Lo dice el perfecto tango de Aníbal Tróilo: “la curda que, al final | termine la función | corriéndole un telón al corazón”. Y vaya que en Buenos Aires, los telones y los tablados son capaces de agitar, detener y reanimar el corazón y todos los sentidos.
No es solamente Corrientes. Si bien, al igual que en Nueva York, Buenos Aires tiene una avenida que representa su actividad teatral ante el mundo, lo cierto es que al igual que la riqueza teatral de dicha ciudad radica en su diversidad de foros, formatos, formas y fondos.
Es Corrientes, con una mayoría de teatros dedicados al entretenimiento del gran público con obras de carácter privado y comercial, pero también es Corrientes con las cinco salas del Teatro San Martín -el cual es parte del Complejo Teatral de Buenos Aires del Gobierno de la Ciudad, el cual cuenta a lo largo de la ciudad con seis teatros- y son las calles que desembocan en Corrientes y las calles de los distintos barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. No es gratuito empezar por aquí el recorrido teatral bonaerense: varias de las obras que nutren la cartelera de los espacios independientes, privados y comerciales, empezaron en estos teatros.
El mejor ejemplo de ello es la que actualmente es la obra más exitosa, comentada y recomendada de esos lares: Lo que el río hace es un texto escrito y dirigido por María y Paula Marull, creadoras escénicas y hermanas gemelas que aprovechan su cualidad genética para crear una obra de espejos en las que ambas interpretan, en la misma función, a la protagonista, jugando de manera divertida y eficaz con el tema del reflejo, del reencuentro con el pasado, con la tierra natal, y el rescate de esas raíces que se creían perdidas, olvidadas.
El público del Teatro Astros, sobre Corrientes, aplaude a rabiar y de pie una obra que se las ingenia para conmover a partir de la evocación de la vida en el campo, atravesada por el río y los sueños y realidades que genera y acompaña. Según los más enterados, esta producción -que se estrenó en una sala del San Martín en 2022- es uno de los traslados más afortunados del circuito subvencionado al privado.
En otro tenor, el campo argentino es el centro de la exquisita obra del dramaturgo, guionista y crítico teatral Marcelo Pitrola, Una zanja en el campo, que tras tener una exitosa primera temporada en el Teatro Machado se mudó a otro espacio independiente: Timbre 4, uno de los proyectos culturales dedicado a las artes escénicas más renombrados en la escena bonaerense.Encabezado por el dramaturgo y director argentino Claudio Tolcachir, Timbre 4 es foro y escuela, repartidas en dos sedes muy cercanas entre sí.
En la sede de Calle Boedo es posible disfrutar del texto de Pitrola, en el cual la historia de una familia es atravesada, desde sus ancestros hasta la generación más joven, por la Historia patria. Bajo la dirección de Claudio Méndez Casariego, la obra se presenta en una sala pequeñísima que permite que las virtudes del texto y del estupendo ensamble actoral queden expuestas, para asombro del público que ocupa todas las butacas.
Otro tipo de familia, con no menos secretos y tormentos, se muestra en otro espacio independiente de referencia, El Camarín de las Musas, que al igual que Timbre 4 -y que la mayoría de los foros de la ciudad- tiene una programación todos los días de la semana.
Las cosas que sé que son verdad es una obra del australiano Andrew Bowell -de quien en la Ciudad de México vimos Cuando la lluvia deje de caer en un gran formato- traducida y dirigida por José Luis Álvarez, quien conduce a un cuadro de actores formidable por una adaptación en la que esa familia australiana cede ante una familia con todas las de la ley latinoamericana. La obra se estrenó en ese recinto y, tras una larga y muy exitosa primera temporada, reestrenó en el mismo foro, pero en un día distinto, nuevamente con la sala abarrotada.
Volviendo a los traslados entre un circuito y otro, resulta muy aplaudido el de La vida extraordinaria, una producción del Teatro Nacional Cervantes que ahora se presenta en el Teatro Picadero, uno de los espacios teatrales más emblemáticos de Buenos Aires -es uno de los íconos de resistencia cultural frente a la dictadura. Censurado, cerrado, demolido, reconstruido y reinaugurado en 2012-.
La obra es una de las varias y diversas obras que mantiene en cartelera en distintos foros de la ciudad la compañía Teatro Futuro, encabezada por Mariano Tenconi Blanco, uno de los autores y directores más festejados del panorama actual. En esta obra explora, a través del monólogo, el diario y la epístola, la unión de dos vidas sencillas y ordinarias: la de dos amigas.
