Por Mariana Mijares/ A veces en la vida se tiene la fortuna de coincidir con maestros que marcan el rumbo de nuestro destino, como ocurre en Los Fridos, en la que un grupo de estudiantes aprende de arte, y de la vida, de la legendaria Frida Kahlo.
Manteniendo el espíritu irreverente y el carácter decidido por el que era conocida la legendaria pintora mexicana, Clemente Vega la coloca como protagonista para plasmar en ella el agradecimiento que tuvo por los maestros que marcaron su propia trayectoria, particularmente la canadiense Emilia Clarke; quien, según explicó en la función de estreno, le hizo entender que merecía ser amado.
Todos deberíamos sentir gratitud hacia la maestra Clarke, quien ultimadamente ayudó a Vega a encontrar su camino como creador de teatro, y quien con este nuevo montaje se sigue consolidando como uno de los creativos más propositivos y emocionantes de la escena mexicana. Luego de Mamá se fue a la Luna, es notoria su madurez, pero a la vez conservan la frescura y creatividad que requiere cualquier obra de arte…
Al inicio de Los Fridos, uno de los alumnos menciona que no seguirá un orden cronológico, sino que la narrarán conforme se acuerden. Así, la obra se despliega como pinceladas que van revelando destellos del pasado, el presente y el futuro de Frida y de sus alumnos.
“No te la puedes vivir posando, hay que vivir”, les recuerda Frida en una de sus primeras lecciones. Ellos tienen la tarea de pintar naturaleza muerta, específicamente una sandía, tan característica para la artista mexicana.
La protagonista es interpretada por Mónica Bejarano, quien logra capturar extraordinariamente el espíritu de Frida: apasionada, directa y sin pelos en la lengua. Por un lado, puede ‘pendejear’ a sus alumnos si estos la exasperan (literalmente diciéndoles que tienen ‘una actitud pendeja’); pero por otro, escucharlos con sincera empatía y ayudarlos a encontrar su camino.
Aunque las situaciones que enfrenta cada alumno son ficciones, ejemplifican bien los problemas que podrían enfrentar jóvenes de edades similares y cómo el consejo de sus maestros resulta tan fundamental para encausarlos.
Por ejemplo, en un momento particularmente conmovedor, mientras sus compañeros pintan un mural, Frida se acerca a uno de sus alumnos y le insinúa si ya invitó al que le gusta a tomar una nieve. Sorprendido, él le pregunta si es tan evidente, a lo que Frida, con la sabiduría que ha acumulado con los años, le recuerda que más le vale poder amar a quien él escoja y no esperarse hasta los 70 años y darse cuenta de que es demasiado tarde.
“No hay nada peor que un destino no abrazado”, le recuerda Frida, “No’ más tú ocupas tu lugar en este mundo. Tienes que ponerte primero”.
Los alumnos son interpretados por Jorge Viñas, Saúl Villa, Elisabetha Gruener, Fabiola Villalpando, Andrés Jurado, Gonzalo De Esesarte, Bobby Mendoza y Mario Gonzáles-Solís, quienes alternan personajes. De la mano de Clemente como director y dramaturgo, cada uno dota de gran personalidad a los estudiantes, llenándolos de vida.
La mayor parte de las acciones tienen lugar en La Esmeralda, la escuela fundada por Guillermo Ruiz en el Ex-convento de la Merced en 1927 y que fuera fundamental en la formación artística de amplios sectores de la población. En el Foro Lucerna este espacio cobra vida con caballetes, lienzos, pinceles, escaleras y una paleta de colores que no solo ayuda a dar vida a sus cuadros, sino que nos recuerda cómo somos nosotros quienes podemos matizar nuestra vida.
Cada que les pone una tarea, Frida procura sacar a sus alumnos de la zona de confort; por ejemplo, al pedirles hacer un retrato, porque no se trata solo de retratar el físico de alguien, sino de capturar su esencia. En 100 años, la gente que vea ese cuadro debe saber quién fue…
“El plasmar algo hace que todos puedan juzgarte, y deja de ser solo tuyo”, les recuerda la artista que suele estar enfundada en hermosas faldas y blusones típicos, muchas veces complementados por coloridos rebozos, como hemos visto en sus múltiples fotografías y autorretratos.
Acompañando este viaje que por momentos me recordó a los maestros de memorables películas como La Sociedad de los Poetas Muertos, Good Will Hunting y recientemente la fantástica Radical, está el diseño sonoro de Vega, quien elige piezas llenas de vida que no solo complementan la emoción de las escenas, sino que sirven como transiciones entre los distintos tiempos narrativos. Para estos pasos de tiempo además suma mucho la iluminación de Daniela Espino.
La elección musical incluye también un momento muy poético, el track “Vida”, de Arturo Cardelús, una pieza que no solo eleva el final de la obra, sino que también fue parte de Frida la experiencia inmersiva, que se presentó recientemente en la Ciudad de México.
“El mundo se está moviendo, hay que moverse con él”, nos recuerda Frida.
Así, con cada emotivo momento entre maestra y alumnos, cada persona del público de Los Fridos puede recordar no solo a sus maestros, sino a todos aquellos que han fungido como mentores y quienes ultimadamente nos ayudan a encontrar nuestro rumbo. Porque ya sea con un pincel, o con palabras, todos necesitamos un empujoncito que nos ayude a encontrar los trazos con los qué llenar nuestro lienzo de vida…
Para más información de Los Fridos, haz clic aquí.
Fotos: Cortesía Producción
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