Por Kerim Martínez/ Cabaret (con música de John Kander, letras de Fred Ebb y libreto de Joe Masteroff) es, sin lugar a dudas, una obra que sacude al espectador y lo obliga a mirar de frente lo que muchos preferirían ignorar. Provocadora desde su origen, se ha ganado un lugar entre los más desafiantes espectáculos musicales. Para algunos, resulta incómodo; para otros, fascinante. Pero lo cierto es que su fuerza radica en mostrar sin filtros la decadencia de una época y de sus personajes, cuyas luces y sombras siguen resonando con inquietante vigencia.
Desde hace un año, el Teatro de los Insurgentes dejó de ser simplemente un recinto teatral para transformarse en el icónico Kit Kat Club, un espacio cargado de ambigüedad y simbolismo donde lo escénico y lo político se funden con inquietante naturalidad. Las tradicionales butacas han sido sustituidas por pequeñas mesas y asientos coquetos que evocan el ambiente decadente de los cabarets berlineses de entreguerras. Ahí, los espectadores no solo observan, sino que son seducidos desde antes de que comience la función, atendidos por meseros que les invitan a relajarse al calor de una copa, como si el hedonismo fuera la antesala perfecta para enfrentar el caos que está por desatarse sobre el escenario. La escenografía está a cargo de Adrián Martínez Frausto y la iluminación, de Regina Morales.
La protagonista de esta historia es Sally Bowles, y en los últimos meses ha sido interpretada por destacadas figuras del medio artístico como Ilse Salas, Cassandra Sánchez Navarro, Majo Pérez e Itatí Cantoral. Cada una con estilos muy distintos, pero con la misma firmeza y valentía de asumir lo que implica dar vida a una mujer tan compleja, frágil y vibrante. Recientemente se sumaron Kika Edgar —quien, al igual que Cantoral, ya había participado en la última versión hace dos décadas— y Lisset, considerada una de las grandes figuras del teatro musical en México, cuya presencia en escena representa una apuesta segura por el talento, la trayectoria y el magnetismo escénico.
La actriz Lisset construye dignamente a Sally Bowles, dotándola de un carisma desbordante y una energía que ilumina cada una de sus apariciones. Su experiencia y oficio se notan en cada gesto, en cada canción y en la manera en que transita la fragilidad emocional del personaje sin perder su frescura ni su encanto. Brilla con luz propia, destacando como el eje vital de la puesta en escena, y su interpretación se convierte en un contrapunto vibrante frente a un elenco que, aunque sólido, se percibe más sombrío, decadente y, por momentos, agotado. En ese contraste, la Sally de Lisset no solo se impone, sino que encarna con fuerza ese espíritu libre y contradictorio que define el corazón de Cabaret.
En sus primeras canciones, Sally se muestra divertida, inmersa en una burbuja de fantasía. Hace gala de su carisma y acentúa, con su cuerpo y el manejo de su voz, cada emoción que atraviesa al personaje. Más adelante, después de enfrentar todos los obstáculos que se le presentan, su interpretación de Cabaret, donde se deslinda del glamour y la gracia, resulta entrañable e hipnótica. Sin duda, ha sido una excelente decisión elegirla como protagonista en esta etapa del musical, ya que aporta frescura y vitalidad, cualidades esenciales para mantener vivo el espíritu de la obra.
El actor Julián Segura ha demostrado una notable capacidad para construir con solidez y dedicación los personajes que le son asignados en Cabaret. Desde su estreno, ha alternado con éxito entre los roles de Ernst Ludwig y Emcee, pero su interpretación actual como Cliff Bradshaw, el joven escritor estadounidense idealista y algo inmaduro, marca un nuevo reto en su carrera. La actuación de Segura capta la vulnerabilidad de un hombre seducido por Sally, inmerso en un entorno complejo; construye al personaje con autenticidad, mostrando su capacidad para transmitir la tensión entre la esperanza y la incapacidad de aceptar la realidad, lo que enriquece su interpretación de manera efectiva.
Gicela Sehedi sobresale en su interpretación de Fraülein Kost, la inquilina atrevida y desinhibida que se gana la vida recibiendo a marineros en su habitación. La actriz imprime al personaje una combinación de picardía y dureza que le otorga una fuerza escénica palpable, dominando cada aparición con soltura y presencia. En algunas funciones, Sehedi también se mete en la piel de Fraülein Schneider, alternando con Anahí Allué.
Bruno Bichir se incorpora recientemente al montaje para dar vida nuevamente al maestro de ceremonias, abordándolo desde una perspectiva más siniestra. Aunque su desempeño vocal no es su mayor fortaleza, compensa con una construcción sólida del personaje, resaltando su lado burlón, manipulador y oscuro, y convirtiéndolo en un observador irónico del colapso social que rodea al Kit Kat Club. Alterna con el actor Flavio Medina.
El resto del elenco lo integran Luis Miguel Lombana y Alberto Lomnitz, quienes alternan en el papel de Herr Schultz; Armando Arrocha como Ernst Ludwig. Además de un sólido reparto y una excelente orquesta en vivo, bajo la dirección de Antonia Suillerot y Mario Cabuto, con Pablo Chemor a cargo de la dirección musical.
En la reseña de la puesta en escena de hace un año se destacaron las virtudes y sorpresas visuales del montaje dirigido por Mauricio García Lozano, y cómo estos elementos lograban captar la atención del público. No obstante, con el paso del tiempo, sería recomendable ajustar ligeramente el ritmo —particularmente en las escenas actuadas— para evitar que el segundo acto se perciba extenso o denso, especialmente para aquellos espectadores que no están tan habituados a asistir al teatro.
Es evidente que Cabaret sigue funcionando exitosamente, y los cambios constantes en el elenco parecen estar orientados a atraer a un mayor número de espectadores, especialmente a aquellos que asistieron a la puesta en escena hace veinte años y desean ver si los actores que en su momento los cautivaron siguen destacándose en el escenario. Sabemos que en el teatro, las edades pueden ser flexibles y que aceptamos diversas convenciones para dar vida a los personajes.
Sin embargo, sería interesante considerar la oportunidad de incorporar a actores más jóvenes, que estén más cerca de las edades de los personajes que plantea la trama original. ¿Acaso podríamos encontrar nuevas estrellas del teatro musical que no solo se adapten a la esencia de los personajes, sino que también atraigan a un público joven, renovando el interés por esta historia que, sin duda, sigue siendo relevante y merece seguir contándose?
Por lo pronto, Cabaret seguirá en cartelera, ofreciendo una opción sólida para quienes buscan una experiencia teatral entretenida. Si aún no has visto la obra, es una oportunidad para disfrutar de una propuesta que sigue siendo relevante y emocionante.
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Fotos: Cortesía Producción