El actor Bernardo Gamboa regresa una vez para encarnar a un sicario, un personaje monstruoso y al mismo tiempo doloroso, que se muestra en Tártaro, propuesta que se ha ganado un lugar especial no sólo entre el público, sino también la crítica especializada, por la manera poética y honesta de abordar el tema del narco en nuestro país sobre el escenario.

Con este montaje, Gamboa se ha presentado en el Teatro Helénico, el Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes y el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, y ahora regresa para ofrecer una temporada más en el CCB, con el fin de seguir reflexionando sobre este problema que nos preocupa y ocupa: la situación que atraviesan miles de jóvenes en nuestro país que terminan uniéndose a las filas del crimen organizado.

Sobre la evolución de la obra, el actor comparte: “Hay una evolución y unos cambios normales que han tenido que ver con los espacios, por ejemplo en Querétaro, en el Helénico, en el Julio Castillo, también el tipo de actuación va cambiando, a veces la obra es más íntima, hay una evolución formal normal, eso en la parte externa”.

Agrega: “Para mí, en el interior, ha significado, como para cualquier actor, ir entendiendo, en el camino, cosas nuevas en el cuerpo, en la historia, y sobre todo profundizar en las imágenes”.

Uno de los aspectos más notables dentro del montaje es la constante exigencia física a la que se enfrenta el actor, si bien la voz en un unipersonal se convierte en la herramienta más importante de cualquier histrión, en esta propuesta el actor también debe poner al límite su cuerpo para contar la historia.

En ese sentido, Gamboa indica que es gracias a la disciplina y constancia que podemos verlo cada noche en escena: “Hay un entrenamiento natural para cada obra, a mí me gusta pensar que las obras físicamente son diferentes, y esta obra es muy exigente no sólo físicamente, también te exige aprender cosas que no sabías. Tártaro tiene una exigencia muy fuerte e intento estar en condición para poder lograrlo”.

Añade: “Tampoco es lo más importante, en la medida que vamos creciendo, te vas adaptando en el interior para contar la historia (…) En el caso del teatro, siempre hay maneras interesantes, y con la imaginación, para encontrar formas en que las acciones nos sigan contando lo esencial”.

Asimismo, la parte emocional también juega un papel fundamental dentro de la narración. Si bien, el actor comenta que durante los días que no está en personaje trata de hacer su vida normal, confiesa que es imposible desprenderse por completo.

Al respecto, Bernardo enfatiza: “Tu cuerpo, tu corazón y tu cabeza es afectado en cada función, no romantizo la idea de que el actor se quede en esas emociones, pero sí es verdad que con Tártaro me quedo en el viaje (…) Yo busco cortar viendo a la gente que quiero, haciendo algún ejercicio de respiración, alguna meditación, estar tranquilo, pero es un doble trabajo”.

Agrega: “Tiene que ver con desconectar para seguir viviendo la vida, pero también para seguir conectado con ese dolor que vas a necesitar para la siguiente función. Yo creo que es un doble juego muy contradictorio, entre permanecer en la obra y tener espacios para salir de ello”.

Gamboa considera que la importancia de contar esta historia radica en la necesidad de seguir contando estos sucesos, que nos trastocan como seres humanos y que nos invitan a reflexionar, ya sea por terapia o por catarsis, pero encauzados a imaginar un mejor futuro.

A propósito de esto, el actor destaca: “Hay muchas discusiones sobre cómo representar esos problemas reales de un país, como el feminismo, el hambre en el mundo, la guerra, todos esos temas que nos tocan profundamente como seres humanos”.

Añade: “Se trata de volverlos a contar para resolver algo, a lo mejor, algún día necesitamos dejar de contar esas historias porque las hemos resuelto, pero mientras no lo hagamos, hay que seguir reflexionando para poder imaginar un posible futuro, diferente, aunque sea por terapia, por catarsis”.

Si bien es cierto que el montaje no resuelve, ni intenta instruirnos sobre la historia del narco, si es un gran referente que debemos ver para tratar de entender, aunque sea de forma irrisoria, cómo estos seres humanos se convierten en aquellos monstruos que las series y películas han encumbrado.

Con relación a esto, Gamboa puntualiza: “Nosotros no podemos hablar con absoluta certeza de cómo son las cosas, desde nuestra visión, las cosas funcionan de esta manera (…) también aceptamos que hay cosas que no entendemos del narco y del proceso de dolor que eso significa”.

Añade: “Si queremos complejizar sobre el tema del narcotráfico en México, me parece que está bien que veamos este tipo de historias como Tártaro, para comprender con más profundidad algo que nos duele, y qué mejor que entender los dolores que nos atraviesan en este país”.

Finalmente, Bernardo Gamboa invita al público a acudir a ver la obra para seguir poniendo el tema en la mesa y seguir reflexionando.

Yo quiero que vengan, para ver un punto de vista sobre una cosa que nos traspasa y nos duele a todos, tiene que ver con la historia del narco. Es muy fácil para los mexicanos ubicar dónde está el mal, es un pensamiento automático creer que el mal está en otros lados, pero hay muchas fuerzas qué actúan para que se pueda dar esa figura monstruosa del sicario”.

Tártaro se presenta de jueves a domingo hasta el 5 de febrero en el Teatro del Bosque Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, consulta horarios y precios, aquí.

Por Itaí Cruz, Fotos: Pili Pala

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