Por Cartelera de Teatro / Estamos ante un momento que nos reta. Es paradójico, hoy que más necesitamos del otro, de un abrazo solidario, debemos – y es una gran responsabilidad hacerlo- mantenernos alejados. Debemos cuidarnos para cuidar al otro, es una ecuación simple pero nada sencilla.

En febrero de este año cumplimos ocho años en Cartelera de Teatro. Durante todo ese tiempo, prácticamente no hubo un día sin teatro en nuestras vidas. Es cierto, no es la primera ni la última vez que los teatros bajan el telón; lo hicieron durante los dolorosos días posteriores al sismo del 2017, también lo hicieron recientemente para exigir #NiUnaMás, y mostrarnos lo que sucede en este mundo sin las mujeres. Sin embargo, entonces cerraron para volcarse a las calles, para estar cerca del otro, para estar codo a codo; hoy la historia es distinta, debemos evitar todo lo que convoque cercanía, y el teatro es precisamente eso, cercanía.

Las ciudades en todo el mundo se detienen, bajan el ritmo, la gente se queda en sus casas, las actividades paran. El teatro no puede abstraerse de ello, porque no es reflejo de la vida, es parte de ella. Es, como dijo Brecht sobre el arte, un martillo para darle forma a la realidad. Hoy el teatro, para cumplir su parte, ha parado. Ha caído el telón, va quedando este silencio.

Hoy es 27 de marzo, el Día Mundial del Teatro. Será, como pocas veces, una conmemoración más que una celebración. No habrán obras ni montajes en espacios públicos, no habrá funciones gratuitas para llevar al público a las salas, no habrá teatro callejero ni fiesta.

Queda la sensación de haber despertado en una serie clásica de misterio, donde de pronto el mundo no es el mismo de siempre. En él ha cambiado algo: un detalle, una situación, la vida no es la misma. Parece que hemos abierto los ojos en una novela de ciencia ficción, en un mundo distópico, donde, como en El país de las últimas cosas de Paul Auster, todo va desapareciendo y dejando espacios vacíos; sin embargo, en este caso, no es la búsqueda de la muerte sino la preservación de la salud la que nos retrae hacia nuestras casas.

¿Se imaginan este mundo sin teatro? ¿Algo así es posible? ¿Puede desaparecer de golpe el brillo y la magia que sucede sobre un escenario? Muy triste suena un mundo así, donde no es posible transformarnos ni reconocernos en el otro.

La respuesta es, estamos convencidos, un rotundo no. Es imposible imaginar un mundo así, porque en esencia el teatro es eso: imaginar, soñar, jugar. Ni siquiera las mentes más oscuras de la humanidad han creído que pueden prescindir del arte teatral, incluso ellos han comprendido que no hay manera de silenciarlo; han tratado de controlarlo y también en ello han fracasado, porque la imaginación y el teatro son indomables, su semilla está en el alma de lo humano. Superan el tiempo, la distancia, hacen posible lo imposible.

Pronto sonará la tercera llamada y volveremos al escenario que es la vida. Nos gusta pensar que lo haremos más fuertes, más solidarios, con más sueños y sabiendo que el único límite es la imaginación. Se prenderán los reflectores y sobre las tablas sucederá la magia. Nuevamente podremos fundirnos en un abrazo, podremos reír, llorar y cantar como siempre lo hemos hecho… y habremos aprendido algo de tanta ausencia.

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