Por Roberto Sosa/ Los Hardings comparten el mismo nombre: Thomas Harding, común en el municipio de Mégantic, en Canadá. Uno es conductor de trenes, otro es agente de seguros y el tercero es un profesor investigador. En este lugar sucede un incidente que provoca un gran incendio; al parecer, fue un tren que se descarriló. No estaba el maquinista, ni persona alguna que pudiera evitar la tragedia. Thomas Harding recibió las indicaciones y siguió la rutina: dejar encendida la locomotora con los frenos puestos.

Thomas Harding vio a su hija subir a su nueva motocicleta, al cruzar la calle es arroyada por un vehículo, siente culpa, pudo quizá evitar el accidente. Para el agente de seguros Thomas Harding toda la gente tiene un coste económico según su profesión. Los rieles del tren accidentado reúnen a Los Hardings; tres rostros, tres voces, un mismo nombre.

La actriz y dramaturga Alexis Bürger escribe el texto. Se inspira en sucesos reales que se fusionan en un relato donde se cuestionan valores, ética y responsabilidad ante las noticias de un tren accidentado. Un texto que aborda la tragedia, el dolor, la muerte y cuestiona el funcionamiento del individuo en un mundo cada vez menos sensible. Dramaturgia realista que se despliega en la ficción teatral.

En la dirección está el talento de una mujer sensible, que aborda la anécdota sobre un escenario vacío que se llena con la dramaturgia de los actores. Los tres personajes tienen cada uno un peso específico que ella sabe equilibrar. El trabajo es de Sandra Félix, quien demuestra una vez más su sensitiva mirada cuando tiene en sus manos un texto de esta índole. Trabajar los problemas existenciales y emocionales: nadie como ella.

Las actuaciones son de Misha Arias de la Cantolla (profesor investigador), Antón Araiza (agente de seguros) y Gilberto Dávalos (conductor de trenes). Thomas Harding vive en los tres con otra cara. El reto fue construir el personaje bajo la premisa de atrapar la atención del espectador, contar el relato con el rigor y la fuerza necesarios para lograr veracidad y credibilidad. Lo cierto es que en los tres se conjunta el talento histriónico.

Los Hardings es drama y tragedia, como la vida misma. El accidente del tren fue real y provocó un gran incendio que atrajo la atención de todo el país. El rostro del maquinista apareció en todos los medios. Los otros Hardings se reúnen con él para armar la historia y compartir sus propias disyuntivas. En la ficción del teatro todo cabe, como los rieles que descarrilan un tren y la situación por la que atraviesa un hombre común llamado Thomas Harding.

La obra se desarrolla sobre un espacio desnudo; no necesita de la parafernalia escénica para lograr que el espectador disfrute de un buen espectáculo. La actuación llena el vacío y se propaga por cada rincón del recinto. Desde las butacas, el espectador podrá apreciar la labor de quienes pisan las tablas. Las circunstancias para la directora consisten en apoyarse en el trabajo de los actores para buscar un buen resultado… y lo logra.

El diseño de iluminación es de Roberto Paredes; escenografía, Antonio Saucedo; vestuario, Indira Aragón; diseño sonoro y composición musical, Sebastián Urquieta. A.A. Teatro

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Fotos: Roberto Sosa

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