Por Mariana Mijares/ Cuando estamos a punto de emprender un viaje, es natural sentir nervios al aventurarnos a lo desconocido, experimentar nuevas sensaciones y enfrentarnos a la incertidumbre de que tal vez no todo salga como lo planeamos. Entrar a una relación comparte muchas de estas sensaciones: ambas implican dejar la zona de confort, abrirse a lo inesperado y, sobre todo, dar un salto de fe.
Siguiendo esta metáfora de las relaciones como viajes, la obra Instrucciones para volar explora con ingenio algunos paralelismos mientras se nutre de varios elementos narrativos: una sobrecargo que nos guía a lo largo de la obra con “5 instrucciones para volar”, una actriz con altas y bajas laborales que conoce a hombres de todo el mundo en línea, y otros personajes incidentales como una reportera, una mujer mayor con acento extranjero, un hombre que habla sobre una actriz que nadie toma en serio, entre otros.
El monólogo es dirigido y coescrito por José Antonio Cordero, a la par que Karina Gidi coescribe el texto y vuelve al escenario tras algunos años de ausencia. Durante este tiempo, la actriz enfocó su talento en dirigir CasAzul, participar en proyectos televisivos y atender asuntos personales. Su regreso no solo es significativo por verla nuevamente en un teatro, sino porque este texto es una reimaginación del monólogo que presentó por primera vez hace 25 años, cuando el personaje era una veinteañera.
Si bien su ausencia de los escenarios tuvo motivos, la actriz de origen veracruzano ha dejado una huella invaluable en el teatro mexicano con montajes como La voz humana, La pequeña habitación al final de la escalera y, sobre todo, Incendios, que a más de una década se ha vuelto un gran referente y ha quedado en la memoria de muchos (me incluyo, por supuesto) de manera imborrable.
Quizá por el tiempo que no hizo teatro, en el montaje que ahora presentan en la Sala Xavier Villaurrutia, Cordero y Gidi se permiten jugar mucho: con los tonos de voz, con el lenguaje corporal y con el movimiento escénico, todo lo cual reafirma la gran versatilidad de la actriz. Es fácil identificarse con sus personajes dentro de la obra, especialmente con la mujer que conoce gente en línea. Como muchos, ella enfrenta el miedo a enamorarse, a no ser correspondida y a mostrarse vulnerable, intentando evitar terminar lastimada.
Este personaje es la columna vertebral del montaje, ya que a través de su historia se refuerza la metáfora de las relaciones como vuelos. En ese sentido, las cinco instrucciones para volar (que va indicando la sobrecargo de una aerolínea ficticia) incluyen enseñanzas simbólicas como “abrir las alas” o “calcular el riesgo”.
En un momento de humor negro, dentro de esa última instrucción se abordan algunos de los peligros de volar en avión: los aviones pueden caer, partirse, incendiarse o, en un giro absurdo, ser secuestrados por un ovni. Aunque estas imágenes parecerían exageradas, son metáforas potentes que nos recuerdan que, como al volar, muchas de nuestras aventuras incluidas las relaciones— también implican riesgos.
Guillermo Méndez opta por una escenografía compuesta por tres paneles con la imagen de un avión que se van moviendo en diferentes momentos de la puesta, creando una atmósfera dinámica que evoca movimiento y cambio. Frente a un cuarto panel más pequeño, se sitúa una silla y un marco que enmarca a la actriz protagonista mientras ‘escribe’ en su computadora. Desde ahí, comparte fragmentos de las interacciones con sus diversos interlocutores.
Esta disposición escenográfica complementa la narrativa principal, aludiendo a los espacios de tránsito y conexión que caracterizan a los viajes, y especialmente a los aeropuertos. Esto se refuerza adicionalmente con una pista de aterrizaje que cruza el escenario y que se ilumina con decenas de foquitos que nos recuerdan que cada vuelo requiere de un despegue.
En otro momento, la protagonista intenta aprender a esquiar y, aunque no está recibiendo las mejores indicaciones, le remarcan que cuando se caiga debe saber caer para que duela menos. Este consejo, aunque sencillo, recuerda que los tropiezos en las relaciones —y en la vida— son inevitables, pero hay que aprender a enfrentarlos.
Otro elemento que suma es la música en vivo, interpretada por el guitarrista Yurief Nieves, quien por momentos entona sones jarochos o temas relacionados con volar, como La bruja, que popularizara Eugenia León. En ocasiones, Gidi canta fragmentos de estas canciones o interactúa brevemente con el guitarrista, quien, de manera intencional, permanece mudo para mantener el carácter introspectivo del monólogo.
Tras escuchar todas las instrucciones para volar y ver destellos de los diferentes personajes, cada espectador podrá reflexionar sobre cuáles serían sus propias instrucciones para volar o para aventurarse en una relación. Como en los viajes, en las relaciones siempre habrá riesgos, incertidumbre y la posibilidad de caer; pero, como recompensa, ganamos libertad, descubrimiento y la oportunidad de vivir algo extraordinario.
Sin importar que siempre que emprendemos una nueva travesía estaremos viajando hacia lo desconocido, tal vez lo más importante sea recordar algunas de las instrucciones de los sobrecargos: relajarse, abrir las alas y luego… simplemente disfrutar del vuelo.
Para más información de Instrucciones para volar, da clic aquí.
Fotos: Cortesía Coord. Nal. de Teatro
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Un título muy a la Julio Cortázar…El Gran Cronopio argentino universal…La Puesta en Escena también? No sé… Habrá que ir a observar El Viaje ..Viajo luego existo…Todo es un viaje sin fin …