Por Mariana Mijares/ Las reuniones de familias que se salen de control suelen ser un gran tema central para el cine, la televisión y el teatro, basta con recordar el impacto que títulos como August: Osage County y Festen han tenido a través de los años.

Precisamente tomando como base un reencuentro familiar, Oscar Ortiz de Pinedo escribe No te vayas sin decir adiós, un melodrama que expone las tensiones, rencores y secretos que surgen cuando los sentimientos se van acumulando como en olla de presión hasta que inevitablemente explotan.

En esta obra dirigida por Enrique Singer, dos hermanos y sus respectivas parejas se reúnen para celebrar el cumpleaños de Fausto, su padre.

Interpretando al patriarca está Juan Ferrara, quien desde su primera aparición es recibido con una calurosa ovación de un público que reconoce su trayectoria de más de 50 años y que es cariñosamente recordado por telenovelas como Valeria y Maximiliano, Infierno en el paraíso y La fuerza del destino.

En este trabajo, Fausto es un hombre quebrantado, tanto física como emocionalmente, aquejado por EPOC, consecuencia de su trabajo en una plataforma petrolera.

En su primera escena está escuchando los mensajes de su contestadora y uno de los primeros que recibe es el de su nieta Jimena (Karla Gaytan), quien le habla llorando pues no fue aceptada en la preparatoria. Aunque parece solo un detalle, el sentimiento de la joven adolescente jugará un rol importante para construir la obra.

Su madre, Irene (Andrea Torre), es una mujer que tras divorciarse intenta rehacer su vida con Uriel (José Manuel Lechuga), un cirujano oncólogo pediatra que simboliza el constante recordatorio entre la vida y la muerte; tema que atraviesa toda la obra.

El elenco se complementa con el hermano de Irene, Marco (Oscar Medellín), quien encarna al típico macho mexicano que presume sus andanzas y tiene una actitud controladora con su esposa Daphne (Natalia Madera).

No obstante, Daphne resulta uno de los personajes más memorables de Ortiz de Pinedo, pues es una mujer proveniente del Norte, específicamente de Monterrey, que funge un poco como el relief cómico de este denso melodrama con comentarios ligeros que contrastan con la tensión general; por ejemplo, su familiaridad para llamar ‘tío’ a su suegro -porque en el Norte a todos se les dice tío-, o porque confiesa que sabe quién es Medea pero en cambio domina lo que está pasando en La Casa de los Famosos.

Marco minimiza y maltrata constantemente a Daphne, tanto en público como en privado. En un momento álgido tras una pelea, Fausto le reclama cómo la trata.

“Yo no te eduqué así”, le dice.

“Tú no me educaste. Nunca estuviste”, replica su hijo, empezando a abrir las grietas que terminarán por volverse abismos.

De este modo, Irene y Marco se van enfrentando a los fantasmas de su infancia mientras luchan con sus propios problemas adultos, como las infidelidades de él y la cada vez más distante relación de Irene con su hija.

Como cualquier joven del siglo XXI, Jimena suele pasar gran parte de su tiempo abstraída en el teléfono, e incluso ser brutalmente honesta cuando la confrontan al respecto.

“Cuando haya algo interesante, convivo”, dice sin soltar su celular.

Jimena captura el dolor de una juventud perdida y una profunda sensación de desolación. Sus interacciones con el resto de la familia reflejan su aislamiento, especialmente cuando revela que sus amigos han dejado de visitarla en su nueva casa, al igual que su abuelo luego de que éste cayó enfermo.

Toda la obra se desarrolla en la casa de Fausto, un departamento decorado en tonos café que incluye una entrada, una sala con dos sillones y un comedor para seis personas. Estos espacios se vuelven en el escenario donde las tensiones familiares aumentan y donde se exponen las heridas que nunca cicatrizaron.

Aunque cada hermano parece haber tomado rumbos distintos, la enfermedad de Fausto actúa como el lazo que los une; pero a medida que siguen desentrañando el pasado familiar, saldrán a la luz secretos inimaginables que han permanecido ocultos durante décadas.

Además de ser un melodrama cargado de emociones que conecta con la trayectoria de Juan Ferrara, No te vayas sin decir adiós es la obra elegida por el actor para retirarse del teatro. El título no solo refleja los eventos que ocurren al final -y que impactarán profundamente al público-, sino que también simboliza la manera en que Ferrara rinde homenaje a su carrera en los melodramas, mientras se despide de los escenarios.

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Fotos: Enid Hernández

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