El teatro griego ha dejado huellas que permanecen hasta nuestros días. Su influencia se puede ver en las tragedias y comedias que se conservan, así como en los recintos que todavía están en pie. Desde entonces, comenzó a tomar forma la profesión actoral. Aquí vamos a explorar un poco quiénes eran estos actores, su formación y sus técnicas, así como el papel que desempeñaron en la sociedad.
En la antigua Grecia, los actores y el coro eran todos hombres. El teatro griego tiene su origen en las tragedias. La tragedia surge del ditirambo, que eran himnos en honor a Dionisio, entonados por un coro. Este coro tenía un guía, el corifeo, quien fue ganando importancia frente al resto del coro. Además de cantar y recitar, el corifeo comenzó a acompañar con acciones lo que se estaba narrando. Así se cree que nacieron los actores.
Según la tradición, el dramaturgo Tespis es, además de inventor de la tragedia, el primer actor en la historia. Es este personaje quien, según Aristóteles, separa a un actor del coro por primera vez. Además, según la leyenda, fue el primer actor y dramaturgo en presentarse de manera itinerante, pues fue desterrado de Atenas por Solón. Podríamos decir que él inventó la tragedia, la actuación y las giras.
La figura de Tespis es, en gran medida, una figura legendaria. La interpretación tradicional de que fue el creador de la tragedia y el primer actor se basa en Aristóteles. Estas afirmaciones siguen siendo un punto de debate entre algunos académicos.
Como ya hemos dicho, en un principio las tragedias contaban únicamente con un actor y un coro. Posteriormente, el número de actores se fue incrementando. Esquilo fue quien introdujo en escena a un segundo actor, y Sófocles introdujo a un tercero, definiendo así el número de actores de las tragedias griegas. En ocasiones también se utilizaban actores que no contaban con diálogos significativos.
En escena, el coro estaba compuesto por entre 12 y 15 actores, aunque en casos especiales podían ser más. El coro era un personaje colectivo que cantaba al unísono. Comentaba la acción y podía interactuar con los actores. En ocasiones funcionaba como un actor más, y el corifeo (jefe del coro) recitaba. Poco a poco, los actores individuales tomaron más importancia que el coro.
Mientras que el coro podía contar con actores no profesionales, los actores principales sí eran profesionales. En aquel tiempo no existía la figura del director; ese papel lo desempeñaba en buena medida el autor. Sin embargo, la importancia de los actores fue aumentando. Entonces se comenzaron a representar, tras la muerte del autor, las obras ya conocidas, y el actor se volvía el dueño de la producción. Esto les daba mayor relevancia social; al viajar y representar en otros lugares estas obras, los actores generaban vínculos entre las ciudades.
Cuando los autores dejaron de actuar en sus composiciones, comenzaron a elegir a la compañía que representaría sus obras. Otro método que se utilizó en ciertas ocasiones fue el sorteo para asignar los actores que representarían una obra. Los actores que participaban en estos sorteos tenían que haber aprobado un examen previo.
Los ciudadanos con recursos económicos eran quienes estaban a cargo de los coros y sufragaban los gastos del espectáculo. Con ello se consideraba que cumplían con su deber como ciudadanos, pues estos espectáculos tenían como objetivos resaltar la tradición, los mitos, el amor a la ciudad, así como aleccionar y conmover.
Desde la antigua Grecia existían algunos reconocimientos para los actores, como las coronas de hiedra y placas o exvotos que conmemoraban la producción.
Al inicio, debido al origen religioso del teatro, los intérpretes eran considerados por parte de los sacerdotes como inviolables y sagrados. Como actores profesionales gozaban de algunos privilegios, como no ser llamados a servicio militar, y la Ciudad-Estado solía pagar sus honorarios.
Todos los actores, tuvieran líneas o no, utilizaban máscaras. A través de este aditamento se representaban a distintos tipos de personajes – tirano, esclavo, anciano, etc. Se piensa que existió un número fijo de variedades de máscaras; algunos especialistas hablan de 27 tipos. Esto se debe a que en el teatro griego se representaban personajes generales de acuerdo a su condición social o posición en la sociedad, y no personajes con características personales.
Estos personajes también eran frecuentemente arquetípicos, es decir, encarnaban alguna cualidad. Importaban más los valores o defectos que representaba una figura que el personaje en sí.
Las máscaras estaban hechas de lino u otros materiales. Las máscaras fueron evolucionando, y una de estas evoluciones es el crecimiento de las bocas, lo que hace pensar a los especialistas que las máscaras cumplían también una función de amplificación de la voz.
Hablando de técnica, el uso de máscaras implicaba una exigencia especial para los intérpretes, pues no podían utilizar expresiones faciales para representar sentimientos.
El oficio de actor implicaba recitar, cantar y bailar, lo que requería un intenso entrenamiento físico, en declamación y movimiento estilizado. Además, debían aprender a utilizar las máscaras y el vestuario, el cual, como las máscaras, identificaban tipos de personajes. Debido al uso de las máscaras, que impedían el uso de gestos para transmitir emociones, y al tamaño de los teatros, que dificultaba que el público apreciara movimientos leves – el de Dionisio en Atenas tenía capacidad para cerca de 17 mil espectadores –, los actores tenían que aprender ciertos códigos corporales y palabras que el público identificaba. Golpearse en el pecho o mesarse el cabello equivalían a un intenso dolor, y levantar el brazo con la mano abierta significaba dolor.
Por Óscar Ramírez Maldonado, Foto: José Jorge Carreón.
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