Por Mariana Mijares/ A veces, la vida no se cocina como la imaginamos. Planeamos nuestra historia como una receta, enlistamos algunos sueños como ingredientes, mezclamos esperanzas con determinación y hasta dejamos espacio para una pizca de improvisación; pero de pronto nos encontramos con algo que no sale como esperábamos.

Waitress es ese luminoso recordatorio de que, aunque los ingredientes cambien, siempre podemos adaptar la receta y encontrar nuevas formas de endulzar nuestro recorrido; porque sin importar lo difícil del trayecto, Todo mejora.

Desde la primera melodía: ¿Qué hay ahí? (What’s Inside), la obra nos introduce en esta metáfora culinaria, donde los diferentes elementos no solo pueden conformar un platillo delicioso, sino también representan el viaje
hacia el auto descubrimiento, y, sobre todo, a recordar en qué soñábamos.

Este musical que tuvo una prueba en agosto de 2015 en el American Repertory Theater de Cambridge, Massachusetts, finalmente estrenó en Broadway en abril de 2016; también fue el primero en abrir tras la pandemia. Tras casi una década, tenemos la oportunidad de verlo por primera vez en México gracias a Playhouse, quien lo dota de un sabor fresco y local.

El montaje mexicano cuenta con una base sólida: la experiencia de Carlos Mtz Vidaurri y Daniel Delgado, los productores de Bule Bule, El Show, Asesinato para Dos y Siete Veces Adiós; la escenografía de la gira que luego se volvió la del musical de Broadway y la visión de Abbey O’Brien, quien viajó a México para supervisar la dirección, apoyada por Paula Zelaya Cervantes como Directora Asociada (y quien también se encargó de adaptar el libreto), y de Natalia Saltiel como Directora Residente.

Los vestuarios, diseñados por Estela Fagoaga, se inspiran en el diseño original del montaje, el cual, a su vez, toma referencias de la estética de la película Waitress, escrita y dirigida por Adrienne Shelly, que se estrenó en el Festival de Sundance en 2007 y que tuvo como protagonista a Keri Russell. Lamentablemente, Shelly no pudo ver el impacto que su historia tendría (falleció trágicamente asesinada meses antes); sin embargo, su legado se mantiene vivo en este musical que se ha presentado no solo en Broadway sino alrededor del mundo.

Ese mismo espíritu de sensibilidad y entrega se refleja en la nueva producción que se presenta en el Teatro San Rafael de la Ciudad de México, en la que cada detalle se cuida para hacerle justicia a la historia original, pero si hay un ingrediente especial que hace que este montaje realmente “suba”, es el talento de su elenco, notablemente liderado por Aitza Terán, quien da vida a Jenna, la protagonista.

Jenna es una mujer sencilla que vive en un pequeño pueblo y trabaja como mesera en un diner, donde se encarga de hacer más de 20 variedades de pays frescos cada día. Sin embargo, su vida está lejos de ser tan dulce como sus creaciones, pues está atrapada en un matrimonio con Eric, un hombre controlador y violento.

A pesar de su corta edad, Aitza logra seguir los pasos de “meseras” notables como Jessie Mueller, Katharine McPhee, y por supuesto Sara Bareilles (responsable de la música y letras) para cocinar a una Jenna llena de matices. Su interpretación es como una receta bien equilibrada: fuerte pero vulnerable, apasionada pero contenida, soñadora pero resignada, hasta que un cambio en su vida la impulsa a querer recuperar el control de su historia.

Siempre presente y luminosa en el escenario, generosa con sus compañeros, y con una voz impecable en cada melodía, Aitza logra no solo la mejor actuación de su carrera sino una de las más notables que se haya visto en el universo del teatro musical mexicano.

Su versión de Quien solía soñar (She used to be mine) merece mención aparte. Con la adaptación de las letras de Alan Estrada, este tema se convierte en el momento más introspectivo de la protagonista, cuando realmente se mira a sí misma desde afuera, analizando sus conflictos y contradicciones. La canción habla sobre la pérdida de identidad, los sueños que dejamos atrás y y la lucha por reencontrarnos; algo que Aitza ha compartido ha vivido en carne propia, lo que le permite traducir ese sentimiento en cada nota y en cada una de las emociones que le pone a este tema que se ha vuelto el himno de Waitress.

Y como cualquier mujer necesita de amigas leales, Aitza está bien acompañada en el escenario por Denisha y Monica Campos, quienes impulsan a Jenna a salir adelante y aportan comedia y dinamismo a la obra. Denisha da vida a Becky, una mujer con arrojo y atrevimiento; mientras que Mónica regala una Dawn llena de inocencia y ternura y que logra una increíble mancuerna con Jonathan Portillo.

Portillo, quien interpreta a Ogie (otro de los personajes más memorables y que originara Christopher Fitzgerald) entrega una versión completamente diferente de este hombre con pasión por los personajes históricos y varias peculiaridades; entre ellas que ciertos días solo come alimentos blancos. El actor no teme al ridículo y lo aprovecha a su favor, entregando una interpretación hilarante con una propuesta de comedia que va más allá de los diálogos sino explorando también el humor físico, lo que alcanza su punto máximo en el número No te vas a deshacer de mí (Never Ever Getting Rid of Me), que sacude tanto al diner como al público del teatro en una ovación prolongada.

Otra intervención notable es la de Gerardo González como Joe, el ‘Ángel de la guarda’ de Jenna, y quien, de manera similar a su personaje de Venancio en Hoy no me Puedo Levantar, es crucial para guiar a los protagonistas en su trayectoria. Este personaje confirma que todos necesitamos de alguien que crea en nosotros, incluso cuando nosotros hemos dejado de hacerlo. Al inicio de la obra conocemos a Jenna como una mujer atrapada, no solo por su matrimonio, sino por su propio fatalismo, por la idea de que su vida es lo que es y que ya no puede cambiarla.

Su historia va más allá de una crisis personal; es también el reflejo de un ciclo difícil de romper, pues más allá de su envoltura azucarada y del dulce aroma a pay que impregna el teatro, Waitress toca una temática compleja: la violencia doméstica sistemática (pues la madre de Jenna también sufrió abuso). La historia advierte que estos patrones pueden repetirse, pero lo hace desde una perspectiva esperanzadora y luminosa. Con ingredientes como voluntad, amor propio, independencia económica y el apoyo de un círculo de amigos, -nuestra familia elegida-, siempre existe la posibilidad de cambiar el rumbo de nuestra vida.

La vida no siempre se hornea con los ingredientes que planeamos, pero eso no significa que no pueda hacer algo hermoso y dulce con lo que tenemos. Y esa es la esencia de Waitress: reafirmar que siempre será posible encontrar nuevos ingredientes, ajustar la receta y hornear un futuro distinto.

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Fotos: Norberto Reyes