La expectativa que la obra ha causado proviene en buena medida a la prohibición de estreno que durante algún tiempo mantuvieron sobre ella las autoridades capitalinas, argumentando un supuesto contenido inmoral que enaltece la homosexualidad. Sin embargo, la directora logró movilizar a sectores importantes de la comunidad teatral y consiguió finalmente el levantamiento de la prohibición. Como dato curioso se consigna que en el programa de mano ha sido necesario dar a conocer que los actores están felizmente casados y con hijos, de manera que no se les identifique con los personajes interpretados.” Así evoca Luis Mario Moncada en su libro Así pasan… Efemérides Teatrales 1900-2000 el estreno, el 22 de mayo de 1974, del montaje mexicano de la pieza de Mart Crowley, Los chicos de la banda.

Al centro de la anécdota no están los chicos, está la mujer que se movilizó para que la censura cesara y se pudiera conocer una obra importante para el entendimiento de lo que en esos años estaba ocurriendo en México a raíz de lo que estaba sucediendo en el mundo: el reconocimiento de los derechos de la comunidad homosexual y lésbica. El reconocimiento que en nuestro país impulsó ella, la directora de esa y tantas obras de combate, Nancy Cárdenas.

Oriunda de Parras de la Fuente, Coahuila, Nancy María Magdalena Cárdenas Martínez se convirtió en un referente de la cultura del Siglo XX, no solamente por ser actriz, directora, dramaturga, traductora, productora, locutora, escritora, periodista y cineasta, sino por ser figura pionera del activismo a favor de lo que hoy conocemos como la comunidad LGBTQA+.

Aunque aprovechó los espacios en la radio -condujo en Radio Universidad programas como El cine y la crítica– y en las revistas -fue reseñista cultural en Él y Ella– para levantar la voz, su casa fue el escenario teatral.

Nancy recurre al teatro como una trinchera de batalla para apoyar la transformación social que paulatinamente se fue dando y que nos permite en la actualidad tener la mayoría de los teatros de la ciudad de México programas permanentes donde obras de teatro LGBT se llevan a escena”, comenta el investigador y especialista en literatura y cultura LGBT, Ernesto Reséndiz Oikón.

Inició como actriz hacia 1955 en obras como Fuenteovejuna de Lope de Vega, bajo la dirección de Álvaro Custodio, en el Teatro Clásico Español de México y, en contraste, participó del movimiento de vanguardia Poesía en Voz Alta, actuando en la Cuarta égloga de Juan de la Encina, bajo la dirección de un muy joven Héctor Mendoza y más tarde en Asesinato en la Catedral de T.S Elliot, dirigida por José Luis Ibáñez. Actúa en el celebrado montaje de Xavier Rojas al Viaje de un largo día hacia la noche de Eugene O’Neill protagonizado por Isabella Corona y Augusto Benedico y en la puesta en escena que el niño terrible del teatro de esa época, Juan José Gurrola, realizó de Despertar de primavera de Franz Wedekind.

Aunado a esas experiencias, Nancy hizo estudios de Cine y Dirección Teatral en Polonia. Con ello, desde 1960 se arrojó al ejercicio de la dirección teatral, logrando una de las trayectorias más prolíficas, diversas y ricas de nuestro teatro. En un entorno dominado por hombres, durante treinta y tres años, Cárdenas se impuso con un estilo y, sobre todo, una ideología que resultan, vistos a varios años de distancia, únicos dentro de la escena mexicana.

Su debut fue con El Señor Puntila y su criado Matti de Bertolt Brecht en el Teatro de la Universidad y siguió con obras como Picnic de Fernando Arrabal, que hicieron a los críticos y a la comunidad teatral voltear para verla. Y vaya que fue vista.

Al iniciar la década de los setenta entró de lleno a las grandes ligas, dirigió a un “monstruo sagrado”, Carmen Montejo, en la pieza del norteamericano Paul Zindel, El efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas, en donde la primera actriz era acompañada por las muy jovencitas Angelina Peláez y Luisa Huertas.

El encuentro con La Montejo fue fundamental para la trayectoria de Cárdenas, pues aprendió no solamente de sus dotes histriónicas, sino de su expertise como productora -incluso, Nancy asesoró a Carmen cuando ésta debutó como directora en el montaje ¡Ah, qué mujeres!

Enseguida dirigió a otras talentosas jóvenes actrices: Susana Alexander y Blanca Sánchez en Aquelarre de Friedrich Ch. Zauner. Después dirigió a otro “monstruo sagrado”, Ofelia Guilmain, en …Y la maestra bebe un poco también de Paul Zindel.

