Por Luis Santillán/ La madre de Ele le indica que no debe entrar por una puerta en específico, Ele al querer saber la razón obtiene como respuesta que en ese cuarto ahora vive “un no monstruo”. La curiosidad de Ele hará que, con el apoyo de Be -su mejor amiga-, enfrente a la criatura que ahora vive ahí.

Sara Pinet obtuvo un premio por Un no monstruo que no vuela, su propuesta invita a reflexionar sobre la forma en que la intolerancia dentro de la familia la puede transformar en monstruos. Habla de empatía para que, a pesar de las confrontaciones, haya un respaldo en momentos de crisis; emplea la curiosidad de su personaje infantil para que sea el mecanismo donde la reflexión y el perdón propicie un cambio de perspectiva.

En la propuesta de Pinet las cualidades de Ele hacen que los intereses temáticos estén dosificados, eso permite que las preocupaciones del personaje sean lo que da peso al desarrollo anecdótico. A partir de las motivaciones del personaje se desarrolla la historia de fondo, decisión muy acertada para que el espectador vaya descubriendo la naturaleza del “no monstruo”.

Isabel Becerril hace el diseño de escenografía e iluminación, propone una gran puerta que emula el trazo de una novela gráfica, la escala y textura crea un universo desde la perspectiva de Ele; el espacio estimula el matiz del relato, contrapuntea con la propuesta de vestuario (de Ana J. Bellido) y brinda posibilidades para alimentar los ambientes.

MariCarmen Núñez Utrilla destaca del elenco, interpreta a la madre, con las pocas apariciones que tiene logra crear a un personaje totalmente empático, crea una entidad que establece familiaridad con el público; hace de la madre una presencia de apoyo que -al llegar a la parte final- se le dimensiona con mayor admiración.

Ariesna González interpreta a Be, su trabajo crea a una mejor amiga que remite a muchos referentes haciendo que el enlace con el público sea rápido, ayuda a que Ele establezca sus preocupaciones y motivaciones.

Luz Elena Aranda interpreta a Ele, su trabajo es bueno, tiene secuencias donde es muy interesante lo que logra con el personaje. Valentina Sierra (también a cargo de la dirección) hace una especie de desdoblamiento del personaje, de tal manera que muchas veces se tiene a las dos haciendo a Ele y, aparentemente, eso no ayuda a la creación de Aranda.

Un no monstruo que no vuela es una propuesta divertida, donde la reflexión sobre los temas se produce gracias a que los personajes son empáticos, el sentirlos cercanos crea un ambiente que permite vivir un proceso semejante al que le ocurre al “no monstruo”, es una oferta que tendrá eco en las jóvenes audiencias por el tratamiento de los personajes, al mismo tiempo tendrá eco en el resto del público por los guiños nostálgicos hacia la década de los años 80.

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