Por Alegría Martínez/ Una espesa neblina envuelve el cuerpo de una mujer mayor que se desplaza sentada sobre lo que podría ser un armario, o una pequeño hogar, envuelto en su larga falda. Cubierto su rostro con tela gris, sus brazos se aferran a dos largos bastones que sus manos sujetan y manipulan como si remara en círculos. Su garganta emite rugidos, palabras que se mezclan con otras voces, risas y sonidos de ave que inundan el escenario. Espacio para el ritual cíclico de encierro y liberación.

El espectador se encuentra ante una propuesta que lo inserta en una narrativa de sueño y pesadilla, en la que un viejo aparato de radio, que emite luz y resguarda hojas dobladas, quizá aviones de papel, transmite la noticia de un piloto desaparecido.

Viajan notas de acordeón, música que evoca el pasado desde un presente en el que un personaje se encuentra al centro de una batalla consigo, ante obstáculos que la oprimen y la regresan al punto de partida.

Una actriz distinta, joven y delgada, con el rostro también cubierto por tela gris, invita a una persona del público a subir al escenario. En este caso, a una mujer que acepta seguir las discretas indicaciones que recibe: sentada de perfil al público, vestida con suéter, jeans y tenis, levanta uno de sus brazos que semeja un ala suspendida en el tiempo.

La espectadora se vuelve un personaje que empatiza con quienes la observan bajo el escenario, desde donde ella contiene su asombro. Intenta apoyar la continuidad de la acción sin que se note que ignora cómo moverse, qué hacer con su cuerpo, con su mirada y su gesto, que a punto de revelar algo de lo que piensa o siente, se inmoviliza en lo posible.

Un gran pez, hermoso y naranja en la cabeza de la actriz mayor -que es ahora otro personaje- apoya su voz distinta, modo de andar y ritmo acelerado que se interrumpe. Ella es ahora una mujer que prepara sopa y el armario se transforma en estufa con utensilios de cocina que tiemblan y reaccionan a lo que ahí sucede. El sueño viaja hasta esa cocina,
donde se insertan nubes de humo, entre luces que emergen del fondo, al invocarse ingredientes y cuerpos celestes.

La dramaturgia de Fernando Reyes, viaja de la imposibilidad de una mujer que anhela ser libre y dejar ir a un ave lastimada, a la noticia sobre de la búsqueda de un piloto, extraviado en 1957. Detona la incertidumbre de la extraordinaria receta culinaria que se propone hacer el personaje con cabeza de pez y acude a la casa abandonada que clama por abrir sus ventanas.

Abrazo se titula esta propuesta escénica que dirige Christian David, con dramaturgia de Fernando Reyes, quienes conforman la Compañía Idiotas Teatro. Unipersonal a cargo de Lucina Rojas, actriz oriunda de Oaxaca, con 40 años de trayectoria. Experiencia que se percibe en los distintos tonos de su voz, en el dominio de su cuerpo, de la máscara y de la escena, en la que sus personajes son el centro vivo de la metáfora.

La música original y diseño sonoro de Diego Santana, el vestuario y las máscaras de Azucena Galicia, así como el dispositivo escénico, e iluminación de Edgar Mora, generan la atmósfera onírica que exige Abrazo, una obra que solicita del espectador una lógica distinta, alejada de la anécdota lineal que desarrolla una historia.

Observar, ser paciente al inicio, disfrutar las imágenes sin la ansiedad de descifrar desde la razón lo que ocurre en escena, es parte de lo que exige Abrazo. El azoro -en esta función, obediente y cauto- de la espectadora invitada a estar ahí, absorta en lo que sucede, como alguien que es parte de la acción, sin ser responsable de lo que ocurre, refleja de algún modo lo que vive el público. Testigo del apoyo de Jessica Daysi García Reyes, actante y asistente de dirección, que opera el dispositivo casa-armario, e interacciona con el personaje principal para lograr -entre otras acciones- la animación de objetos y tránsito en escena.

El montaje invita un sueño-pesadilla, frente el denso recuerdo de una vieja casa, la del personaje que remite a ese espacio que habitó en un principio, ella y un ave, lo que remite a la huella de esos hogares que dejan marcas. Ahí se retoma la búsqueda de un ser con vida, pájaro, piloto, uno, una misma.

Abrazo propone recuperar las alas y surcar el cielo, entre humo, nubes y el humor de una cocinera experta, aunque nerviosa e indecisa, al compás de música antigua que se vuelve actual. Una inmensa falda que se transforma en personaje, y el pez-cabeza-máscara, de inmensos ojos, habitan este espacio onírico, a la espera de que el público elimine barreras internas y le abra un lugar al vínculo de la pesadilla-sueño que crea imágenes y personajes fuera de lo común, en busca de libertad.

Esta producción de Idiotas Teatro, cuenta con el diseño de cartel de Alejandro Magallanes; ingeniería escénica y construcción, de Omar Reyes Reyes; asistencia de Producción, de Alejandra Mada; asistencia de dirección y traspunte, de Leslie Moctezuma.

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Fotos: Cartelera de Teatro