Por Mariana Mijares/ Una compañía teatral ha pasado alrededor 400 años contando la misma historia de piratas. Cansados de repetir lo mismo, deciden hacer algo diferente: crear una nueva aventura con la ayuda del público. Así, los espectadores podrían ser parte de la acción, ayudando a que esta historia cobre vida.

Los piratas son interpretados por siete actores: Margarita Lozano, José Grillet, Angélica Bauter, Astrid Mariel Romo, Daniel Berthier, Priscila Rosado y Carlos Alexis.

La aventura comienza con la Bucanera (Astrid Mariel Romo), a quien su asistente Prolegómeno (Carlos Alexis) presenta como ‘La Dramaturga’ de esta historia (explicando a los niños que es la figura encargada de escribir la obra) y quien aparentemente está sufriendo una crisis existencial porque no quiere volver a repetir la misma historia.

En consecuencia, tanto ella como su asistente dicen que esta representación será diferente pues esta vez contarán con cientos de ‘cabecitas’; es decir: el público, quien podrá participar en la construcción de este trabajo. Es precisamente durante esos instantes de participación, cada que algún personaje lanza preguntas al público, que los pequeños espectadores se sienten más conectados, pues durante cada interacción pueden escucharse varios gritos de niños participando y realmente se sienten parte de la historia.

En otro momento que los peques realmente se emocionan, es cuando Prolegómeno divide al público del Teatro Julio Castillo en tres secciones: una, dos y tres, y cada una tiene la misión de imitar a un animal, con rugidos como de felinos o con graznidos como de pato.

“No se hagan pato”, les dice el Asistente a los de la sección tres, provocando las risas. Aunque la dinámica de dividir al público ya no prosigue y no vuelve a usarse dentro de la obra, la atención de los más pequeños ha despertado.

En algún momento de su relato, Bucanera dice que el barco -bautizado como ‘Quítate que ahí te voy’- podría llegar a una isla llamada Posdramática, el lugar de las historias ‘raritas’. En varios momentos de la trama, verdaderamente parece que este navío roza este tipo de historias, con personajes tan eclécticos como un payaso que es tragado por un Robalo Melodramático, focas que cantan ópera, piratas que bailan polka y hasta una capitana siamesa.

La obra dirigida por Mariana Hartasánchez continúa navegando por diferentes lugares y con distintos personajes; solo algunos se vuelven recurrentes, como el Robalo Melodramático, un pez de enormes ojos que va cambiando de tamaño y que luce aún más gracias al diseño de escenografía de Félix Arroyo. Conforme el pez va creciendo, continúa sorprendiendo a los niños.

Estos piratas lucen aún más reales gracias a los vestuarios concebidos por Giselle Sandiel, quien plasma detalles que se esperarían, como las rayas horizontales, los pantalones holgados y las botas, pero a la vez, dotando a cada uno con una distinta personalidad.

Hacia el final de la obra, aparecen tres nuevos personajes, una especie de piratas rockeros, pero cada uno tiene una misión específica: ‘Simón Poleas’ habla sobre la importancia de la tramoya; ‘Lumina Destellos’ explica los diferentes efectos que pueden dar las luces y un último personaje habla del vestuario. Con esto se busca que los niños puedan diferenciar y entender los distintos elementos que conforman una obra; aunque, como esto ocurre ya casi al final, varios niños, sobre todo los más pequeños, podrían estar algo cansados y desesperados, como ocurrió en el primer fin de semana de estreno.

La dramaturgia de esta propuesta es de Saúl Enríquez y Mariana Hartasánchez, pero a partir de una idea de Félix Arroyo, Giselle Sandiel y Matías Gorlero; justamente, los responsables de escenografía, vestuario e iluminación respectivamente, quienes con esta propuesta buscan contagiar a las jóvenes audiencias su pasión por las máquinas teatrales. De este modo, La mecánica de los sueños resulta un viaje en barco al corazón del teatro, para que niñas, niños y jóvenes descubran la magia que se esconde detrás del escenario.

Antes de despedirse, los tres piratas rockeros interpretan un tema musical con el que la obra vuelve a animarse, y para el momento de la despedida, la Bucanera motiva a los pequeños a escribir sus propias historias, sin importar si se trata de obras que verán sus padres en casa, o cientos de personas en un teatro.

De este modo se reafirma que el teatro, con su maquinaria de tramoya, vestuario, luces y por supuesto los actores, realmente puede crear mundos increíbles. Con esta invitación, ojala los pequeños se animen a seguir los pasos de la pirata Dramaturga y puedan crear sus textos, aunque no necesariamente para llegar a Posdramática…

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Fotos: Cortesía Producción

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