Este unipersonal, escrito, dirigido e interpretado por Daniel Ortiz Velázquez, plantea una pregunta fundamental que muchas veces se pasa por alto: ¿Qué es ser papá? ¿Cuál es el papel de un padre en la vida de sus hijos?

El autor, para iniciar su camino hacia la paternidad, se lanza hacia su pasado para despedirse de la figura de su propio padre ausente. El abandono, los recuerdos, las heridas y el deseo de haber sentido a un padre cercano lo hacen cuestionarse sobre sus propias aptitudes para guiar a un hijo.

El punto de partida de este montaje son dos sucesos que, en la vida del personaje, coinciden temporalmente: la noticia de su próxima paternidad y la muerte de su padre. El inicio y el fin de la vida se juntan para guiarnos a través de un viaje de descubrimiento personal.

Se trata de un texto con tintes autobiográficos, en el que el autor, a través de la ficción, reflexiona sobre la responsabilidad de la crianza –en un país donde históricamente este tema se ha delegado en las mujeres– a partir de sus propios temores.

Aquí te damos tres razones para ver Las calcetas de mi padre.

1. Una mirada masculina hacia la paternidad. Desde un mundo donde el futbol es el único punto de coincidencia y una pasión compartida entre el protagonista y su padre, esta obra explora cómo replantear la responsabilidad de los hombres en la crianza de los hijos. En un país como el nuestro, en el que históricamente nos hemos separado de esta responsabilidad, hablar sobre ello nos resulta todavía un terreno incómodo.

2. Multitud de recursos. Daniel Ortiz, para narrar esta historia, echa mano de distintos recursos escénicos como las máscaras, el teatro de papel y el teatro de sombras. El actor se encuentra solo sobre el escenario. Cuenta con su capacidad actoral, pero también con recursos que se utilizan de manera eficiente. Logra así mantener la atención del espectador y crear una mayor conexión con lo que se le narra.

3. Escenografía e iluminación. En el escenario, solamente una silla, un baúl y una especie de cuaderno-pizarrón. De fondo, un bastidor con forma pentagonal y, en el suelo, un hexágono luminoso. Son los elementos que delimitan el espacio escénico, pero también refieren a las figuras básicas que conforman –tradicionalmente– un balón de futbol, creando un espacio que nos habla del mundo masculino del protagonista.

Si disfrutas de los monólogos y quieres ver una obra que habla sobre un tema que no escuchamos tan frecuentemente, Las calcetas de mi padre es una propuesta que seguramente disfrutarás.

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Por Óscar Ramírez Maldonado.