A la par del teatro, nacieron los premios que lo reconocen -o no- Bien es sabido que las obras de figuras como Sófocles o Eurípides, por mencionar dos notables casos, fueron merecedoras de sendos premios que las colocaron en el top del gusto del pueblo, de la crítica y de la comunidad teatral de aquellos años. Muchos siglos y demasiadas obras han pasado y los premios continúan existiendo como un ejercicio que cubre diversas ambiciones y expectativas y, por ello, no está exento de controversia, polémica y debate.

Este 2023 hay que celebrar que los Premios del Público Cartelera de Teatro regresan, luego de la inactividad a la que nos postró la pandemia por COVID-19. Y hay que celebrar la diversidad de las obras nominadas como Mejor Obra, que además tienen por añadidura distintas nominaciones en los otros rubros.

Por supuesto, dentro de la controversia que generan éstos premios, no queda más que escuchar todas las voces y atender lo que sabemos es justo y necesario: que la diversidad e inclusión no solamente esté en las temáticas y formatos de las obras nominadas, sino que esté en la visibilidad de todas y todes quienes participan de manera notable en las producciones contempladas.

Mientras se discuten -y que sí, por favor, se discutan- esos temas, toca ahondar un poco en las obras que compiten este año como Mejor Obra.

En verdad, hay de todo: un musical en el que los protagonistas no cantan ni un verso, la adaptación teatral de un éxito cinematográfico hispano, el montaje mexicano de un nuevo clásico norteamericano, un Shakespeare entre narcotraficantes y actores, la nueva producción de un musical de culto y un ensayo sobre la incursión de la inteligencia artificial dentro del mismísimo ámbito del teatro. Entre el mediano y el gran formato, éstas obras engancharon y conquistaron al respetable.

Desde su estreno hace ya un año, Siete veces adiós ha resultado todo un fenómeno de taquilla. La apuesta de Alan Estrada, Jeannete Chao, Vince Miranda y Salvador Suárez ha resultado refrescante para un amplio sector del público que disfruta de una obra en la que dos personajes, custodiados por otro más, L’Amore, trazan una historia de encuentro y desencuentro mientras un ensamble de estupendos músicos y cantantes va poniéndole letra y música a los sentimientos, sensaciones, gritos y silencios que Ella y Él expresan o contienen.

Estrenada originalmente por Fernanda Castillo, Gustavo Egelhaff y César Enríquez, Siete veces adiós ha tenido una exitosa temporada que incluye giras por distintos lares de la República Mexicana. Eso ha permitido que actrices como Valeria Vera, Sylvia Sáenz y Zuria Vega y actores como Alejandro Calva, David Chocarro y Carlos Ferro se integren al reparto de esta obra que lleva el sello del productor Daniel Delgado y Playhouse Entertainment. Ésta obra ya tiene experiencia en ganar premios del público, pues también mereció el Premio del Público a la Mejor Experiencia Teatral en Los Metro de 2022.

Otra obra que recurre al número cabalístico por excelencia es 7 Años y vaya que esa cifra le da un dolor de cabeza permanente a los personajes de este juego que inició en el cine y saltó al teatro para continuar con un enigma ético y moral: ¿quién va a estar dispuesto a sacrificar 7 años de su vida para salvar a otros de ir a prisión? La dramaturgia de José Cabeza -también guionista del filme- eleva la tensión mientras el público va apostando y descartando sobre quién será el individuo que finalmente decida asumir la responsabilidad de un fraude grupal.

Bajo la dirección de Reynolds Robledo, sus protagonistas tuvieron oportunidades de amplio lucimiento: Alejandro Morales, Pablo Perroni, además de Antonio Gaona, Cristian Magaloni, José Ramón Berganza, Pedro de Tavira, Jeaninne Derbez y Rocío Verdejo -quienes alternaron funciones-, conformaron un ensamble potente que hizo las delicias de un público al que le gusta el chisme y no podía irse de su butaca sin saber a quién le tocaría la rifa del tigre.

El mismo, Cristian Magaloni fue el encargado de dirigir una de las obras más unánimemente elogiadas por la crítica y el público: Indecente de Paula Vogel, una obra que, entre canciones y metateatralidad, cuenta la historia de lo que tuvo que sortear el montaje de la obra El dios de la venganza de Sholem Asch durante su creación, montaje y representaciones -todo por mostrar en escena un beso lésbico-.

