Alma es una primera actriz que, al tiempo que ensaya Madre Coraje de Brecht, lidia con asuntos de la vida y del oficio. Con más de setenta años de edad, se enfrenta a la posibilidad de quedar fuera de la compañía en donde es uno de los elementos con mayor experiencia y prestigio, debido a un recorte presupuestal por parte de los mecenas; además, ha sido diagnosticada con Degeneración macular, por lo que su vista empieza a mermar. Por si fuera poco, su hijo Alejandro acaba de regresar a la casa materna, luego de muchos años fuera de ella. Alma es actriz, es madre y es una mujer de la tercera edad. Son esas condiciones las que principalmente ocupan sus reflexiones cuando se sienta a la mesa a tomar café con dos viejas amigas suyas.
Y son los temas centrales que atraviesan Coraje, película de Rubén Rojo Aura en la que, a través de un inteligente ejercicio de autoficción, con guion del escritor César Tejeda y el propio realizador, rinde homenaje a la vida y obra de la protagonista del filme, Marta Aura, su madre.
La cinta, que se estrenó en 2022 en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara -al final del cual Marta Aura mereció el Premio Mezcal a la Mejor Actriz-, no niega uno de sus principales intereses: mostrar lo que vive una actriz profesional, de amplísima trayectoria, dentro del entorno teatral de los tiempos actuales.
Alma es actriz de teatro, de cepa, protagonista de montajes importantes y, por ello, la elegida para afrontar el complejo personaje de Bertolt Brecht. Y lo que vemos es el proceso de esa actriz al intentar entrar en ese personaje, en la propuesta del director y en el ambiente de trabajo junto a compañeros que, de pronto, al igual que ella, se enfrentan a una situación tensa, límite, que pone a prueba sus lealtades y franquezas.
Vemos el proceso profesional, pero también humano -a veces demasiado humano- de la actriz. La vemos en lecturas de la obra, en ensayos y, finalmente, en funciones. El teatro está presente de principio a fin en la película y es desde el teatro que se explica todo lo demás que allí sucede, incluso la relación madre e hijo -interpretado por el primogénito de Marta Aura, Simón Guevara- que sostiene el filme.
Si bien Coraje no es la única película mexicana que pone al centro el universo del teatro, sí es una de las pocas que retrata a profundidad sus procesos internos y, en particular, cómo los vive una actriz.
Otra película que lo hace, desde el lado de la comedia, es Tercera llamada de Francisco Franco, que si bien se trata de la adaptación cinematográfica de la obra teatral Calígula, probablemente del mismo Franco, resulta sumamente relevante, ya que al pasar el libreto teatral a guion cinematográfico -a cargo de María René Prudencio y el director-, lo que logra es un muy completo, divertido y entrañable homenaje a todas las partes que componen el hecho teatral desde la distancia y el detalle que ofrece la gran pantalla.
La película de 2013 narra el agridulce proceso que enfrenta, a pocas semanas de su estreno en un festival internacional con sede en la UNAM, todo el equipo de trabajo de un montaje de Calígula de Albert Camus, cuyos creativos son figuras reconocidas y su elenco está conformado por actrices y actores de distintas procedencias.
La cámara permite ir, literalmente, hasta los camerinos de los actores, las cabinas de los técnicos y el escritorio de la directora, dando cuenta, a punta de risas, de que el verdadero drama, en México, es hacer teatro.
La cinta se beneficia de las actuaciones de Karina Gidi, Irene Azuela, Mariana Treviño, Rebecca Jones, Anabel Ferreira, Fernando Luján y Ricardo Blume, además de un sinfín de cameos de figuras del teatro como Silvia Pinal, Ana Ofelia Murguía y Julieta Egurrola.
Otras películas en las que el teatro está muy presente al ser el oficio de sus protagonistas son la reciente Todo el silencio, ópera prima de Diego del Río, y la poco recordada Sucesos distantes de Guita Schyfter, de 1996.
En la primera, a diferencia de Coraje y gracias al guion de Lucía Carreras, encontramos a una actriz muy joven cuya carrera está en ascenso, que ensaya a Masha en La Gaviota, bajo las órdenes de una estricta directora, hasta que su estabilidad profesional y de vida se tambalean al descubrir que está empezando a perder la audición, al igual que sus padres, que son sordos.
En la cinta de Schyfter, el guion de Hugo Hiriart une la entomología y el comunismo ruso para concretar una historia de secretos y celos entre un matrimonio maduro, protagonizado por Fernando Balzaretti y Angélica Aragón, quien interpreta a una actriz de origen ruso que ve interrumpidas sus actividades teatrales para atender los cuestionamientos y sospechas de su marido.
El universo del teatro está presente en filmes internacionales muy bien apreciados como la fabulosa Drive my car -en la que al conflicto natural de hacer teatro en Japón, se añade el elemento de la traducción y la interpretación-, Birdman de Alejandro González Iñárritu y, por supuesto, Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar -en donde toda la fascinación del director por el teatro, por Tennessee Williams y Un tranvía llamado deseo, la vierte en dos mujeres: el personaje Huma Rojo y su intérprete, la recientemente desaparecida y añorada Marisa Paredes-.
No son pocas las películas inglesas que abordan las tablas -hay dos adaptaciones cinematográficas de la obra El vestidor de Ronald Harwood, que dejan en pantalla el testimonio de los demonios a los que se enfrentan los actores de la vieja escuela-, pero la que de forma más completa y memorable pone en evidencia los mecanismos del teatro isabelino es la ya clásica comedia Shakespeare in love de John Madden, con el divertido guion de Tom Stoppard y Marc Norman.
Apenas en 2023 apareció en Francia la película Yannick de Quentin Dupieux, en la que el protagonista es un espectador que interrumpe una función para expresar su opinión sobre la obra y exigir a los actores que representen una nueva obra, escrita y dirigida por él. La discusión entre arte dramático y públicos, vista desde la gran pantalla.
El coqueteo entre ambos medios es parte de la historia del espectáculo de la cultura pues, aunque se les ha considerado como opuestos o rivales, al final del día ambos son artes que se complementan, se guiñan y se erigen como medios centrales de la expresión genuina de creadores y artistas. Y, claro, son dos medios que, frente al poder de la televisión, luchan por conquistar a punta de calidad a sus espectadores.
Por Enrique Saavedra
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