Por Luis Santillán/ Laura no goza celebrando su cumpleaños, en parte porque su familia nuclear no le da realce a ese tipo de momentos, sin embargo, cede ante el entusiasmo de Rodrigo y los padres de éste; lo que parece un evento trivial, poco a poco, va implosionando para convertirse en una dinámica de exposición donde Laura y Rodrigo establecen que las cosas no son como aparentan. Ésa es la línea de construcción que emplea Nelson Valente, dramaturgo argentino, para dar forma a su textoLos perros.

En los primeros minutos de planteamiento el padre de Rodrigo comparte recuerdos donde los protagonistas son los distintos perros que le han acompañado en diversos momentos de su vida; la siguiente ocasión donde el tema vuelve a aparecer es para que la madre de Rodrigo plantee que los recuerdos terminan siendo selectivos, pues ella tiene otra visión sobre esos sucesos, también sirven para hacer una analogía sobre la forma en que él ha tratado a su familia.

Emilio Guerrero crea el personaje del padre, la fuerza está en cómo construye el cotidiano, cada manifestación de un recuerdo tiene la vivacidad para que el público lo crea cierto, para que sientan que son parte del momento social; le da al personaje una ingenuidad que lo protege de los conflictos, su propuesta convierte al padre en alguien, que aun sabiendo lo errado de su accionar, se le tolera porque pareciera que realmente cree en lo que pregona. Los matices son sutiles, pero precisos, contundentes.

Sofía Álvarez está a cargo de la madre -alterna el personaje con Paloma Woolrich-, establece un contrapunto con lo creado por Guerrero, eso es importante porque logra establecer un matrimonio fácil de identificar: la esposa tolerante, aquella que elige los momentos para frenar el delirio de la pareja, quien tiene los pies en la tierra y equilibra el entorno. Enriquece su creación con instantes perturbadores, ya sea por sus palabras, por sus acciones, por sus silencios, pero, sobre todo, por el estado emotivo que acompaña cada momento.

Ignacio Riva Palacio – alterna con José Ramón Berganza- hace a Rodrigo. Tiene dos bloques centrales, el primero donde raya en lo fársico; el otro donde expone su capacidad actoral, en éste aprovecha cada suceso real de la escena para alimentar el estado del personaje, en lugar de que lo azaroso le distraiga, lo toma para enriquecer el momento emotivo por el cual atraviesa su personaje. Construye con una contención que le brinda el piso emocional para cuando el personaje modifica la situación.

Paula Watson tiene el personaje de Laura, su trabajo tiene un freno, no queda del todo claro si viene desde el texto o la propuesta de dirección. Desde el inicio de la obra mantiene una línea que no tiene variaciones, la charla sobre el incidente del metro poco repercute a nivel escénico porque nada es diferente. Lo cierto, sea cual sea la razón de lo expuesto anteriormente, es que lo hace bien, construye un personaje afectado, donde es totalmente evidente que no está en el mejor momento.

La propuesta de dirección es de Cristian Magaloni, trabaja con la creación de la rutina, donde la celebración es la síntesis de ese grupo de personas con charlas que se repiten, acciones que se conocen de antemano, apariencias que ayuden a soportar el día a día.

Magaloni usa el planteamiento para ahogar a Laura a partir de lo atosigante que es la dinámica familiar de Rodrigo, explota el comportamiento que evita los conflictos para tensar la relación entre la festejada y la comparsa. En el desarrollo direcciona tanto a Watson como a Riva Palacio para que las preguntas que les atormentan ocasionen el huracán emotivo que ponga de cabeza el mundo; para el cierre aprovecha el optimo trabajo actoral de Guerrero y así lapidar las pretensiones de los personajes.

El director tiene una buena percepción del ritmo, del abanico emotivo que le ofrece su elenco. El texto tiene las características de la pieza: personajes complejos cuyo comportamiento es atractivo, que responden de manera exponencial a cada situación, pero que no tendrán una modificación; lo importante es el personaje ante la situación. La dirección es coherente con esas condicionantes.

Magaloni ha trabajado textos de autores extranjeros, ha logrado que los elementos se acomoden a un contexto donde el acontecer de los personajes tiene un profundo calado en el espectador. En Los perros, la crisis está alimentada por las frustraciones de los personajes, da la impresión de que la disputa es entre las expectativas y la realidad, solo que puede dar la impresión de que los personajes, más que una encrucijada, están ante un falso dilema.

Laura está inconforme con su dinámica laboral, con las dinámicas de las reuniones; Rodrigo expone que sus restricciones laborales son peores, que la relación con sus padres es superficial, pero no queda claro a qué están renunciando para soportar eso. El personaje del padre, que podría ser el opositor, termina siendo el de mayor sensatez porque es el único que no cede ante los exabruptos.

La pieza tiene una gran potencia para contener conflictos existenciales de gran calado, Magaloni tiene la habilidad para lograr eso con su propuesta, la suma provoca que el público reaccione a lo creado por el elenco, el efecto cómico permite magnificar la crisis porque libera al espectador y vuelve significativo el tormento de los personajes.

Los perros ofrece un sólido trabajo actoral, una propuesta que se disfruta gracias al trabajo del elenco que es potenciado desde la dirección, la obra bien puede ser un reflejo del agobio emocional de quien lo mira, los personajes son empáticos y se goza el tiempo de la escena.

La obra se presenta miércoles y jueves, hasta el 11 de julio, en el Foro Shakespeare, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.

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