Inició a finales del siglo XX. Hacia 1998 en el programa nocturno de variedades Al ritmo de la noche, el productor y conductor Jorge Ortiz de Pinedo incorporó un sketch. Comediante de cepa, el actor convocó a un cuadro de actores para que interpretaran las clásicas escenas de la escuelita: compañeros molestándose, niñas y niños más preocupados por dar lata que por aprender y, sobre todo, una maestra inolvidable.

En este caso, por regañona y pegalona. El éxito de esos adultos actuando a ser niños malcriados funcionó tan bien, que se convirtió en un programa de la barra cómica del Canal de las Estrellas y más adelante tuvo un segundo aire, con comediantes igual de famosos que Ortiz de Pinedo en el reparto. Tanto en el sketch como en ambas series, el chiste radicaba en el eterno pleito entre los alumnos y su educadora: una maestra rural de la tercera edad que era víctima de las bromas y los juegos pesados de los “pequeños”.

Han pasado varios años desde aquellas emisiones y hoy en día el gran público tiene algo muy presente: que la maestra regañona se llamaba “Canuta” y que la interpretaba una excelente actriz. En efecto, cuando “La escuelita” se hizo popular, Martha Ofelia Galindo fue reconocida por una nueva y amplia legión de espectadores, aunque en ese entonces ya llevaba años, muchísimos años, siendo una primera figura del escenario teatral de nuestro país.

Oriunda de Mazatlán, Sinaloa, Martha Ofelia Galindo tuvo su primer encuentro con las tablas a los seis años de edad, cuando tras ganar un concurso para formar parte de la Compañía Nacional de Teatro Infantil, debutó en el Palacio de Bellas Artes en Pinocho en el mundo de los cuentos dirigida por quien sería su primera maestra fundamental: Clementina Otero, integrante del grupo teatral y literario de Los Contemporáneos -es decir, fue amiga y colega de Villaurrutia, Novo y Owen-. Más adelante, estudió en la Escuela de Arte Teatral de Bellas Artes, en donde fue alumna de los ya mencionados y compañera de actores como Beatriz Aguirre, Carlos Ancira, Ignacio López Tarso y Luis Gimeno, por mencionar algunos.

Desde sus primeras apariciones teatrales, Martha Ofelia suscitó elogios de la crítica y generosos aplausos del público. En la obra norteamericana Como la primavera de Fields y Chodorov, bajo la dirección de Julio Prieto, la alumna de Otero mereció este comentario de Armando de María y Campos sobre su desempeño: “En el cine la 20th Century Fox dio a la pequeña Peggy Ann Garner el delicioso papel de la chiquilla Judy Graves, que en la representación mexicana borda materialmente ese capullo de gran actriz que es ya Marta Ofelia Galindo”.

Años después, ya en su calidad de joven estudiante, María Luisa “La China” Mendoza la destacó del elenco de la versión teatral que de la novela Astucia de Luis G. Inclán hicieron Salvador Novo en la dramaturgia y Oscar Ledesma en la dirección. Lo mismo ocurrió con sus siguientes colaboraciones con Ledesma: la versión teatral de El periquillo Sarniento de Fernández de Lizardi y Cuestión de narices de Maruxa Vilalta.

En 1968 ocurrió su encuentro con Héctor Azar, el cual marcaría su trayectoria teatral de diversas maneras. La más positiva, con las diversas colaboraciones y experiencias que ambos vivieron en obras como Higiene de los placeres del propio Azar, escenificada en el definitivo 1968, Juegos de escarnio con textos de Quevedo, Lope de Vega y el Arcipreste de Hita en 1969, Juegos de masacre de Ionesco en 1971, Hermann o la vuelta del cruzado de Calderón, en 1972 y Doña Belarda de Francia también de Azar, en 1975.

Actores muy importantes del teatro universitario de aquellos años como Lilia Aragón, Selma Beraud, María del Carmen Farías, César Arias y Sergio Klainer fueron sus compañeros de escena en esa época en la que Azar era conocido, para bien y para mal, como el Zar del Teatro, pues lo mismo había fundado la Compañía de Teatro Universitario, que el Centro Universitario de Teatro que la Compañía Nacional de Teatro, además de dirigir los departamentos de teatro de la UNAM y del INBA.

