Cuando la joven repostera y mesera Jenna se da cuenta de que su vida está a punto de colapsar -embarazada, con un marido abusivo, con su ginecólogo como amante, con la presión de entrar a un concurso de pays-, reflexiona sobre lo que ha sido hasta entonces su vida. Y para ello, canta. Mientras lo hace, parece que la vida se le fuera en ello, en comunicarnos su angustia, su frustración, en dar la nota de forma perfecta y, desde ahí, ir más allá. Es Jenna gritando: “era yo quien solía soñar” y es la actriz y cantante Aitza Terán interpretando la versión en español de “She used to be mine”,  como si toda su trayectoria pasada y futura, toda su vida, pues, dependiera de ello.

Por eso, cuando la canción termina y sobreviene para ella un aplauso que hace honor a las tradiciones del eleven o’clock number y el showstopper de cualquier musical que se respete, se entiende que esa escena climática es un reflejo de la precisión y cuidado con la que está escenificada la versión mexicana de Waitress -no todo es perfecto, claro: su título podría haber quedado en nuestra lengua-.

Proyecto acariciado desde hace poco más de seis años por los productores Daniel Delgado y Carlos Martínez Vidaurri (PlayHouse Entertainment), el elogiado musical de la exitosa cantautora estadounidense de origen portugués Sara Bareilles llega finalmente a escenarios mexicanos en una producción notable, uniéndose al que todavía en nuestro país sigue siendo un selecto grupo de musicales nuevos para el público mexicano -o, más que nuevos, que se presenten por primera vez, ya que a estas alturas existen las formas suficientes para conocer de pé a pá cualquier musical: están en disco, en plataformas y hay fácil acceso a filmaciones legales e ilegales de casi cualquier obra musical de los últimos años-.

Si bien Waitress y sus temáticas se insertan dentro de una coyuntura perfecta, lo cierto es que este musical llega con nueve años de diferencia con su estreno en Broadway, siendo uno de los títulos que más se anhelaba tener dentro de los musicales hechos en nuestro país.

Curiosamente, Waitress llega en un momento en el que también figuran en cartelera otros musicales que se producen por primera vez en tierra azteca, aunque en su mayoría se trata de obras de mediano o pequeño formato, para un par de intérpretes y un par de músicos en escena.

PréndeMe. La historia de Leopold y Loeb es un musical oscuro sobre la relación entre los asesinos Richard Loeb y Nathan Leopold, una pareja de amantes tóxicos que conmocionó a la Chicago de los años 20. Compuesto por Stephen Dolginoff, la obra destaca por las voces de su elenco integrado por Nelson Carreras y, alternando, Luis Anduaga y Gonzalo Aburto.

Asesinato para dos es un divertimento de Joe Kinosian y Kellen Blair que evoca las novelas de Agatha Christie para poner en teatro y música el clásico crimen en una mansión investigado por un detective. La valía de esta obra estriba en que los personajes están incorporados únicamente por dos intérpretes y éstos resultan sumamente notables: Iker Madrid, Silvestre Villarruel, Aldo Guerra y Humberto Mont alternan y realmente dejan el alma en escena para hacer reír y escuchar sus ricas voces.

Cero en conducta también es un musical para dos actores. A diferencia de los anteriores, compuestos por autores estadounidenses, se trata de una obra peruana, lo cual añade el atractivo de conocer cómo se hacen los musicales originales en un país de poca tradición del género, como Perú. Mario Mendoza y Sergio Cavero son los compositores de esta obra que va de la luz a la oscuridad para relatar la pérdida de la virginidad de un adolescente. El muy joven Lorenzo López, peruano, produce y encabeza el reparto.

Independientemente de lo redondas o no que sean estas propuestas mencionadas, lo cierto es que además de permitir el pleno lucimiento vocal de sus intérpretes, aportan una bocanada de aire fresco al panorama de los musicales, sobre todo al recordarnos que no es necesario una producción magnánima para lograr un buen momento de entretenimiento a través del teatro y la música.

En la otra esquina, en un gran formato se presenta un musical mexicano hasta cierto punto original, ya que es una obra de rockola y es Luis Miguel el objeto de veneración: La chica del bikini azul, que utiliza las canciones de El Sol para hablar sobre los procesos de enamoramiento masculinos y, de paso, presentar presencias gratas del género como Laura Luz, Gloria Toba, María Filippini y Vanessa Bravo.

En otro tenor se presenta Frida Kahlo, el musical: la vida de un ícono en donde se nos participa de la vida y la obra de la célebre pintora mexicana a través de una obra con canciones propuesta por la cantautora Karen Espriu, Samantha Salgado y Gerardo Quiroz, quien también se hace cargo de la dirección. Cabe señalar que ésta no es el único musical que se ha intentado sobre la mítica artista: en su momento Itatí Cantoral la interpretó en otro montaje.

La presencia de estas obras, que están en la cartelera de primavera -y del Día Mundial del Teatro- es un garbanzo de a libra frente a la insistencia de los productores de musicales por seguir trayendo obras de teatro que ya se han presentado en una o más ocasiones en la Ciudad de México.

Recién regresó El Rey León, aunque aún está fresca la larga y exitosa temporada que tuvieron hace apenas unos años. También volvió Spamalot, en donde el delicado humor de Monty Python se une con el de Adal Ramones, Adrián Uribe y Los Mascabrothers, aderezado con la voz y eficacia de Susana Zabaleta. Musicales que ya nos sabemos de memoria como Cabaret y La tiendita de los horrores continúan sus temporadas aprovechando que tienen a figuras de la televisión a la cabeza del reparto, junto a notables intérpretes de amplia trayectoria en los musicales.

De los montajes que han regresado a la escena, hay que decir que si bien también tuvo una larga y exitosa temporada hace unos años y a pesar de tener una temática bastante superada, la verdad es que Papi piernas largas, enésima adaptación a la novela de Jean Webster, es un dulce escénico que permite disfrutar de las voces de Paola Gómez y Oscar Acosta. Además de, en esta ocasión, rendir tributo a la desaparecida actriz, cantante y bailarina Maru Dueñas, quien dirigió el montaje original que ambos estelarizaron. Aunque se presenta en la amplitud del Teatro Hidalgo, la obra intenta conservar el espíritu de un musical de mediano formato, al igual que los ya aludidos.

Estos títulos se unen a otros que ya están posicionados ante el público, respondiendo a distintos formatos e intenciones, como Siete veces adiós, Sor-Presas, La casa de Bernarda Alba, Los huevos de mi madre y Cómo quieras… ¡Perro ámame!

La salud de los musicales, como la del teatro en general, siempre es difícil de diagnosticar. Para muchos es endeble y para otros, por demás boyante. Al menos en el caso de estos musicales, hay que reconocer que, en esta primavera -y Día Mundial del Teatro- conforman opciones nutridas y diversas para aquellos espectadores que lo mismo son fanáticos acérrimos del género que para aquellos que simplemente quieren pasar un buen rato de música, teatro y, ¿por qué no?, acompañados de un pay de limón.

Por Enrique Saavedra