Por Luis Santillán/ Carlo Collodi publica entre 1881 y 1883 lo que posteriormente sería ampliamente conocido como Las aventuras de Pinocho. El material ha sido empleado en un sinfín de formatos y adaptaciones, donde la transformación de un títere de madera se produce al experimentar vivencias, y quien le acompaña (lector o espectador) reconoce como propias las vicisitudes del personaje. El material es moldeable para responder a cuestionamientos sociales o tecnológicos, para amplificar o resaltar elementos morales o éticos, sin que pierda los elementos de fantasía que estimulan la imaginación.
La compañía francesa MIDI presenta Pinocho 21 con la dirección de Antoine Chalard, y justo explota los elementos de fantasía para proponer una obra donde las imágenes escénicas destacan tanto por su fuerza emotiva como por lo memorable. La historia bien podría contarse solo con las acciones y los ambientes donde ocurren. La propuesta visual ofrece un universo de ensueño, pero capaz de encuadrar el humor, la ternura y la transformación. Lo sobresaliente radica en que la luz es la herramienta central.
Chalard moldea el texto de Collodi para desarrollar preocupaciones sociales como la pobreza e inmigración, transformaciones culturales en el sentido de la relación de lo humano con lo técnico, la lucha contra la imposición de ideas, sin dejar atrás los temas del material original. La propuesta, que si bien tiene un ritmo y estructura para cautivar a su público objetivo, no simplifica el tratamiento. Eso la convierte en una muy buena opción para las jóvenes audiencias.
El elenco lo integran Elena Gore, Leopoldo Bernal, Florent Malburet y Antoine Chalard; en conjunto realizan un buen trabajo actoral. Chalard crea un Geppetto empático, al principio en una zona de melancolía, pero que evoluciona en el desarrollo de la obra. Bernal encarna a todos los personajes situacionales, cada uno con detalles para enriquecerlos y con un toque actoral que suma a la transformación de Pinocho. Malburet crea el Hada Azul y logra que al final haya mucha empatía cuando tiene la oportunidad de vivir otro mundo posible.
Elena Gore destaca porque propone un trabajo corporal que visualmente es muy relevante por la evolución del personaje Pinocho. Propone una entidad con frescura, ingenuidad y cierta malicia; el ritmo corporal que le otorga sirve para construir un puente con el espectador.
Pinocho 21 es una buena forma de iniciar las visitas al teatro. La propuesta explora un cuento que vive en el imaginario colectivo y logra proponer un universo visual que alimenta la referencia con la que llega el público. Es una propuesta bella que puede ser un regalo para las jóvenes audiencias.
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Fotos: Cartelera de Teatro
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