Por Mariana Mijares/ En los realities de televisión los espectadores suelen observar la vida cotidiana de una persona, mostrando su realidad de manera directa. Por lo general, los participantes están confinados en espacios limitados. Este fenómeno despegó con propuestas como Big Brother, y en la actualidad, programas como Iron Chef, Love is Blind o La Casa de los Famosos siguen atrayendo a millones de espectadores; basta recordar el impacto de Wendy Guevara.
Tomando este tipo de formato como inspiración, el autor Jorge Robinet traza una historia a partir de un reality de cocina en donde el público presenciará desde su casa cómo un Chef cocina su obra de arte; el detalle, es que el ingrediente principal no será una verdura o una proteína animal, sino un hombre.
Bajo la visión de Reynolds Robledo, el enfoque del montaje está sobre todo en dos actores: Alejandro Oliva y Manuel Balbi, quienes, guiados por este director, muestran a dos personajes completamente diferentes: el dominador, y el dominado.
Este distintivo resulta notorio no solo en el carácter de sus personajes, sino en el vestuario: Juan Pérez, el sujeto ‘ordinario’, siempre tiene pantalones y t-shirts sencillas, mientras que el Chef porta elegantes filipinas. La propuesta de vestuario elegida por el director incluye que esos atuendos siempre resulten adecuados, y combinados.
Desde el inicio, y gracias a la actuación orgánica de Alejandro Oliva, Juan resulta un personaje adorable pues lo conocemos durante su proceso de audición para entrar al programa. Él está algo tenso, pero no deja de sonreír y mostrarse emocionado por la oportunidad. Durante su casting, Juan habla sobre sus marcas de nacimiento, y hasta se pone realmente nervioso cuando lo cuestionan sobre su actividad sexual.
En contraste, interpretado por Manuel Balbi, la actitud del Chef siempre es distante, fría y calculadora. Balbi logra crear a un personaje reservado que contrasta fuertemente con la transparencia y calidez de Juan. El chef no está ahí para hacer migas con él, sino para decidir si puede ser el indicado para poder cocinarlo.
Juan señala que está consciente de que quizá existe gente más preparada que él para este programa, pero él realmente quiere la oportunidad. Luego de ser elegido, los espectadores pagarán para seguir su proceso; desde la preparación, hasta el platillo final.
La escenografía nos lleva a la cocina donde Juan y el chef pasan la mayor parte del tiempo. Hay mesas de aluminio de cocina profesional, y como utilería el Chef va empleando aditamentos de cocina, como cuchillos; que además de ser fundamentales para cualquier chef, se vuelven importantes para la trama. Como complemento, Allan
Flores hizo la iluminación y el video escénico, en el que continuamente vemos diferentes aspectos y reacciones de Juan.
Otro elemento que suma al montaje es la música original de Nicholas Aguilar y Antonio Millán, quienes nos sumergen en un ambiente siempre tenso, donde queremos saber qué va a pasar al minuto siguiente. De este modo, cada elemento elegido por Robledo se va mezclando, y ‘cocinando’, para lograr una propuesta redonda.
Conforme avanza su proceso de adaptación, Juan va compartiendo un poco de sí mismo y las razones que lo llevaron a decidir participar en el programa. Por momentos, llega a dudar si tomó la decisión correcta, pero se tranquiliza al recordar que lo hizo ‘para ser visto’. Como Juan, ¿cuántas veces nos vemos haciendo algo solamente buscando la aprobación o atención de los demás?
En sus diálogos, que se sienten sinceros, el público sigue empatizando con Juan y con su inminente destino. No obstante, la gente no deja el morbo de lado, y como sucede en varios realities, el público que asiste al teatro del Foro Lucerna tiene una participación activa como la audiencia del programa, teniendo la posibilidad de votar y tomar decisiones; por ejemplo, si el Chef debiera cortarle a Juan parte del brazo o del muslo. Existe una conexión emocional con este hombre, pero también, ganas de verlo cocinado.
Esta idea realmente resulta impactante, cómo los seres humanos saben que algo está mal, y, aun así, sentir curiosidad por presenciarlo o saber más de lo sucedido. Esto aplica desde los mirones que observan un accidente automovilístico, aquellos que siguen de cerca los detalles de un crimen, y hasta los internautas que consumen todos los chismes sobre los divorcios de las celebridades. El morbo parece ser así intrínseco a los seres humanos.
Voraz nos recuerda la dualidad y complejidad de la naturaleza humana, cómo las personas pueden llegar a extremos con tal de ser gustados -o de obtener ‘likes’- y por qué los realities seguirán proliferando; sin importar si tratan de amor, o de cocina…
La obra se presenta todos los miércoles, hasta el 26 de junio en el Foro Lucerna, consulta horarios y precios, aquí.
No dejes de recibir en tu correo, Facebook o Twitter toda la información y los estrenos de las obras de teatro de la Ciudad de México.