En junio de 1974 estrenó Cuarteto, una obra de E.A Whitehead sobre la libertad sexual que incluía el primer desnudo frontal masculino en una obra de teatro mexicana, a cargo de los actores José Alonso y Octavio Galindo, quienes protagonizaban junto a Ana Martin y María Rojo.

Una semana antes del estreno de Cuarteto en el Teatro El Granero del INBA, había iniciado, al fin, la temporada de Los chicos de la banda en el Teatro de los Insurgentes. Y si bien se trata de una obra que en la actualidad puede resultar francamente inofensiva, en su momento levantó ámpula al tratarse de la primera obra abiertamente gay del teatro mexicano.

Para entender la importancia de este momento y la decisiva participación de Nancy Cárdenas, Ernesto Reséndiz nos recuerda que “por sus convicciones de izquierda profundas y auténticas que tuvo a lo largo de su vida, Nancy se involucró en luchas y movimientos sociales desde muy joven y de manera apasionada. Lo hizo como militante del Partido Comunista, también en el Movimiento Feminista, del que se desencantó cuando los grupos feministas excluyeron a las mujeres lesbianas, y, por supuesto, como fundadora y pionera del Movimiento de Liberación Homosexual en México”, el cual surgió en 1971 -dos años después de la revuelta de Stonewall, en Nueva York- impulsado por ella y por los escritores Carlos Monsiváis y Luis González de Alba.

Para 1974, Cárdenas ya era una activista reconocida en materia de derechos homosexuales y, dando un paso más, ya había declarado en una entrevista con Jacobo Zabludovski, en televisión nacional, que era lesbiana.

La propia Carmen Montejo en una entrevista con la periodista Sonia Riquer en La Jornada, lo expresó así: “Ella es la única mujer como del primer mundo que ha existido en México, en todos los aspectos. Nancy decía lo que quería y no tenía ninguna traba. Nancy era muy segura, nunca bajó la cabeza ante ningún hombre, pensaba muy femeninamente, y no hubiera sido lo que era si no hubiese amado tanto lo femenino”.

Tras estrenar Los chicos de la banda, siguió con obras como La isla de Athol Fugard, con Sergio Jiménez y César Bono, Rodeo de Aleksander Scibor-Rylski, El ancla de E.A Whitehead, con la presentación teatral de Patricia Reyes Spíndola, Los soles truncos del puertorriqueño René Marqués, con Carmen Montejo, Bertha Moss y Blanca Guerra, Si todos los hombres del mundo… de Gabriel Arout y Aquí entre nós de Alan Ayckbourn.

Por si esas obras no fueran suficientes para su actividad en la década de los setenta, la traductora y directora presentó tres propuestas distintas que le dieron aún más notoriedad: con Misterio bufo de Darío Fó, en 1978, se anotó el triunfo de poner en escena por primera vez en nuestro país al imprescindible comediógrafo italiano.

En 1979 logra dos creaciones contrastantes: por un lado una versión teatral de la novela mayor de la literatura nacional, Pedro Páramo, y por el otro, una comedia musical, a partir de Claudine en la escuela de Colette. Claudine era la joven actriz y cantante Laura Zapata. En el elenco de Misterio y Claudine, destacaba el actor Gustavo Vasconcelos, quien más adelante simplificaría su nombre y, al ser Tito, se convertiría -desde su propio estilo e ideología- en uno de los más justos seguidores del legado de Cárdenas. Con Claudine en la escuela, inicia una tetralogía en la que el centro deja de ser el hombre homosexual.

Cuando Nancy Cárdenas se da cuenta que ya hay grupos de activistas gays, que se habla de la homosexualidad en la prensa, que se escriben novelas sobre el ligue gay en la ciudad de México, ella decide cambiar su activismo hacia el lesbianismo y representar historias lésbicas”, recuerda Reséndiz Oikón.

Así, en la década de los ochenta presenta dos textos de su autoría: El día que pisamos la luna, que marca el debut en teatro de Angélica Aragón y El pozo de la soledad de Radclyffe Hall, en la que hace mancuerna con Irma Serrano “La Tigresa”, quien produce y protagoniza la obra en su teatro, el Fru Frú.

Y es que, para esos años, Nancy se movía más en los grandes formatos pues, a decir de Reséndiz, “lo hace desde el teatro comercial porque a ella le cierran los espacios del teatro universitario o institucional. Pero ella no se achicó ante el reto que significaba hablar de los temas de la diversidad sexual desde ese tipo de teatro.”

