Por Mariana Mijares/ La experiencia de ir a un Chick-fil-A es muy particular, esta cadena de fast food originaria de Georgia se ha vuelto particularmente popular en los últimos años, y luego de sortear largas filas, se puede probar de un sándwich de pollo crujiente que resulta particularmente memorable gracias a una salsa secreta llamada Chick-fil-A® Sauce.
Quizá inspirado en una experiencia en este lugar, o en tantos otros de comida rápida, Greg Kotis y Mark Hollman escribieron el musical ZM, en el que las personas han empezado a transformarse en zombis hambrientos de carne humana, hecho que podría estar conectado a una hamburguesa cargada de carne de res, tocino, pollo, queso, huevo y salsa secreta del lugar conocido como ‘Chicken Hutt’.
El musical, que se considera cierra la trilogía de Kotis integrada por Urinetown y Nación primordial (Yeast Nation (The Triumph of Life), se presenta en México a manera de premiére mundial, producto de la larga y fructífera relación que ha tenido el autor inglés con el director mexicano Miguel Septién.
Como en las anteriores dos obras de Kotis, ZM continúa explorando un mundo distópico. En Urinetown, el acceso a algo tan básico como un baño era un verdadero lujo; en Nación primordial, las levaduras enfrentaban la escasez de alimentos y debían someterse a las estructuras legales; y, ahora en ZM, la humanidad está siendo extinguida por la amenaza zombi, con lo que cada obra refleja a una sociedad que sucumbe ante diferentes tipos de colapso; ya sea por recursos, ley o supervivencia.
En el montaje que se presenta en el Teatro Milán, las actuaciones de Alain Peñaloza, Vanessa Bravo, Flor Benítez, Eduardo Siqueiros, Gaby Castillejos, José Grillet, Jimena Parés, Luisa Cortés, Andrés Elvira, Melissa Cabrera y Sabrina Gerson dan vida a personajes que deben luchar por sobrevivir y descubrir la verdad casi con las mismas ganas.
Esta es una coproducción entre Ícaro (compañía de teatro dirigida por Septién) y V. Batista, quienes ya habían trabajado juntos en de Sweeney Todd: El barbero asesino de la calle Fleet.
Desde los primeros instantes de ZM, el elenco elegido por Septién, la mayoría integrantes de su compañía Ícaro, sorprende con una gran energía para interpretar el número “Memento Mori” y posteriormente “Zombis”.
Dentro del elenco, figuran actores con quienes Miguel colaboró previamente en Nación Primordial y recientemente en Sweeney Todd, como Flor Benítez, Eduardo Siqueiros, José Grillet, Jimena Parés, Luisa Cortés, Andrés Elvira, y Melissa Cabrera.
A manera de adición, destaca la presencia de dos jóvenes: Alain Peñaloza y Vanessa Bravo, él conocido por La vida es mejor cantando (y próximamente Superhéroe, El musical) y ella una de las interpretaciones más memorables de Todo mundo habla de Jamie, y que le valió el premio ACPT como Actriz en Rol de Soporte en Musical. Su frescura y energía destacan enormemente en este montaje, además de que provocan continuamente las risas, como en el tema “Indefinidamente”, en el que sus personajes se juran amor eterno, o eso creen… “Esto es para siempre…” cantan convencidos. “Según yo es para siempre”, complementan después llenos de duda.
Flor Benítez, quien notoriamente colaboró con Miguel en Sweeney Todd, vuelve a entregar un buen papel como una Consultora de Nutrición y Responsabilidad Social.
Otro patrón recurrente en las producciones de Ícaro es la apuesta por una escenografía minimalista, y en ZM, bajo la dirección de Félix Arroyo, este enfoque incluye elementos como cortinas derruidas montadas en estructuras móviles y cajas rojas que los actores desplazan para crear las diferentes escenas. Esta simplicidad se complementa con detalles ingeniosos, como cuando los personajes suben a un ‘auto’; momento en el que dos actores, de manera silente, se colocan al frente con diademas que proyecta luz, simulando los faros del vehículo y aportando así un toque simpático.
El diseño de vestuario de Giselle Sandiel tiene a la mayoría de los personajes con uniformes típicos de empleados de cadenas de comida rápida: pantalones de mezclilla, camisetas con el logo de Chicken Hutt (tremendamente parecido al de Chick-fil-A), chalecos y gorras rojas. Para añadir realismo, los trajes están sucios y desgastados, reflejando los meses de supervivencia sin acceso a una regadera y las batallas contra los zombis, creando una atmósfera de deterioro que va en línea con la escenografía, y obviamente, con el tono del montaje.
Aunque por momentos cuesta entender por completo las letras de las canciones, los números grupales resultan muy memorables, particularmente “Manjar carnal”, en el que se escucha la perspectiva de los ‘zombis’; u “Hoy nos toca” que marca el fin del primer acto.
En sus letras, Kotis y Hollman tocan temas relevantes como la crítica al mundo corporativo, señalando cómo algunas empresas no solo explotan a sus empleados, sino también al planeta.
Particularmente en ZM, esta crítica se entrelaza hábilmente con la relación entre la comida rápida y la epidemia zombi, llevando la sátira a un nivel más profundo.
La obra guarda además una sorpresa final, con un giro clave en los últimos minutos.
Los jóvenes empleados, obligados a luchar por su supervivencia, nos inspiran a cuestionar nuestro propio papel en empresas que priorizan las ganancias sobre las personas y el planeta.
De este modo, a través de esta parodia del mundo del fast food, Kotis y Hollman no solo cierran su trilogía sobre mundos distópicos, sino que también nos invitan a observar las implicaciones del consumo desmedido, y quizá, hasta de consumir demasiada comida rápida.
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Fotos: Cortesía Pop Comunicación