Por Luis Santillán/ Paloma Pedrero escribe en 1987 El color de agosto, su texto ha sido escenificado en algunos países y con la dirección de Adrián Rubio tiene temporada en el Foro Bellescene.
El texto naufraga, aun así es muy socorrido, según cuentan. Es una obra cercana a la pieza donde dos mujeres fingiendo que todo está bien charlan sobre el pasado, se pretende crear misterios al no verbalizar la información, sin embargo las líneas de construcción y la pobreza en el desarrollo de personajes por parte de la autora provocan que nada sorprenda dado que todo está anunciado desde el primer bloque.
¿Qué leen aquellos que deciden llevarla a escena? Ese es el verdadero misterio que encierra el texto de Pedrero; quizás en los ochentas centralizar los problemas de las mujeres en torno al amor de un hombre provocaba algo, hoy en día es cuestionable el tratamiento de los personajes, los reduce a sombras accionadas por una rivalidad banal. El texto tiene los vicios, las trampas y los clichés de cualquier guión de telenovela que no desea arriesgar ni un ápice.
La dirección de Rubio trata de reorientar, reducir, limpiar y cubrir las deficiencias del texto, gasta mucho de su creatividad en evitar el naufragio de una puesta en escena que tiene como lastre el texto, y en parte lo logra, por eso cabe preguntar sobre los alcances de él como director si tuviera un texto que realmente fuera su aliado y no su mayor problema. Hay decisiones que quizá fueron tomadas por pudor; en un bloque donde el desarrollo de relación de los personajes implica usar los cuerpos como lienzos, donde el texto explícitamente marca dónde debe ir la pintura, la puesta en escena vela la acción haciendo que se pinten sobre la ropa interior, y queda como una contradicción, no sólo de las palabras emanadas por los personajes, sino del espacio creado, de la línea erótica establecida, del momento al que los personajes han conducido la dinámica de relación. Es totalmente cierto que lo erótico puede no requerir la piel expuesta, pero si las palabras, los cuadros que crean el estudio, la dinámica de los personajes van dirigidas hacia allá, ¿por qué no ser consecuentes?
Mariazel Olle es la razón para acudir los sábados a ver esta obra, lucha por crear un personaje que no sea sólo una caricatura y lo logra la mayor parte del tiempo, juega con los ritmos del personaje, da matices y establece puentes emotivos con el espectador. Entre ella y la propuesta del director establecen un universo que por ratos respira de manera orgánica, que por momentos mantiene la promesa de que algo ocurrirá.
El Foro Bellescene está buscando posicionarse como un referente teatral, se requiere de la suma de muchas voluntades para que ocurra, pero las más importantes siempre serán las del público, que en todos los casos tiene la última palabra.
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