Una de las dos actrices de esta obra es Lorena Vega, quien a su vez es la cabeza de una de las propuestas más ricas del teatro, el performance y, en sí, del arte argentino. Imprenteros es una obra de teatro documental, un artefacto literario en forma de libro -publicado en Documenta A/E, de las pocas editoriales dedicadas a las artes escénicas y su expansión-, una exposición de imágenes y objetos y, finalmente, un documental cinematográfico; en todos los casos se consigna la historia y el oficio de la familia de la también dramaturga y directora teatral. La obra se presenta en El Picadero y el documental se estrenó en salas del Teatro San Martín y del Museo de Arte Latinoamericano de BA.
La diversidad del teatro bonaerense se expresa en muchas aristas. Desde los grandes musicales de Broadway y el West End –Tootsie, Come from away, School of Rock y reposiciones de Rent y Casi normales, por ejemplo-o musicales originales de grande y pequeño formato hasta propuestas experimentales que pueblan espacios como los ya mencionados Timbre 4 y El Camarín de las Musas, además de Dumont 4040, Teatro del Pueblo, El Grito, El Extranjero, Moscú, Beckett Teatro, El Galpón de Guevara, El Método Kairós, Espacio Callejón, Casa Teatro Estudio, Teatro Cooperativa Perra, entre otros no menos notables recintos en los que la experiencia teatral se completa, en la mayoría de los casos, con bar, cafetería o restaurante. Varios de esos proyectos cuentan con una vibrante oferta académica.
Además, hay teatro a todas horas: por la tarde, por la noche, hacia la media noche -y, en la gran mayoría de los casos, hay dónde ir a cenar a tan altas horas-. Y, claro, hay teatro en todas partes: en bares, cafeterías, galerías y hasta en tiendas de ropa: en una boutique se efectuaron las funciones de la obra Liquidación total escrita y dirigida por Eliana Murgia, en la cual se ahonda sobre las marcas que dejan los recuerdos sobre nuestra construcción de identidad. Otra propuesta muy recomendada fue Los bienes visibles de Juan Pablo Gómez, un dispositivo escénico que a través de la exploración del sonido, el silencio y el cuerpo aborda el tema de la vejez.
Ha muerto un puto y Paquito (la cabeza contra el suelo) son propuestas retoman a figuras de la disidencia LGBT argentina para lograr espectáculos únicos. Todo ello en convivencia con montajes de clásicos como Griselda Gambaro y Tito Cossa y de figuras ubicadas más allá del sur, como Mauricio Kartún, Daniel Veronese, Javier Daulte, Lautaro Vilo, Santiago Loza, Lola Arias, Vivi Tellas, Andrea Garrote y el ya mencionado Tolcachir, además de la nueva generación que incluye al colectivo de creadoras Piel de Lava y Emiliano Dionisi, entre otras y otros.
Si algo da gusto ver en Buenos Aires es el ir y venir del teatro entre otras disciplinas. Además del caso de Imprenteros está la exposición, en el Teatro San Martín, del fotógrafo y artista plástico Germán Romani, A través del espejo, compuesta por retratos de actrices y actores que se miran al espejo antes de salir a escena y al regresar al camerino tras la función.
Y, por supuesto, se es testigo del cruce entre teatro y literatura: no solamente la fuerte y loable presencia que en el ámbito editorial y narrativo están teniendo mujeres de teatro como Mercedes Halfon, Romina Paula, Susana Pampín y Eugenia Pérez Tomas, por mencionar a algunas, sino que varias obras de la nutrida cartelera son adaptaciones de novelas o cuentos, de autores referenciales como Manuel Puig -todavía andan por ahí las versiones teatrales de El beso de la mujer araña y Cae la noche tropical– y Hebe Uhart, hasta de las autoras y autores que representan la actualidad de la literatura argentina: el público llena las salas para disfrutar la versión teatral de la novela Matate, amor de Arianna Harwicz, del dispositivo literario El corazón del daño de María Negroni, de los cuentos de Mariana Enríquez y Alejandra Kamiya y de la novela Rabia de Sergio Bizzio.
No es difícil adivinar las semejanzas y contrastes entre la cartelera bonaerense y la chilanga. Pero sí hay un punto que las unifica, ése es que ambas son inabarcables y ricas en lugares, propuestas, personas, materiales, herramientas y texturas.
En Buenos Aires, como en la Ciudad de México, todos los días son para ir al teatro, resguardarse del afuera o, desde allí, desde el lujo la sencillez de una butaca, confrontar al mundo y simplemente vivir, como dice el blues eterno de Fito Páez, “los odios, el amor, los escenarios”.
Por Enrique Saavedra
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