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Es temprano en la colonia Juárez, pero el calor comienza a apretar. Es sábado, la actividad paulatinamente aumenta en la colonia. La cita es en el número 77 de la calle Abraham González, la única que, con general Prim, escapa a la lógica de nomenclatura de ciudades europeas en la colonia. Ahí está la sede del El77 Centro Cultural Autogestivo, casa de la Compañía de Teatro Penitenciario. Desde ahí viajaremos a la otra casa de la Compañía, donde nació todo, la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla.

La compañía nace en el 2009 dentro de los muros de Santa Martha. Su objetivo es la prevención del delito y la reinserción social de los internos. La herramienta para ello es el teatro. A los internos esta actividad les significa un ingreso extra – parte del costo del boleto que se paga cubre gastos operativos y el otro salarios –, además les da la oportunidad de tener una actividad recreativa y que ayuda a la cohesión social. Una vez que son liberados, les da posibilidades de empleabilidad y profesionalización.

La compañía se divide en dos:  la Compañía Externa, con personas liberadas que presentan obras en El77; y la Compañía Interna, con internos de la Penitenciaría que ofrecen funciones en el interior del centro de reclusión. Su sede dentro de Santa Marta es el Teatro Juan Pablo de Tavira y Noriega. El espacio lleva este nombre en honor al jurista y enamorado del teatro, que fue funcionario penitenciario e introdujo cambios en el sistema de readaptación social de nuestro país, entre ellos, el impulsar el teatro penitenciario como una herramienta para la reinserción social. Actualmente, la Compañía Externa está conformada por 4 integrantes y en la Interna participan 12 personas.

El Foro 77 es un proyecto de impacto social del Foro Shakespeare. Es un lugar amable, desde que llegas a esta experiencia te sientes abrazado. No es un día común. Literalmente nos desprendemos de todo menos de nuestra identidad (puedes llevar un poco de dinero y tu tarjeta bancaria, pero no más, todo queda resguardado en El77), lo más importante para ingresar al penal es nuestra identificación.

Poco a poco se van reuniendo en el lobby del foro las personas que – previo registro para autorizar su entrada al penal – decidieron vivir esta experiencia. El ambiente es empático, se siente la expectación, el equipo de El77 nos hace sentir bienvenidos. Platican con el público y explican un poco sobre la obra que estamos por ver: MCBTH, ruega por nostorxs.

Se trata de una adaptación de la “Tragedia escocesa”, la obra que durante más de 400 años ha mantenido la reputación de estar maldita. Actualizada por la compañía de Teatro Penitenciario, se presenta los dos últimos fines de semana de cada mes (confirmadas con registro abierto quedan dos funciones, la del 22 y el 29 de junio).

Valeria Lemus es única actriz dentro del montaje que presenciaremos, ella explica al público las dinámicas y soluciona dudas, al igual que Javier Cruz, integrante de la compañía externa. Javier estuvo interno durante 16 años y ahora dedica su vida al teatro; Valeria es actriz de profesión y directora de El77 Centro Cultural Autogestivo, desde muy joven se involucró con el trabajo del Foro Shakespeare y sus proyectos de impacto social.

Además de Valeria, también Ismael Corona actúa en el montaje y es miembro externo de la compañía. Ya ha cumplido su pena y fue liberado de un centro de menores. El resto del elenco que veremos vive en Santa Martha, incluido el grupo de música que acompaña la función.

La actriz narra que esta obra es famosa por su maldición, que causa contratiempos y accidentes durante los montajes que se hacen de ella. Esto, mientras nos reparten un listón rojo que, según la tradición, sirve como protección ante las energía que esta obra mueve.

Nos platica también que este montaje está dedicada a Toño. Comparte que la obra se decidió montar poco antes de la pandemia. “Si aquí estaba todo restringido, imagínate allá adentro”, destaca. Toño, continúa Valeria, estaba atravesando un momento de depresión muy grave, con una serie de situaciones alrededor de su familia que el afectaron mucho. Él, nos dice, era un gran artesano y músico, “una de las actividades con las que se comprometía mucho era el teatro”. Si bien no había fecha para regresar a la normalidad se comenzó a ensayar MCBTH, y en estos ensayos participó Toño, sin embargo, “decidió ya no estar aquí”; un eufemismo para hablar sobre la trágica decisión que tomó. “Como compañía lo sentimos mucho y parte del motor de hacer esta obra fue dedicarle este montaje a él”, nos compartió antes de tomar el camión para dirigirnos hacia el penal.

