Por Roberto Sosa/ Para poder vivir bajo la dictadura, el nombre original era un riesgo para quienes estaban en la resistencia, o no simpatizaban con el régimen militar; esto los llevaría a ser detenidos, encarcelados y hasta podrían desaparecer. En aviones militares los transportaban por encima del océano y eran arrojados vivos. La dictadura en Argentina durante los años que ostentó el poder, violó los derechos humanos de su propio pueblo. Nombres de combate lo documenta.

El biodrama es el teatro de la vida; la autoría y dirección son de Martín López Brie, el relato narra lo sucedido con cuatro miembros de su familia, la historia inicia en los años 70s del siglo XX. Viven bajo los estragos de la dictadura, se ven obligados a dejar su país. México los acoge con su habitual política que otorga refugio y asilo a quienes huyen de sistemas totalitarios, cuando su seguridad e integridad se ven amenazadas.

La puesta en escena se compone con distintos elementos como videos e imágenes de archivo, piedras de río, juguetes y libros que guardan recuerdos de infancias. Con títeres y máscaras con rostros de intelectuales y dictadores se complementa este espectáculo que nos acerca a una familia que encontró en México su tradicional hospitalidad; comida y costumbres que les permitió vivir sin la incertidumbre que los hostigaba en su natal Argentina.

Las actuaciones son de Enrique Arreola, Gabriela Gallardo, Sofía Beatriz López y Gastón Yanes, cuatro actores que prestan voz, rostro y cuerpo a los miembros de esta familia que sufrieron en carne propia violencia y desarraigo. La interacción representa el exilio y así mismo la alegría que encuentran al vivir en un país como México. Los dispositivos con los cuales trabajan simbolizan su herencia y raíces que se pierden en tiempo y distancia.

Nombres de combate es teatro documental, teatro de hechos que nos dice que significa vivir en resiliencia. La historia nos dice lo que sucedió, el teatro nos dice cómo y lo documenta. El lenguaje escénico se expresa desde la ausencia y adversidad. La familia López Brie comparte con el espectador lo que significó dejar su patria y el exilio que los trajo a México, un país con el cual comparten pasado histórico e idioma.

El espectador presencia una obra con una historia que podría parecerle lejana, que se gesta en tierras y épocas lejanas, sin embargo el contenido y la forma de abordarla acorta tiempo y distancia, el relato emotivamente nos acerca y abraza. Los asistentes encuentran empatía y afinidad con este núcleo familiar, mexicanos ya por adopción; un sombrero de charro les provoca el mismo entusiasmo que a un mexicano.

Escenografía, Fabiola Bassoco; música Mike y Pablo Brie; video, Óscar Montiel, a cargo de la compañía Teatro de Quimeras.

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