Por Roberto Sosa/ Los cerdos desnudos es el título de una pintura que se exhibe en una galería de arte. La acción inicia la noche en que se inaugura la exposición. En el interior una edecán y el guardia de seguridad se conocen, platican, se atraen, cachondean y cogen en la clandestinidad de una oscura bodega. De regreso a sus deberes el escolta se encuentra con su novia en la barra donde prepara las bebidas a los invitados; el protocolo se repite, en intimidad ella prueba en el sexo oral la infidelidad de su pareja.

En otro espacio una habitación se ilumina con la tenue luz de una lámpara de noche; en la cama una mujer con su marido reflexiona sobre el comportamiento de las mujeres y su frivolidad. Su inocencia y principios reprueban la depravación y conducta de la gente que asiste a lugares a beber alcohol, drogarse y tener sexo. Ella solo desea y le pide a su esposo que la embarace para formar una familia tradicional.

Marco Favio Ramos es el autor de esta obra que nos muestra el comportamiento de un grupo de personas que asisten a una galería donde se exhiben obras de arte; el texto de Ramos explora un micro universo que simboliza lo fútil, vacuo y trivial que es el ser humano. La representación es en dos espacios con personajes diametralmente distintos. La superflua dramaturgia disiente a los personajes en ambos escenarios.

La dirección la comparten Ricardo Rodríguez y Estefany Hernández, los dos conllevan criterio y visión en la conducción escénica; bajo su mirada el relato tiene ritmo, los personajes sostienen el tono y todo tiene sentido. Resuelven los desafíos como es el numeroso elenco que intervine en el montaje; doce actores sobre un reducido escenario se mueven sin ensuciar las escenas, además de cuidar el nivel actoral, el resultado está bien logrado.

Las actuaciones son de Alison Elizarrarás, Alonso Justiniano, Alejandro Linos, Diego Gumier, Erick Aram, Gerardo Bulás, Hanna Kinnereth, Lesia Olaez, Mitzy Marcelo, Paulina Cabrera, Sofía Borbón y Yamila Wences, pertenecientes a La Ratomaquia, compañía formada en la Escuela de Arte CasAzul. Son jóvenes que egresan de las aulas, habitan el escenario con el ímpetu que los caracteriza, con esas ganas de hacer bien las cosas. El talento no está en todos, sin embargo se aplaude su entrega.

Los cerdos desnudos es teatro con escenas fuertes y lenguaje soez, ordinario. Quizá esto sea algo incómodo para algunos espectadores, sin embargo es el reflejo de cómo la mayoría de la gente se comporta y habla. La sociedad actual pondera la apariencia, lo vacuo y fútil; hoy lo importantes es tener dinero, vestir bien, tener sexo con cualquiera y consumir drogas y alcohol. El arte que se exhibe en esa galería es lo que menos importa.

El título de la pintura es una analogía de cómo vemos, juzgamos y criticamos a los otros, sin mirarse uno mismo. Los cerdos desnudos enmarcados en la pared se miran entre ellos, sentados a una mesa, desnudos con toda su miseria. La obra de un artista gay es una apología a lo superficial y oscuro que es el mundo que hoy habitamos. Para culminar el evento se presenta un performance, un espectáculo que refleja la otra miseria que se oculta en sus frívolas apariencias.

Diseño sonoro y música original, Yayo Villegas; escenografía, Constanza Ballesteros; obras plásticas, Irving Díaz.

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Fotos: Roberto Sosa

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