Esto suma un elemento más a la experiencia de ver teatro dentro de un lugar de reclusión. La obra maldita se representa en un lugar donde algunos luchan por enderezar lo que en sus vidas se derrumbó, y está dedicada para uno de los integrantes de la compañía que tomó la decisión de buscar la libertad de otra manera.

El viaje comienza muy cerca del corazón de la ciudad y nos lleva hasta la periferia. Vamos cruzando colonias que son emblemáticas de esta ciudad: La Juárez, la Doctores, la Obrera hasta llegar a Calzada de Tlalpan, desde ahí el viaje nos da un panorama rápido de esta ciudad: familias caminando, sexo servidoras, personas en situación de calle, gente yendo y viniendo, trabajando o paseando. Es medio día en la inmensa Ciudad de México y la actividad es absoluta.

Sobre el Eje 6 oriente, en la colonia Narvarte, tomamos rumbo hacia el oriente, prácticamente hasta la frontera con el Estado de México, más colonias pasan por las ventanas: Nativitas, San Andrés Teteplico, Ampliación El Triunfo, Militar Marte. La ciudad se va volviendo horizontal.

Pasamos la monumental Central de Abastos, el Barco Utopía, también monumental, la masiva Subestación Eléctrica de Santa Cruz y el inmenso mar de toldos de colores del tianguis de Las Torres y el Nuevo Tianguis de Santa Cruz Meyehualco.

Esta ciudad, diversa y masiva, nos acompaña en el trayecto. Es el ombligo de la luna. Deseos, historias, esperanza, amores, desamores, vidas que se unen y se separan, sueños. Todo sucede en esta ciudad que a veces parece hundirse bajo su propio peso. Aún no hemos llegado a la experiencia central de este recorrido, pero la ciudad nos ha hablado ya de las historias que esconde.

Estamos a unos minutos de Santa Martha Acatitla. De pronto ante nuestros ojos – con sus enormes muros y torres de vigilancia – el complejo penitenciario con su color gris domina el paisaje.

Según datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana Federal, a través del Órgano Administrativo Desconcentrado Prevención y Readaptación Social , en enero de este año la población de personas privadas de su libertad en la Ciudad de México ascendía a 25 mil 498. De éstas, mil 386 dentro de Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla y mil 345 en el Centro Varonil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla. Por el centro varonil en promedio, según cifras de la Subsecretaría de Sistema Penitenciario de la CDMX, al año pasan 2 mil 500 internos.

El centro varonil es una ciudad en miniatura, como lo es el femenil. Cuenta con 4 edificios, cada uno con cancha de basquetbol, comedor, tienda y baños generales. Hay también un edificio para la visita íntima con 48 habitaciones, una área de servicios generales con cuarto de máquinas, cocina, panadería. Además en el complejo hay 8 naves industriales en las que se elaboran diversos productos. Hay campos deportivos y palapas para las visitas familiares, auditorio y 10 aulas, una biblioteca y sala de cómputo.

Mientras familiares y conocidos hacen fila para entrar por el acceso principal del centro, nosotros somos formados en una puerta lateral, se nos pasa lista y debemos cumplir con una serie de filtros para poder ingresar. Estos incluyen firmas, toma de fotos y video.

El tiempo invertido en todo este proceso, estamos por descubrir, vale la pena. Vamos a ser testigos de un suceso extraordinario, ver como el arte salva. El corazón que los integrantes de la Compañía de Teatro Penitenciario ponen en cada función nos toca y nos transforma como público.

