Por Luis Santillán/ 7 billones de habitantes y yo sigo sintiendo frío es la resultante de un proceso auspiciado por el Programa Incubadoras de grupos teatrales de Teatro UNAM y en su tercera temporada se presenta en el ciclo de Ópera prima del Centro Cultural Helénico.
El punto de partida del proyecto es la exploración, sólo que no es legible qué se quiere hacer con dicha exploración. Es innegable que el equipo actoral está comprometido con su hacer, es claro cuáles fueron los detonantes y quizá en un primer momento el camino creativo que recorrieron cumplió las expectativas del grupo.
Varios de los momentos muestran que germinaron a partir de ejercicios de improvisación, es evidente que los ejecutantes fueron sumamente sinceros con la información que compartieron con el dramaturgo, para que éste organizara el material, se pueden ver los nervios, tendones y músculos del proceso, sin embargo, lo que no es tan palpable es la consecuencia de dicho proceso.
Diego Cristian Saldaña tiene el crédito de dramaturgia y habría que entender que, aparentemente, su función en realidad fue la de un dramaturgista, y cumple cabalmente. La dramaturgia, así como la creación escénica, es de los mismos ejecutantes (que firman como NADDA), y aún cuando hayan sido asesorados por Claudio Valdés Kuri, ambas adolecen de un punto externo, la propuesta se vuelve autocomplaciente porque el punto de criterio es el de la “honestidad”.
La preocupación temática, así como el trabajo en escena, es muy “honesto” mas falta que se defina cuál dirección es necesaria tomar. Hay bloques que pretenden ser performaticos, hay otros donde se apela a una construcción dramática. El paso de un formato a otro parece arbitrario, en conjunto construyen poco, da la sensación de estar ante algo que no tiene progresión y que tampoco suma, lo que ocurre en la escena podría ser cualquier cosa y el resultado no tendría alguna modificación porque las acciones carecen de consecuencias.
Lo que el espectador consume con este proyecto no es tan distante a lo que podría ver si entrara a ver ejercicios actorales de una escuela profesional de teatro y eso en sí no en cuestionable, sin embargo, no estaría de más que fuera informado con anticipación. Alguien podría ver la propuesta y determinar que está ante una deconstrucción o un desmontaje, pero no es así, se está ante un interés profundo de exploración, sólo eso. ¿Es desproporcionado exigir una resultante y no sólo el proceso? Quizá sí en tanto que es el primer proyecto construido como NADDA.
El trabajo escénico de Nicolasa Ortiz Monasterio, Arantza Muñoz Montemayor, David Illescas, Daniela Luque y Alejandro Guerrero tiene la promesa de ser bueno, es necesario ver otro trabajo por parte de ellos para poder emitir juicios.
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