Por Enrique Saavedra/ “¿Qué cosa es el amor? / medio pariente del dolor”… como lo dice el verso de Liliana Felipe, en eso pareciera condensarse todo lo que sucede en las dos horas que dura Siete veces adiós, la puesta en escena mexicana que recientemente cumplió 1 año en cartelera. O más bien, pareciera que la obra busca condensar todo lo que es, significa, y conlleva el amor a través de la relación entre dos personas: Ella y Él a lo largo de un año, ahora también Él y Él.
La historia de amor entre dos personas -narrada por una tercera, L’Amore, a saber: el Amor mismo- como fuente inagotable de inspiración para lo que guste y mande el universo. Crear, por ejemplo. Canciones, por ejemplo.
Compuesta y escrita en un largo proceso por Alan Estrada, Jeanette Chao, Vince Miranda y Salvador Suárez, la obra dirigida por el propio Estrada estrenó una nueva versión, apegada a las narrativas LGBTQA+, con dos hombres como protagonistas de los encuentros y -sobre todo- desencuentros que plantea el texto.
Para ello, recurre a frases y acciones que nos ubican en un contexto de suma actualidad, en el que hay una notable revalorización a nivel mundial de los derechos e historia de ésta población. La historia de A y B está contada desde un tiempo en el que las identidades, las expresiones y las disidencias genéricas y sexoafectivas están sobre la mesa y nos conciernen a todos.
Y es ese uno de los puntos que permiten que éste espectáculo conecte con el público. Porque si algo ha logrado Siete veces adiós es tener una amplia legión de espectadores y fanáticos que celebran todas y cada una de las escenas y números musicales.
No es para menos: se trata de una producción que ha sabido beneficiarse de hechos como el ser una propuesta made in México y tener un concepto híbrido que en nuestro país resulta un alarde de originalidad: no es propiamente un musical, no es propiamente una obra de teatro, tal vez se acerca más a un concierto conceptual, temático, más cercano al mood del club nocturno que al del teatro.
Pero, principalmente, lo que el equipo liderado por Estrada -bajo la producción de Playhouse Entertainment y Ola Ke Ase– ha sabido hacer muy bien para conectar con el público, es que a un texto pleno de lugares comunes y a una partitura que no ofrece aportaciones extraordinarias a sus géneros, los dota con excelentes intérpretes y ejecutantes.
La banda de seis músicos dirigida por Iván Núñez resulta vibrante y las voces cantantes de Humberto Mont, Silvia de Freitas, Nana Mendoza, Jorge Garmalo, Morena y, muy destacadamente, Nando Fortanell, consiguen momentos de pleno goce musical y que en algunas ocasiones -no en todas, por desgracia- se conjugan exquisitamente con lo que sucede en escena, como cuando Fortanell canta una energizante versión de “Una idea fatal”, mientras sucede un interesante estira y afloje entre los protagonistas en una lavandería.
En el plano actoral, los encargados de dar vida a Él y a Él son Cuauhtli Jiménez y Martín Saracho, dos estupendos actores de nuestro teatro -y otros medios, afortunadamente- que se suben al escenario a hacer lo que les corresponde -junto a la actriz Valeria Vera- y lo hacen muy bien: conforman una dupla encantadora que resuelve eficazmente los altibajos del texto y, al final del día, representa lo que entendemos que, en resumen, es el discurso central de esta obra: amor es amor… aunque eso no quita que sea pariente, muy cercano, del dolor.
La obra se presenta los jueves, hasta el 29 de junio en el Teatro Ramiro Jiménez, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.
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