Pero, antes de ello, todavía nos resta un filtro más, y el ingreso a las instalaciones. Después de volver a firmar, avanzamos por el edificio de gobierno de la institución. Bajamos por una rampa y ahí están los internos, dándonos la bienvenida, agradeciendo nuestra visita. Uno de ellos, nos dice, “bienvenidos a la tierra de Dios”.

Avanzamos en fila por un corredor en el que reclusos y visitante compran y venden mercancía, después de unos metros, damos vuelta a la derecha dentro de la zona de talleres, avanzamos por un pasillo con teléfonos públicos, de esos que difícilmente vemos ya en otros sitios de esta cuidad, desde ahí los internos realizan llamadas. Al alcanzar el fondo del pasillo, vuelta nuevamente a la derecha, avanzamos más y llegamos al la puerta del teatro. Ahí sobre la entrada está el nombre de Juan Pablo de Tavira y Noriega.

En el interior, uno de los actores nos ofrece una copa de sangría, brindaremos con el mismísimo Rey Duncan quien, como anfitrión, nos recibe cantando algunas canciones antes de que arranque la función.

Sin embargo, todavía otra sorpresa nos espera, el grupo canta las mañanitas a Joanna, hija de Tacho, un integrante de la compañía interna. La pequeña está celebrando sus séptimo cumpleaños acompañada de su familia, “la vimos nacer, me tocó verla desde que estaba su mamá embarazada”, me comparte después Valeria. Tacho en esta ocasión no subió a escena, pues está en espera de realizarse una operación: “es actor de la compañía y realizó gran parte de la escenografía”, nos explica la actriz y directora de El77.

El amor echa raíz en todas partes, incluso en este lugar aislado del mundo exterior, mientras la vida continúa a su ritmo en la ciudad, aquí adentro nosotros celebramos y felicitamos a la pequeña Joanna. Justo antes de comenzar a vivir una experiencia teatral única y valiosa.

MCBTH, ruega por nostorxs, bajo la dirección de Itari Marta,  es una adaptación al clásico de William Shakespeare. La compañía toma esta historia para hablarnos desde una narrativa de reconomiento de la violencia. Los personajes reconocen desde sus orígenes la raíz de esta violencia y actúan en un mundo que está de cabeza, en un mundo violento. Los actores están en el camino de la profesionalización, encuentran algo en el teatro que la sociedad les ha privado: libertad.

El argumento general de la obra se mantiene, pero desde su experiencia la compañía habla de otros temas, habla de la violencia actual, de la responsabilidad de los poderosos en ella, del machismo, de la guerra, de temas que los y nos atraviesan. Por momentos improvisan, abordan temas de actualidad y hablan de las redes sociales.

Son dos horas de libertad, nos dice al final de la función uno de los integrantes del elenco en el diálogo que se establece con el público. Mientras dura la obra, reflexiona, puedo ser alguien más, “cuando ustedes se van, yo vuelvo a ser un interno”. Es el poder del teatro, nos iguala, nuestras distintas historias, ante la comunión teatral, son una misma. Somos parte del mismo cuerpo social que debe buscar caminos de entendimiento y empatía. El aplauso, como el trabajo que realiza la compañía, es honesto y entregado, el público es tocado por una experiencia única, su visión se ha posado en ese sitio al que muchas veces preferimos no ver: lugar de los desplazados, de los desfavorecidos, de la violencia, del dolor, pero también de la esperanza.

Remontamos el mismo camino por el que ingresamos, al salir un sentimiento de nostalgia, de haber encontrado diálogo entre personas, solamente, sin juzgar; en las butacas de ese teatro, apartado de todo, fuimos simplemente espectadores y creadores escénicos. A cambio del arte que nos han regalado, solo piden respeto y dignidad. El teatro crea espacios, puentes, maneras de cambiar vidas. Todo eso pienso mientras platico sentado en el camión con Javier Cruz, que me cuenta anécdotas de la vida adentro y de la nueva vida afuera. Mientras, la ciudad va pasando por las ventanas de un camión que transporta de vuelta a 20 personas que, en unas cuantas horas, hemos cambiado un poco.

 

Por Óscar Ramírez Maldonado, Fotos: Cortesía El77 Centro Cultural Autogestivo.

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