Por Alegría Martínez/ El diseño de una hoja de pistas dividida en sospechosos, armas y habitaciones, con la imagen de una lupa sobre una misteriosa mansión, es entregada en la mano de cada espectador al entrar al teatro. Ya en su butaca, ante escenario enmarcado por la proyección de coloridos peones, cartas con la imagen de los personajes y la leyenda: “Piezas pequeñas, peligro de asfixia”, un telón central despliega las instrucciones de Clue, el juego de la sospecha que promete misterio, intriga, y víctimas.
Una voz masculina menciona a los personajes que han dejado de tener forma de peón y figura de naipe, para entrar por la puerta central: el Coronel Mostaza, la señora Blanco, la señora Pavón, la señorita Escarlata, el señor Verduzco y el Profesor Mora, e indica el comienzo del juego.
La bienvenida del mayordomo a una misteriosa cena, transcurre entre los sonidos del timbre, el caer de la lluvia y aullidos de perro en los alrededores, hasta el momento del aperitivo que ofrece Ivette, la doncella.
La advertencia de que las personas invitadas no se conocen entre sí, subraya el nerviosismo evidente mediante el cruce de miradas, los secretos que guardan los comensales, la Cocinera, la Doncella y más tarde algunos más que irrumpirán durante la velada. Asuntos envueltos en romance, chantaje y soborno son parte de la información que esconden.
Una amplia estancia con 5 puertas de madera y ornamentos dorados, además de candelabros, piso superior con balcón y la reproducción de “obras de arte” sobre muros verde-seco en la parte alta y tapiz en matices magenta-fucsia, en planta baja, son parte del decorado de la mansión Hill con su suelo marrón rojizo.
El asombro se posa en las gafas del Señor Verduzco, que finge ser de lento entendimiento hasta que llega su momento cumbre. La incógnita compartida que cada peón viviente aloja en su artificiosa excusa para escapar de su culpa, brinca entre los integrantes del grupo que recorre pasillos y escaleras imaginarias como si se tratara de sonrientes soldados rasos vestidos para fiesta, que se ejercitan unidos, bajo la guía del Mayordomo al interior del inmueble.
La escenografía de la residencia construida en 1784 desliza sobre el escenario pequeños carros sorpresa que emergen de los costados: estudio, estancia con chimenea y teléfono y algún pasadizo secreto entre el balcón interior y el primer piso.
Sobre el color de fondo del vestuario que determina el alias de cada personaje, destacan líneas blancas que dan la ilusión de atuendos para dibujos animados con algunos trazos que serpentean, como un interrogante guiño de humor.
Diseño en consonancia con el maquillaje que extrema rasgos caricaturescos, acordes al movimiento, la voz y el ritmo- veloz a ratos- al que se mueven los personajes, elementos que completan la estética del llamado “el clásico juego del misterio”.
Sobre el tablero en tercera dimensión que conforma el escenario, armas envueltas para regalo, llaves ocultas, picaportes clausurados, apagones, guantes, huellas digitales, un inmenso candelabro viajero y notas de piano en vivo, incentivan a los coloridos peones para ocultar los motivos que podrían convertirlos en homicidas.
Desde las butacas, el público observa cual detective silente. Quizá juegue a descubrir al asesino sin saber si la mente de su colega espectador planearía mentir para confundirlo. La confianza se escabulle entre fichas y jugadores. Las sospechas no se verbalizan. La acusación tentativa que podría recaer, por ejemplo en: “el señor Mostaza, con la llave de tuercas en la cocina”, es mencionada cerca del final en algunas de sus distintas opciones por los personajes.
Después del resumen de los hechos que a gran velocidad hace el Mayordomo, de la llegada de personajes inesperados, sorpresas y nuevas pesquisas a cargo de un personaje que cambia de nombre según la nueva versión a externar, el misterio se resuelve.
Trasladar la emoción de un juego de dados y cartas ocultas, anotaciones individuales y pistas, con la esperanza de llegar a la habitación donde el pasadizo secreto abrirá la puerta del anhelado lugar de los hechos, es un ambicioso reto.
El espectáculo corre a cargo 22 actrices y actores, dos por personaje, que alternan funciones en el papel de las fichas que representan a los invitados a la casona, además del Mayordomo, de Cadavery, Ivette, el Policía y la Cocinera.
El juego de mesa, creado por Anthony E. Pratt, comercializado por Hasbro, cuya versión cinematográfica se estrenó en 1985, con guion de John Landis y Jonathan Lynn, dirigida por este último, llegó a la Ciudad de México en una producción de Morris Gilbert y Mejor Teatro.
La obra escrita por Sandy Rustin, basada en el guion de Lynn y con material adicional de Hunter Foster y Eric Price, integra un elenco -entrenado sobre todo en comedia física- que dirige Rafa Maza, conformado por: Daniel Bretón, José Ramón Berganza, Elsy Reyes, Tanya Valenzuela, Arturo Echeverría, Luis Fernando Zárate, Carla Medina, Rebeca Manríquez, Diego Llamazares, Ervey Ortegón, Adriana del Río, Leslie Martínez, Luis Koellasr, Juan Cristóbal Castillo, Fernando Villa, Carlos Pulido, Ana Sofía Quintanilla, Melina D’Ángelo, Jorge Escandón, Diego Cossío, Laura Jerkov, Melissa Hallivis. Incluido el pianista y compositor de la música original, Edgar Ibarra.
El enamoradizo psiquiatra retirado, la esposa de político corrupto, la dueña de un burdel, la viuda negra, el investigador encubierto, además del Mayordomo, la Cocinera, la Doncella, el Policía, Cadevery, la chica que canta telegramas y el motociclista, encubren sus objetivos al interior de la mansión oscura.
Clue atrae a buena parte de un público que busca revivir la nostalgia de ponerse la gorra de detective y usar la lupa imaginaria por un rato. Sin verbalizar su sospecha ni acusación, el espectador observa desde su lugar a actrices y actores bajo las reglas del juego que implica interpretar fichas humanas. Caricaturas, personajes-peones que parecen accionados por resortes invisibles y que en su afán por seguir en el tablero, cada uno de sus pasos los pone en evidencia.
La obra, traducida por Paula Zelaya, cuenta con diseño de escenografía de Emilio Zurita, vestuario de Estela Fagoaga, iluminación de Regina Morales, audio de Josué Guzmán, video e impresiones de Jéssica Jaime y Alexis Málvez y producción ejecutiva de Pamela Vidal y Francisco Escárcega.
Para más información de Clue, el juego de la sospecha, da clic aquí.
Fotos: Cortesía Mejor Teatro
No dejes de recibir en tu correo, Facebook o Twitter toda la información y los estrenos de las obras de teatro de la Ciudad de México.