Sin embargo, la etapa en la que colabora con Galindo se destaca por situarse en el extinto Foro Isabelino -que más tarde fue tomado por el CLETA y actualmente es el Museo Experimental El Eco- y en el espacio fundado por Azar, el Centro de Arte Dramático A.C., CADAC, en pleno centro de Coyoacán, el cual hoy en día no es ni la sombra de lo que entonces fue.

Y aunque después continuó su camino con otros directores y explorando nuevos géneros teatrales, uno de los puntos más altos de su vida teatral fue la obra teatral que el propio Azar escribió para ella y le dirigió, convirtiéndola en un éxito rotundo de público y crítica: Inmaculada. Estrenada en 1973, la obra presenta a un singular personaje que representa a la pequeña burguesía poblana de los años treinta y encarna la frustración, la pérdida y la locura.

Veinte años después, como parte del ciclo Los Grandes Directores del Teatro Universitario, a pesar de que para entonces su otrora figura teatral ya estaba aminorada, Azar fue invitado a realizar una puesta en escena en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón. Eligió revivir a su Inmaculada, que nuevamente fue un triunfo para el director y, sobre todo, para su protagonista, quien para entonces ya gozaba de un estatus de primera actriz y era ampliamente conocida por su experiencia, ductilidad y versatilidad.

Esa versatilidad le permitió adentrarse en otros géneros y formatos: hizo comedias musicales como La mujer del año de Kander y Ebb, con Verónica Castro primero y Angélica María después -por desgracia, no se avistan registros que permitan disfrutar del divertidísimo dueto que sus personajes interpretaban: “Fantástico”, una oda al síndrome del pasto que es más verde en el jardín de al lado.

Curiosamente, la actriz por varios años interpretó lo mismo a una pícara monja que al mismísimo diablo en dos tradiciones teatrales mexicanas. En varios momentos encarnó la alcahueta Brígida en la versión clásica de Don Juan Tenorio de José Zorrilla.

De hecho, con esta obra y con ese personaje, la Compañía de Teatro Clásico Fénix Novohispano le realizó un homenaje en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris en 2017. Y de la tradición de Día de Muertos -con una obra españolísima- pasaba a la tradición de las Posadas Decembrinas, ataviándose de rojo y encarnando, durante más de treinta años, al Diablo de las pastorelas escritas y dirigidas por quien fuera el alumno más aventajado de Héctor Azar: Miguel Sabido, quien se apartó de todo y de todos para crear sus propios métodos, sus propias nociones de trabajo, de teatro: para muestra, esas legendarias pastorelas que contribuyeron a que no se perdiera la tradición.

La cumbre de estas escenificaciones llegó al inicio del nuevo milenio, en 2003, cuando presentó la pastorela El Ermitaño en el Teatro de la Ciudad, recibiendo un homenaje por cuatro décadas de crear y presentar pastorelas: en esa ocasión, Martha Ofelia volvió a interpretar a Lucifer y Eugenia León cantó melodías mexicanas.

Al ser una comediante natural y dueña de una férrea ideología de izquierda, la actriz cayó en el género en el que hoy en día se le sigue reconociendo: el cabaret, el cual hizo en dos de sus vertientes: el cabaret político, en centros nocturnos -esos espacios que prácticamente son ya nulos-.

La Edad de Oro primero y el Bar Guau después fueron los refugios en los que la actriz fusionaba su talento con su postura política, logrando sketches y sátiras que partían de la tradición de la carpa mexicana para criticar a punta de carcajadas los usos y abusos del poder de entonces, de siempre. No estaba sola en escena, al contrario, ella era miembro de un ensamble de figuras que aunque sean reconocidas por otras facetas, son pioneros y maestros de un género que sigue hasta nuestros días: Óscar Chávez, Fernando Luján, Julián Pastor, Ernesto Gómez Cruz, Lupe Vázquez, María Luisa Alcalá, Ausencio Cruz, Víctor Trujillo y, por supuesto, Jesusa Rodríguez.

