Por Alegría Martínez/ Cuando el ser humano acaba con su planeta y en esa vía, con su esperanza de vida, Marte aparece como el ideal de un mundo donde todo está por descubrirse y por hacer, aunque en algún punto de la Tierra, a la que se acerca una catástrofe climática, un padre se quede asido fuertemente a la esperanza de que sus hijos estarán bien y serán felices a millones de kilómetros de distancia.
Boris Schoemann protagoniza la obra Hasta luego, de Antoine Jaccoud, montaje que, desde su lectura dramatizada en 2018 y su posterior estreno por zoom, en 2021, durante el confinamiento, ha crecido en hallazgos escénicos y actorales a través de un arduo trabajo entre Schoemann, en su calidad de actor, y Daniel Bretón como director.
Ambos artistas se han dedicado a crear rigurosamente, un montaje profundo y delicado, que desmenuza la inmensidad de emociones, conflictos, cuestionamientos, temores y añoranzas detonadas por la partida de dos hijos seleccionados como pioneros en la colonización de Marte, que en teoría volverán en pocos meses.
La obra de Jaccoud, hace transitar a su único personaje en escena, por el filo de la incertidumbre, desde donde este amoroso padre, es asaltado por un enjambre de preguntas sobre lo que hallarán, comerán, verán, sentirán y harán sus hijos. Huérfano de certezas, el hombre que pasó buena parte de su vida dedicado a su familia, se encuentra un día, como si flotara en el vacío.
Descalzo, acostado en el piso, junto a un muro metálico que deja escapar nubes de humo, se encuentra este padre desprovisto de paz interna y protegido por el sonido de unos audífonos, a pocos metros de una silla que parece estar en vuelo detenido a un extremo del escenario, cual instalación poética de un objeto cotidiano que desde lo alto, emite un nuevo significado.
Como si estuviera en un ámbito cerrado, en algún lugar del espacio donde la música subraya lo etéreo, el personaje levanta con lentitud cada una de sus piernas, hasta ponerse en pie, entre imágenes de cielos y astronautas, que remiten a hazañas espaciales y enfrentan al ser humano a una sofisticada tecnología, a la grandeza y a la fragilidad, a lo desconocido.
Convencido de la generalizada inconciencia social y política que desatendió la llamada de alerta para preservar la Tierra, ante la evidencia de que las acciones para lograrlo serán insuficientes y frente a la posibilidad de avances científicos y tecnológicos que desde otro planeta, amplíen el horizonte de vida, el hombre es presa del permanente vaivén de temores que cada instante padecen madres y padres, desde que sus hijos comienzan a respirar en este mundo.
La incógnita respecto al regreso a casa, se transforma en un eco que alude a la existencia en la voz del personaje creado por el actor, en su mirada abierta que busca respuestas, mientras las preguntas se diversifican en múltiplos, al tiempo en que se tiñen de recuerdos, humor y nostalgia.
El montaje de Hasta luego, invita a ser testigo de la madurez artística alcanzada por Shoemann, que en la soledad del escenario, nutre de sensaciones, imágenes y asaltos emocionales a su personaje, un hombre que entre ansiedad y dulzura, en busca de templanza desde un cuerpo sin tensión, confiesa: “me quedé roto”.
La gama de matices que el actor y el director encuentran en el camino de la desolación, desde un vacío interno que se desborda al exterior, como una metáfora en réplica, hace de Hasta luego un suceso íntimo, que resuena con intensidad, como un amoroso eco de la ausencia, en la que aún caben humor y esperanza.
Hasta luego es un montaje de la compañía Los endebles A.C., cuenta con traducción de Boris Schoemann, asistencia de dirección de David Barrera, iluminación y escenografía de Jesús Giles, vestuario de Pilar Boliver, musicalización de Daniel Bretón y David Barrera y Video Arturo de la Garza.
La obra se presenta los lunes hasta el 24 de abril en Teatro La Capilla, consulta horarios y precios, aquí.