Un notable ensamble de actores -que también cantaban y tocaban instrumentos- compuesto por, entre otros, Majo Pérez, Ana Guzmán, Roberto Beck, Alberto Lómnitz y Jorge Lan, destacó con creces gracias al texto de Vogel, traducido por Enrique Arce y a la dirección de Magaloni. A juzgar por los comentarios suscitados al verla, el montaje mexicano no desmereció para nada a su versión original, ganadora de poco más de una decena de premios de la crítica especializada, entre ellos, el Tony a la Mejor Dirección y un OBIE y un Dramatist Guild para Vogel, uno de los mayores tesoros de la dramaturgia del país vecino.

Aunque siempre está activo, en estos meses vaya que Fernando Bonilla ha estado de aquí para allá. Además de actuar en obras como El lugar de la sombra y la brisa de David Gaitán, dirigió un ambicioso texto de su propia autoría: El corrido del rey Lear, en el que la máxima tragedia shakesperiana se cruza con una tragedia íntima -la de un actor que está perdiendo la memoria- y una tragedia colectiva -la de las víctimas de los actos criminales del día a día en nuestro país-.

Juan Carlos Colombo estelarizó lo que al mismo tiempo era un réquiem por tantos y tantos muertos como un homenaje a dos actores de excepción: Héctor Bonilla, padre del dramaturgo y director, fallecido a finales de 2022 y Fernando Balzaretti, amigo del primero, fallecido muy tempranamente, en 1998. Completaron el reparto Alejandro Morales, Valentina Sierra, Daniela Arroio, Malcolm Méndez, Miguel Tercero, Miguel Alejandro León y Juan Daniel García Treviño.

Desde su estreno teatral en 1973 y, sobre todo, desde el estreno de su versión cinematográfica en 1975, El show de terror de Rocky se convirtió al mismo tiempo en un musical de culto y en una obra por demás escenificada en distintos países, lenguas y formatos. En México, la más reciente resultó también muy visible.

Bajo la traducción y dirección de Rafa Maza -quien previamente la dirigió en una muy aplaudida producción de la escuela Arte Estudio-, el público agradeció la vuelta al clásico rockero – teatral y disfrutó de canciones como “Dulce travestista” y, por supuesto, “El baile del sapo” -aunque esa sí conservó la famosa traducción de Julissa perpetuada por Timbiriche-. El espectáculo se benefició de un ensamble excelente y de las presencias de Beto Torres, Juan Fonsalido, Gloria Aura, Moisés Araiza, Ceci Arias, María Filippini y Gerardo González.

Finalmente, todas estas celebraciones teatrales tuvieron su contraparte con la propuesta del consolidado dramaturgo y director Flavio González Mello, quien presentó una nueva ironía sobre la escena, ahora a partir del cruce entre el Hamlet de Shakespeare, el mundo de la actuación y la posibilidad de la inteligencia artificial dentro de ellos.

Inteligencia actoral, comedia metateatral y, como su título lo advierte, muy inteligente, en el que González Mello completa sus propias teorías sobre el Príncipe de Dinamarca y se nutre de un elenco de jóvenes talentos de nuestro teatro, como Roberto Beck, Diana Sedano, Fernando Álvarez Rebeil, Elena del Río, junto a figuras ya fundamentales de las tablas como Carlos Aragón y Dobrina Cristeva, quienes aprovechando el avance -o el exceso- de las nuevas tecnologías, se lanzaron a un muy peculiar ser o no ser.

Entre clásicos y novedades, la Cartelera de Teatro de este periodo destacó por la variedad y riqueza de su oferta y, sobre todo, por su fabulosa capacidad para resistir en estos tiempos post-pandémicos en los que, de una u otra forma, están insertas éstas obras.

Estamos seguros que tanto los Premios del Público Cartelera como todas las premiaciones teatrales estarán más a la escucha de la comunidad y de su público, para que los reconocimientos sean más y más abarcadores, en concordancia con una realidad y un día a día que exige voltear hacia todos los lados y afrontar que en cada uno habita la diversidad que merece el publico que decide ir a ocupar una butaca y el que está a punto de decidirlo.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cortesía

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