Por Kerim Martínez/ La comedia es uno de los géneros teatrales predilectos de los mexicanos, tal vez porque reírse de uno mismo y de las adversidades cotidianas se ha convertido en una forma de resistencia. En un país donde el humor suele ser el mejor refugio, las salas de teatro frecuentemente ofrecen producciones que buscan arrancar carcajadas. Algunas lo logran a través de fórmulas complacientes, apostando por la risa fácil; otras, como Los Vecinos de Arriba, apuestan por un humor más sofisticado, capaz no sólo de divertir, sino también de invitar a la reflexión.
Esta obra del dramaturgo y guionista catalán Cesc Gay se estrenó por primera vez en México en 2019, bajo la dirección de Odin Dupeyrón, y ese mismo año realizó una exitosa gira por distintos estados de la República.
Los Vecinos de Arriba ha sido representada en países como España, Italia, Portugal, Bulgaria, Estados Unidos, Grecia, Chile, Perú, Venezuela, República Dominicana, Paraguay, Cuba, Colombia e Israel, acumulando más de 2,500 funciones y alcanzando un millón de espectadores en todo el mundo.
En 2020, el propio Cesc Gay adaptó su obra al cine con el título Sentimental, obteniendo cinco nominaciones a los premios Goya, incluyendo la categoría de Mejor Película, y logrando el galardón a Mejor Actor de Reparto para Alberto San Juan.
En abril de 2025, Los Vecinos de Arriba regresa a la CDMX con un nuevo montaje en La Teatrería, bajo la dirección de Juan José Tagle (Sueño de una noche de verano, Don Juan) y con la producción de Óscar Carnicero, Sergio Siruela y Xevi Aranda.
Ana y Julio llevan años juntos, pero la monotonía ha desgastado su relación, y la pasión parece haberse esfumado. Para romper con la rutina, deciden invitar a cenar a sus vecinos de la planta superior, Laura y Javi, una pareja sin tabúes y con una curiosidad constante por explorar nuevos territorios en el ámbito sexual. La franqueza de los invitados rápidamente desarma a sus anfitriones, y lo que comienza como una cena cordial se transforma, minuto a minuto, en una conversación cada vez más candente e incómoda.
La dramaturgia de Cesc Gay (junto con la acertada adaptación de Joserra Zúñiga), fluye con un ritmo ágil, alternando con maestría entre tensiones y risas. La versión mexicana sobresale por su naturalidad y su habilidad para construir diálogos creíbles e inteligentes. Utiliza el humor como una herramienta para abordar temas complejos, llevando a sus personajes a situaciones absurdas que los obligan a cuestionarse si vale la pena arriesgar lo que han construido como pareja durante años, sólo por volver a sentir la adrenalina de lo prohibido. El público se convierte en testigo de confesiones inesperadas y momentos de vergüenza ajena que resultan tan hilarantes como sorprendentes.
Después de participar con gran éxito en distintas obras musicales como Sweeney Todd y Todo el mundo habla de Jamie, Flor Benítez se ha propuesto probar suerte en obras de texto cómicas; el año pasado fue parte de la obra Un Dios Salvaje y ahora en Los vecinos de arriba, le da vida a la extrovertida Laura. Benítez construye a una mujer desinhibida, franca y al mismo tiempo desafiante. Su interpretación transmite con autenticidad la seguridad y desenfado del personaje, permitiendo que el público se identifique con ella. Con una notable capacidad para equilibrar el humor y la profundidad, Benítez logra que cada gesto y palabra cobren significado, aportando matices que enriquecen la dinámica de la obra.
Con su carisma y presencia física, Sergio Velasco transmite con naturalidad la seguridad y ligereza con la que su personaje, Javi, enfrenta la vida. Este papel marca un giro significativo respecto a su anterior trabajo en Smiley, demostrando su versatilidad actoral y dominio del género. Su constante atención a sus compañeros en escena y la sólida química con Benítez refuerzan con credibilidad, los lazos flexibles y poco convencionales de la peculiar pareja.
Lorena del Castillo y Gary Centeno interpretan a Ana y Julio, respectivamente. Del Castillo convence al dar vida a una señora insegura, controladora y constantemente insatisfecha, atrapada entre la frustración y el deseo de recuperar la pasión en su relación. Su gran timing para la comedia es evidente, logrando arrancar risas constantes del público de forma natural, sin caer en exageraciones ni pretender ser graciosa.
Por su parte, Centeno construye un Julio reprimido, meticuloso y algo pesimista, con un temperamento que contrasta fuertemente con la despreocupación de sus vecinos. Sin embargo, por momentos se aferra demasiado a la rigidez del personaje, lo que limita la fluidez de su desempeño cómico. Con el avance de las funciones, es probable que logre encontrar mayor soltura y conexión con la escena.
En el escenario, los elementos esenciales recrean con precisión la sala de un departamento de clase media, con una estética funcional que prioriza las actuaciones y el propio texto. Al centro, una pintura de grandes dimensiones en tonos naranjas añade un toque visual llamativo sin restar protagonismo a los actores.
La escenografía y la iluminación, diseñadas por el director Juan José Tagle, reflejan su mirada cuidadosa y detallada. Su dirección destaca por crear un ambiente íntimo y realista, permitiendo que las emociones fluyan con naturalidad y que cada matiz del texto cobre vida en escena.
Los Vecinos de Arriba ofrece una exploración profunda de las inseguridades y certezas que acompañan la vida adulta, donde las discusiones aparentemente triviales revelan verdades mucho más complejas. Entre risas y confesiones inesperadas, la obra aborda temas como el deseo, la fidelidad y las fantasías ocultas, transformando lo que parecía una velada común en un hilarante y audaz experimento de sinceridad.
Con su combinación de humor y reflexión, esta obra no solo desafía las convenciones, sino que también deja al descubierto las complejidades de las relaciones de pareja. Una oportunidad única para reír a carcajadas mientras se reflexiona sobre lo que realmente somos en el ámbito íntimo. Vale la pena asomarse a este departamento.
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Foto: Kerim Martínez