Por Mariana Mijares/ Al tener como protagonistas a dos parejas de mejores amigos que se conocen desde su juventud y que ahora tienen más de 80 años, podríamos imaginar un sinfín de historias, pero todavía más cuando se revela que el entretejido de estos dos largos matrimonios y amistades está lleno de enredos y sorpresas.
Ilusiones es un texto escrito por el dramaturgo ruso Ivan Vyrypaev que anteriormente fue llevada a la escena mexicana con Adriana Roel/Marta Aura, Ana Ofelia Murguía, Farnesio de Bernal y Ricardo Blume en el elenco. Ahora bajo la visión del director Cristian Magaloni, la propuesta cobra una nueva vida gracias a una serie de decisiones creativas; la más notoria, contar parte de la historia con jóvenes, no adultos mayores, y que estos se apoyen de muñecos.
Al comenzar la obra que se presenta en el Teatro Milán, una de las actrices, Paola Arrioja, comparte el primer monólogo, el de Dani, un hombre octogenario en su lecho de muerte que se está despidiendo de su esposa Sandra y a quien le expresa inmensa gratitud por 52 años juntos.
Para hacer más visual este momento, Magaloni coloca a los otros tres actores: Adriana Montes de Oca, Xavier García y Carlos Patrick Casanova, del lado izquierdo del escenario, moviendo dentro de un diorama (una especie de maqueta) a dos muñequitos, uno en la cama (que representa a Dani) y a su esposa sentada al lado. Dani enfatiza su agradecimiento por la entrega de Sandra.
“Responsabilidad y gratitud”, menciona como claves de la vida.
Para hacer aún más evidente el vínculo entre los pequeños muñecos y los actores, el vestuario de ambos es igual; por ejemplo, Arrioja tiene un pantalón beige y una playera de rayas y su muñeca viste idéntico. No obstante, ningún muñeco tiene rostro, porque a pesar de representar a esos cuatro personajes, podrían ser quien sea…
La escenografía concebida por Fernanda García incluye una especie de ventanas en la pared del fondo que van abriéndose en diferentes momentos y que revelan escenas que complementan los monólogos. Por ejemplo, en el discurso de despedida de Dani, vemos dos brazos entrelazados, solo eso. No hay cuerpos ni rostros, solo dos manos que asemejan a las de los protagonistas en el lecho de muerte.
Más adelante, en estas mismas ventanas se irán revelando instantes de vida de ambas parejas: dos personas que bailan, un hombre que sostiene unas flores, o una pareja que se mira de frente a medida que se siguen compartiendo las vidas, y las muertes, de los protagonistas.
El relato de Dani comienza al final de su vida; pero a partir de ahí, las historias de Vyrypaev se van contando en retrospectiva, pero con el toque de que cada monólogo que sigue añade un giro inesperado a la trama.
Esto porque cuando llega el momento de escuchar la perspectiva de Sandra (todavía interpretada por Arrioja), ella realiza una confesión inesperada. “El verdadero amor, nunca espera nada a cambio”, señala Sandra en su discurso, o más bien, en su confesión.
Cuando llega el turno de contar la versión de Alberto y su esposa Margarita, es Adriana Montes de Oca quien los interpreta, y aunque también ella comparte la perspectiva de dos personas que llevan toda una vida juntos, dota su monólogo de mucha vida; con miradas, con reacciones, y con matices en su voz.
“Eres un viejito baboso”, le dice en algún momento Margarita a su esposo.
Esta mujer, se reitera varias veces, ‘tenía un gran sentido del humor’; lo que terminará por tener gran importancia hacia el final de la obra.
Mientras Montes de Oca continúa con las anécdotas de Margarita y Alberto, los demás actores mueven a las figuras que los representan; como cuando colocan a la pareja sentada en un patio viendo el horizonte. A la par, y, como sucedió en la primera historia, los cuadros detrás nos hacen imaginar las escenas cotidianas de pareja.
Además de estos complementos, otro de los elementos que llena de vida la propuesta de Magaloni es la interpretación de un músico en vivo: Leo Soqui, quien no solo añade intensidad a los momentos emotivos, sino que por otros se permite jugar con los actores; sobre todo con Adriana, quien continuamente se acerca a él para pedirle ciertos acordes.
En ningún momento de la obra los personajes dialogan entre ellos, solo escuchamos sus monólogos a manera de reflexiones, y aunque Xavier García y Carlos Patrick Casanova a veces participan, el foco permanece sobre todo en Adriana y Paola.
“El verdadero amor solo puede existir si es correspondido”, remarcan los personajes, dando a entender que quizá el amor de Dani hacia Sandra no era amor, hasta que más adelante Margarita hace una confesión y se enreda todavía más la trama.
Nostalgia, tristeza y dulzura se siguen mezclando a medida que se siguen develando estos amores de manera poco convencional; pero es justamente esa forma de contar la historia, lo que hace que resulte tan original.
Entre reflexiones sobre el amor correspondido y el que nunca fue, Ilusiones nos reitera cómo el amor le da sentido a la vida de cada uno de los personajes, resultando así en un montaje sobre la ilusoria naturaleza del matrimonio, del compromiso y las oportunidades que dejamos ir.
A veces -aunque duela admitirlo-, el amor es solo una ilusión.
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