Y por si hacía falta, fue partícipe del regreso de la tradición de la carpa y la tanda, gracias al encuentro con otro creador fundamental para ella: Enrique Alonso “Cachirulo”, con quien trabajó en el montaje de Martha Luna de La ópera de tres centavos de Bertolt Brecht y Kurt Weill que se realizó en el marco de la participación de muchos actores y actrices mexicanos en una nueva agrupación para el gremio teatral: el Sindicato de Actores Independientes, SAI, fundado por Enrique Lizalde. Alonso interpretaba al Sr. Peachum y Galindo a su esposa, la Sra. Peachum. El suplente de la actriz era un joven actor llamado Tito Vasconcelos, quien nunca pudo subir a escena para cubrir el personaje, ya que si algo demostró también la actriz durante su trayectoria, es gozar de una excelente salud y jamás faltó a una función.

Con Enrique Alonso colaboró, desde finales de los setenta y hasta entrados los años noventa, como primera figura en las producciones La alegría de las tandas, El futuro está pelón, Los anillos de Saturno, En tiempos de don Porfirio y Si te casas, ya verás, algunas de ellas en el Teatro Lírico.

Allí, Martha Ofelia se transformaba en muchos personajes, siempre evocando a María Conesa y a otros mitos y leyendas del género chico. Si en algo coincidían los críticos de la época es que el desempeño de la actriz, era uno de los imanes más poderosos para animarse a ir a estos espectáculos que retomaban un evento surgido a principios de siglo XX y lo mezclaban con canciones del pasado y temáticas de la actualidad política, social y cultural del país.

En otro tenor de la sátira, a mediados de los setenta protagonizó junto a Isabela Corona y Emma Teresa Armendáriz, el estreno mundial de El eterno femenino, la obra teatral más conocida de Rosario Castellanos.

A diferencia de actores de su generación como Silvia Pinal, Ignacio López Tarso y Luis Gimeno, ya en la vejez -actualmente tiene 94 años de edad- ha sido difícil para Martha Ofelia Galindo continuar plenamente vigente.

A principios del nuevo siglo, conformó un ensamble de primeras actrices que noche a noche divertían al público en Las viejas vienen marchando, producida por OCESA -allí alternaba a su personaje con Lilia Aragón, compañera de muchas obras en los tiempos de Azar-. Ella misma ha declarado que los productores y directores teatrales dejaron de invitarla a trabajar por haber pertenecido a las filas del “Zar Azar”.

En años recientes, postuló para ser Actriz de Número de la Compañía Nacional de Teatro, pero no fue aceptada -quedaron Blanca Guerra y Daniel Giménez Cacho-. Y, aunque ella ha defendido a ultranza su trabajo en la televisión -su personaje más destacado allí es en la telenovela Si Dios me quita la vida, donde interpreta a la protectora de una cantante de la XEW, Daniela Romo-, la primera actriz carga con el estigma de ser la popular “Maestra Canuta”.

El público y la comunidad teatral y cabaretera no necesariamente se acuerdan, por desgracia, que afuera de la escuelita hay teatros -todos: subvencionados, independientes, privados- y cabarets en los que la actriz entró como alumna y de inmediato se convirtió, allí sí genuinamente, en una maestra comandante y legendaria -ese legado se extiende al ámbito personal y, a la vez, profesional: su hija, Nina Galindo, es una de las más exquisitas cantantes de rock y blues en español-.

En 2019, Tito Vasconcelos, a nombre de la Agrupación de Críticos y Periodistas Teatrales, le entregó el Premio ACPT que reconocía, nuevamente en el Teatro de la Ciudad, su aportación al teatro, al cabaret: a la cultura y a las artes, finalmente. Allí, resumió su camino teatral, agradeció a sus maestra Otero, a su maestro Azar, a sus directores, compañeros, a su hija y a su esposo: “porque una no llega hasta donde está solamente por méritos propios”, exclamó.

Y, como remate, allí en la casa de Esperanza Iris, la mujer que ha sido lo mismo Dios y el Diablo, elevó la estatuilla y lanzó un grito de batalla, un grito que todos lanzan, pero que en ella, en ese recinto, con todos los años y dramas y sketches y sátiras y canciones e improvisaciones que carga su cuerpo orondo y bajito, resonó más allá de las tablas: “¡Que viva el teatro”! Y sí: si el teatro vive, es porque tiene a maestras que no son La Canuta, sino Martha Ofelia Galindo.

Por Enrique Saavedra

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