Alma Cero y por supuesto, la inconfundible Laura León “La tesorito”, se encargan de borrar los momentos de melodrama y, en cambio, ofrecen 2 horas y media de una adaptación dinámica que transita por un humor aparentemente involuntario, donde la diversidad sexual y la inclusión tienen un espacio importante al interior de esta fiesta.

En escena, la comedia muestra el caótico, colorido y peligroso barrio de la Ciudad de México, la Lagunilla, en donde conoceremos a don Abel, un elegante y refinado hombre que tiene la intención de poner un negocio y generar ingresos. No obstante, durante el camino se encontrará con diversos personajes que le dejarán claro que las apariencias engañan y que, incluso en los lugares menos esperados, se puede encontrar un nuevo amor.

Dentro de La Lagunilla también hay rufianes, tipos duros que buscan definir su territorio a la menor provocación, así como engañar a cualquier incauto con trucos de magia baratos o la eficacia de sus puños.

Es dentro de esta realidad un tanto violenta, que Ariel Miramontes y Daniel Chávez, apuestan por la visibilización de la diversidad sexual, por medio del personaje que interpreta German Ortega, una persona que se define como parte de la comunidad LGBTQ+, quien mantiene encuentros constantes con uno de estos hombres, ejemplificando la homofobia y los estigmas sociales, mismos que son transformados al final del relato y penetran con un poderoso mensaje adecuado para el espectador asiduo a este tipo de entretenimiento.

Aquí, Maribel Guardia y Violeta Isfel, cumplen con su rol de mujeres enamoradas, una madre y una hija que deciden enfrentar los obstáculos que su contexto les coloca. Por un lado, tenemos a una mujer madura que quiere darse una nueva oportunidad para amar, pero su violento pasado con un ex convicto la alcanza; y en segundo lugar, tenemos a una joven enamorada que no puede disfrutar libremente de su romance con Albertano, por los prejuicios de su mamá.

Bajo esta premisa, el diseño escenográfico, a cargo de Sergio Villegas y Miguel Moreno, nos brinda la recreación de comercios coloridos, con nombres puntuales que engloban más de un significado, donde las tortas de doña Lancha son las más populares y ricas. Aquí también verás a Albertano vendiendo lencería apócrifa, de calidad y sobre todo, buen gusto, en su local exclusivo para señoritas, con algún que otro puesto ambulante preparado para huir de la “justicia”.

Asimismo, el interior de la sala también cuenta con referencias a los grandes salones de baile y bares tradicionales de tiempos atrás, donde las vedettes hacían gala de sus contundentes movimientos y el humo de tabaco terminaba de completar aquel cuadro. En las paredes, encontramos fotos de las grandes estrellas de ayer, con la banda en vivo se encuentra suspendida en un balcón, a la vista de los espectadores ávidos de pronta diversión.

Con todas estas referencias, no hace falta esperar diálogos rebuscados, ni momentos desgarradores, producto de la diferencia abismal de clases, los excesos, los crímenes y los peligros constantes al interior del barrio.

Aquí la puntualidad de las historias, y la urgencia por detonar una gran cantidad de luces Led a la menor provocación, al compás de coreografías coordinadas, aderezadas con momentos de humor, así como con canciones conocidas por todos, donde Laura León “La tesorito”, funge como una aparición etérea en un par de números musicales, dedicados a la pasión y júbilo de un romance naciente, una conjunción de elementos que provocan que el montaje brille por su coherencia al conocer perfectamente al público que pagará un boleto.

¿Y cómo no pagarlo?, porque si existiera una licuadora gigante, donde pudiéramos mezclar romance, risas, ropa interior femenina, luces estridentes, personajes incluyentes sumados a la presencia de Laura León, Los Ángeles Azules, La Lagunilla, Albertano y altas dosis de alcohol, daría como resultado, una deliciosa y surreal bebida, ¡espera!, ya existe, se llaman licuachelas y las venden en la dulcería.

El equipo creativo en esta producción está conformado por: Javier García en la coreografía; Sergio Villegas y Miguel Moreno en el diseño de escenografía; diseño de iluminación por Ángel Núñez; producción musical a cargo de Alex Carrera; Carlos Rámirez como coach vocal; Sergio Santoyo y Alejandro Zambrano en el diseño de audio; vestuario a cargo de Estela Fagoaga; maquillaje de Mariana Gonzáles y en la dirección residente, Gabriela Aldaz.

Las funciones son de viernes a domingo en el Centro Cultural Teatro 2, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.