Antes de estas dos obras de su autoría que fueron bien ponderadas dentro de su género, Nancy Cárdenas logró el que tal vez fue su punto más alto como directora teatral.

En 1981, dirige Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, obra del exquisito dramaturgo alemán Rainer Wender Fassbinder -quien, al igual que Bergman, es mejor ubicado como gran cineasta-, llevando a la cima de la teatralidad la pasión lésbica, encarnada en la Petra Von Kant que interpretaba Beatriz Sheridan, quien aunque ya tenía varios triunfos teatrales en su haber, con ésta puesta en escena terminó por consagrarse como una protagonista del teatro del siglo XX. La misma directora la acompañaba en escena -en un personaje mudo- junto a otras actrices. Los elogios para la actriz y para la directora fueron muchos. Escritores como Alberto Dallal y Germán Dehesa han coincidido, en diferentes textos, en que la obra lograba convocar a una legión de fieles que acudía en varias ocasiones a ser testigo de esas amargas lágrimas.

En contraste a este refinado montaje, Cárdenas dirigió teatro popular: Las hermanitas de Acámbaro, con libreto de Margo Sú, protagonizada por Lucha Villa, Ninón Sevilla y María Victoria; y Aprendiendo a ser señora de Federico S. Inclán, con Carmen Salinas a la cabeza del reparto.

Pocos años antes de sucumbir ante el cáncer, adaptó la obra “As Is” de William Hoffmann, pionera en hablar sobre la epidemia de VIH-SIDA en el mundo, y la escenificó como SIDA… Así es la vida, con José Alonso y Octavio Galindo. Era 1988.

Cuando la epidemia del SIDA hizo estragos en la población gay de la ciudad de México, ella entendió que el teatro era esa trinchera para llevar los temas urgentes de la sociedad a la reflexión de los públicos, del gran público reunido en el teatro, que se emocionaba y se conmovía con las historias que Nancy presentaba sobre el escenario,” señala el investigador, Reséndiz Oikón.

En la misma estela, en 1990 estrenó el espectáculo Sexualidades, de su autoría y en 1992 cambió el juego: dirigió un texto escrito por la actriz Emma Teresa Armendáriz -quien en la década de los cincuenta y sesenta introdujo varias obras del realismo norteamericano en dupla con el director español Rafael López Miarnau-: Quisiera arrancarme el corazón.

Dos años después, exactamente el 23 de marzo de 1994, horas antes de que el país se paralizara frente al magnicidio del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, Nancy Cárdenas partió.

A 90 años de su natalicio y en su 30 aniversario luctuoso, es notable el avance y, al mismo tiempo, el largo tramo que falta para lograr a plenitud el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBTQA+ y su justa y digna representación en los escenarios.

Pero el camino está andado y la primera pisada la dio Nancy Cárdenas y por ello -y por tanto-, la cineasta Olivia Peregrino, la directora teatral Mabel Garza y el propio Ernesto Reséndiz Oikón, entre otros, le han organizado el tributo nacional:  “Una guerrillera disfrazada de artista 2024: Homenaje a Nancy Cárdenas”, que inició en marzo de este año con la proyección de su único filme, el documental México de mis amores y concluirá en diciembre, cuando concluyan las funciones de su obra El día que pisamos la luna, bajo la dirección de Mabel Garza, en Torreón, Coahuila, y se haya presentado el libro con su Poesía reunida en el Colegio de México.

En el ínter, se presentarán las Jornadas Académicas “Escena teatral y políticas del deseo. Nancy Cárdenas a 90 años de su nacimiento” en el Cenart (29 al 30 de mayo), se presentará el libro “A propósito de lunas… Textos dramáticos de Nancy Cárdenas, “Yo amo la revolución sexual” y “El día que pisamos la Luna” en Torreón (30 de octubre) y las jornadas del Seminario Histórico LGBTTTI Mexicano, en la Ciudad de México, serán en su honor (5 a 9 de noviembre).

Siguiendo las huellas de la creadora y activista, actualmente la Cartelera de Teatro, al menos de la Ciudad de México, está nutrida de pasos firmes y contundentes.

Al menos en su reposición en 2019 -dirigida por otra digna seguidora de su estela, Pilar Boliver- nadie osó a impedir el estreno de Los chicos de la banda ni los actores del elenco necesitaron aclarar su orientación sexual. La banda se reunió sin sobresaltos -claro, nunca falta una cara o un gesto en las butacas o en las redes sociales- y seguramente Nancy Cárdenas, desde donde quiera que esté, era una más de las que les ovacionaba y festejaba su relajo.

Por Enrique Saavedra, Foto: X @FilmotecaUNAM

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