El Cisne Negro, en el Castillo de Chapultepec ha tenido una exitosa temporada que ha llamado la atención. Esta propuesta cuenta con la coreografía y dirección de Rodrigo González, quien nos dice que el público encontrará en ella una experiencia 360.

Esta puesta en escena es una adaptación libre de El lago de los cisnes con la música de Tchaikovski. En esta versión contemporánea, explica el coreógrafo, se realiza una fusión entre el código de la técnica clásica y el de la danza contemporánea. Se trata de hacer una relectura de la historia que todos conocemos de Odette y Sigfrido, señala. En este caso, la historia inicia un poco antes, en la fiesta en la que Odette fue hechizada junto con su corte.

Desde ahí, nos dice González, sabemos quién era Rothbar y qué papel jugaba este mago-hechicero. En este sentido, podemos ver “cómo se entreteje este triángulo amoroso y cómo confunde Rothbart el corazón y la mente de Sigfrido para que no cumpla con su promesa de amor”.

Se trata, dice, de una historia épica, “y qué mejor que contarla en un castillo verdadero, en un castillo real”. En este sentido, el director destaca que no se trata de un entorno escenográfico, “es de piedra y es el único castillo que hay en Latinoamérica, es un lujo poder estar aquí”.

Al respecto, subraya que se trata de uno de los pocos lugares del mundo –si no el único- en el que se usa un castillo real para realizar El lago de los cisnes. “Lo que sí hicimos”, explica, “fue subirnos un pedacito del lago, tenemos plataformas móviles con pisos de agua. Eso hace la remembranza de que estamos en un lago”.

Sobre realizar el montaje en este escenario, Rodrigo nos dice que hace muy interesante la puesta en escena y la hace muy compleja para los bailarines. Explica que están “bastante desnudos”, pues no hay trucos teatrales o dispositivos para generar distintos efectos. “Lo que sí tenemos son bailarines muy talentosos, despojados de todo artificio y que los tenemos a unos metros de nosotros”, destaca. Esto permite que el público pueda ver todos los detalles, desde los gestos hasta la respiración.

Una de las características de este montaje es que el espectador se puede sentir parte de la escena. Esto, señala el director, crea una experiencia inolvidable: “Desde que te internas en el Bosque de Chapultepec, subes, te adentras en el castillo, ya te sientes parte de esta gran fiesta y un observador de lo que va a suceder”.

Sobre el proceso de montaje en un lugar como el Castillo de Chapultepec, Rodrigo González comparte que resulta complejo. Explica que es un lugar que tiene sus peculiaridades. Se trata de un ballet pensado específicamente para esta temporada con estos bailarines, nos dice. Ya que trabajar en un sitio requiere de diseños específicos, afirma: “todo cuanto acontece aquí está diseñado específicamente para este espacio”.

También la adaptación significó un reto cuando se trata de un “clásico de clásicos” que se ha montado muchas veces, confiesa. Sin embargo, apunta el coreógrafo y director, es un ballet que lo ha acompañado durante toda su vida y le tiene un cariño muy especial. Se trata de música espléndida y que lo lleva “siempre a un lugar muy romántico”, que es desde dónde aborda la propuesta. Es además una música que permite que se baile de muchas maneras para habitarla y revisitarla.

Sobre este punto subraya: “Eso es lo que hacemos, tomamos esta música y con las emociones más presentes, con lo que estamos pasando, con lo que estamos viviendo, con los cuerpos, como nos movemos ahora, lo estamos integrando en esta versión”. Ha sido, puntualiza, una experiencia muy enriquecedora como artistas, “y para el público yo creo que también”.

Al cuestionarlo sobre por qué la gente no debe perderse El cisne negro, el creador escénico señala que siempre ha dicho que hay que acercarse al arte, “y esta es una gran opción”. En esta propuesta, abunda, el público encontrará historia, arquitectura, naturaleza, música sinfónica, estupendos bailarines y teatralidad.

Esta experiencia 360, señala González, sucede además en un espacio no convencional. Este lugar, dice, “nos permite vivir desde que entramos, cambiar la atmósfera, cambiar la mente, cambiar nuestro estado ya nada más con caminar por el bosque”.

“Bien vale la pena el esfuerzo de llegar hasta aquí y disfrutar junto con nosotros de esta bellísima experiencia”, nos asegura Rodrigo González.

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Por Óscar Ramírez Maldonado, Foto: Rodrigo Espinoza.

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