Por Mariana Mijares/ Así como en una historia de misterio hay que conocer varias perspectivas para acercarse a la verdad, en Incógnito, los fragmentos de vida de cada personaje llevan a revelar el enigma que rodeó la mente de Albert Einstein.

A manera de contexto, cuando Einstein murió en abril de 1955, tras aplicarle la autopsia, el patólogo Thomas Stoltz Harvey decidió llevarse -sin autorización- su cerebro para poder estudiarlo. Él estaba convencido de que sus experimentos revelarían el misterio detrás del genio del celebrado científico, pero pasó el resto del siglo sin poder sustentar su teoría.

Sobre este tema se han hecho otras adaptaciones; por ejemplo, el año pasado el festival Hot Docs estrenó The Man Who Stole Einstein’s Brain, documental que abordaba de manera detallada todo lo que pasó con el cerebro del Premio Nobel de Física; incluyendo que solía estar guardado en la cajuela de Thomas.

Tomando el caso real como base, el autor inglés Nick Payne escribió en 2014 Incógnito, que se presentó primero en Londres y luego off-Broadway de Nueva York protagonizada por Charlie Cox, Heather Lind, Morgan Spector y Geneva Carr.

Al igual que en otro de sus trabajos: Constelaciones, que combinaba la física cuántica y el amor, en Incógnito la estructura es clave: varias historias son divididas en pequeños fragmentos que el espectador va armando como en un rompecabezas.

Con relativamente poco tiempo, y mucho que contar, se invierte poco tiempo en desarrollar a cada uno de los personajes, que terminan sumando 21. En México interpretados por Mario Bakas, Ana Cuesta, David Farji y Fernanda Monroy.

De este modo se nos presenta a Evelyn (Cuesta), la nieta adoptiva del hijo de Einstein, aunque al inicio de la obra cuenta que más bien podría ser su hija, producto de un amorío del científico. Ella necesita una prueba de ADN, y lo único que queda de Einstein es, precisamente, su cerebro.

Varias veces vemos a Henry Molaison (Bakas), quien perdió la memoria a corto plazo tras una operación que intentaba curarle la epilepsia. Su esposa (Monroy) suele visitarlo, y es tratado por el doctor Victor (Farji). Él se encuentra en un desgarrador ciclo en el que no puede retener memorias, y mientras su pareja intenta con paciencia conectar con él, Henry parece tener la mente en otro lado.

Por otro lado, el foco se va a Thomas Stoltz Harvey (Farji), el patólogo que robó el cerebro y que dedicó su vida a estudiarlo, perdiendo su sanidad en el proceso. También conocemos a su esposa (Cuesta).

En otros momentos, vemos la relación incipiente entre Martha (Cuesta), una neuropsicóloga contemporánea, y Patricia (Monroy), la joven abogada a quien conoce en un bar, y tras una noche de tragos, borrachera y conexión, empiezan a salir. Martha se ha descubierto recientemente como lesbiana, pues estuvo casada por más de una década y tiene un hijo, detalles que le oculta a su nueva pareja.

Las historias de Thomas y Henry están basadas en historias reales; mientras que la de Martha vincula los motivos temáticos de la mente y la familia.

La manera en la que los directores Mariana Bardán y David Farji ayudan a los espectadores a diferenciar la enorme cantidad de personajes en la puesta deliberadamente minimalista de Payne, es mediante el vestuario. Prendas clave sirven como marcadores visuales que permiten al espectador identificar a cada personaje interpretado por los actores; quienes en promedio representan a más de cuatro roles con el apoyo de una escenografía mínima, como bloques blancos móviles que se transforman en sillas o un piano. Además del vestuario, algunos actores refuerzan la diferenciación mediante el tono de voz, como David Farji al encarnar al ansioso patólogo, o Mario Bakas al adoptar un tono tranquilo para Henry.

Aún con estas distinciones, Payne intenta conectar tantas historias al mismo tiempo que por momentos cuesta trabajo mantener el hilo; y, sobre todo, empatizar e interesarnos por los personajes.

El autor constantemente nos desafía a establecer paralelos entre los varios protagonistas y las escenas que se desarrollan. Sin embargo, pocas escenas se extienden más allá de los cinco minutos, lo que significa que justo cuando empezamos a sumergirnos en una trama, nos llevan a otra. Pareciera que el dramaturgo intenta abarcar demasiado, pero termina por profundizar poco.

Si bien este autor nominado para el Laurence Olivier y un Tony es reconocido por su habilidad para integrar de manera natural ideas filosóficas y científicas complejas con personajes comunes, en esta ocasión el texto puede sentirse sobrecargado. A pesar de que Incógnito trata sobre los misterios que rodean al cerebro de Einstein, la trama termina siendo -irónicamente- demasiado ‘cerebral’, lo que le juega en contra.

No obstante, la obra que se presenta en el Foro Shakespeare resulta una interesante exploración de aspectos fundamentales de la conciencia humana; en particular, del genio, la memoria y el sentido de identidad. Eso sí, requerirá de tu atención absoluta, y de todo tu cerebro.

La obra se presenta los viernes hasta el 5 de julio y luego los jueves del 18 de julio al 15 de agosto en el recinto de Zamora 7, Col. Condesa, consulta horarios y precios, aquí.

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