Por Luis Santillán/ August Strindberg se inspiró en la historia de la escritora Victoria Benedictsson y en una noticia aparecida en la prensa sueca, que narraba la seducción de un criado por una mujer de la nobleza que terminó de camarera en un restaurante, para escribir en 1888 la que quizás es su obra más representada: La señorita Julia.
Strindberg presenta su texto como una tragedia naturalista donde la tragedia trabaja en la confrontación entre el determinismo y la ingenua búsqueda de salida del personaje femenino; el toque naturalista lo emplea para crear la situación y el uso de lenguaje.
La línea anecdótica plantea a Julia -hija de un conde- como la señorita que no puede asistir a una celebración y decide convivir con el personal al servicio de su familia, durante la velada seduce a Juan -uno de los criados- y en el amanecer debe enfrentar las repercusiones de sus acciones.
Julián Segura hace una adaptación para presentarla como Julia. El mismo está a cargo de la dirección, presenta una propuesta que se desarrolla en un momento postrevolucionario y la cocina -el espacio de la acción- es la de un viejo ingenio venido a menos. La mayor relevancia de Segura está en el personaje de Cristina (nombre en español) porque pone en relieve el simbolismo con el cual la creo el autor. Cristina es un personaje que en algunas versiones es suprimido, pero cuya relevancia en la obra es trascendental.
Cristina se plantea como una alegoría del cristianismo postrevolucionario que observa los acontecimientos desde la protección moral, encarna también una estructura de pensamiento ligada a una clase servicial que juzga las acciones de los “patrones” sin miedo a ser “manchados” porque la fe les protege.
Mauricio Ascencio diseña la escenografía y vestuario. Su creación es una de las razones para que sea imperdible esta puesta en escena. Crea un espacio que va entre el costumbrismo y la metáfora, logra un equilibrio que lo vuelve muy cautivador. La zona donde inicia Cristina establece cómo será el desarrollo de la obra, es la síntesis visual de la propuesta de dirección. La zona donde Cristina habita la ensoñación evoca el universo onírico de Strindberg. Poleas, cables de acero, tensores, lo metálico, exponen el artificio que podría tener/emplear Julia. La campana que corona el espacio cumple cabalmente su función alegórica.
El cuidado en el vestuario hace que los personajes cobren la dimensión necesaria para comprender lo que Strindberg coloca en el trasfondo de las dinámicas verbales, el detalle logra que el público empatice con los personajes.
La iluminación de Miguel Pérez y el diseño sonoro de Fernando Sisniega redondean la propuesta de Ascencio. Pérez propone cambios sutiles para trasladar el tiempo, las evocaciones y las acciones: Sisniega crea ese mundo que asfixia a Julia, ese barullo que atormenta a Juan.
La segunda razón por la cual hay que ver la propuesta es el trabajo actoral de Ana González Bello. Crea una Cristina que testifica los caprichos de la señorita Julia, que soporta las falsedades de Juan, regula la construcción emotiva para que quede velada, pero pequeños gestos son las grietas de lo que le sucede al personaje. El sueño de Cristina tiene dimensión hipnotizante, por momentos la atención del publico está en el dormir del personaje porque crea dudas, empatía.
El resto del elenco lo conforman Axel Arenas, quien tiene una primera mitad de la obra interesante, le da ciertos matices a Juan para modular las características del personaje. Sin embargo, en la segunda parte de la obra se desdibujan los acontecimientos que para los personajes de esta obra modifican su mundo de manera radical. La dimensión de los sucesos se diluye, la intensidad no se incrementa a la par de lo que ha ocurrido.
Fernanda Mijares-Bracho trabaja el personaje de Julia. En un inicio plantea de manera sólida parte de las características del personaje: una mujer acostumbrada al poder e inconforme con las estructuras sociales. Pero, al avanzar la obra, no queda claro si por una decisión del director o necesidad de más tiempo para apropiarse de Julia, el desarrollo del personaje no alcanza el nivel de fuerza necesario, lo que se traduce en variantes escazas.
Julia es la oportunidad para ver la propuesta de Strindberg sin espacio para el aburrimiento, donde Ascencio y González hacen de esta propuesta una recomendación garantizada.
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Fotos: Cartelera de Teatro